"Veritatis simplex oratio est"

Séneca

Sunday, April 01, 2007


Quito / Guayaquil: Enero 2007

Francisco de la Fuente V.

En visita a Quito la capital ecuatoriana; sobre los 2900 metros del nivel del mar, tuve el sentimiento de reconocer en su casco antiguo, imágenes de mi memoria geográfica que dejaban la sensación de estar al mismo tiempo en otros lugares de nuestra América latina, particularmente en la hermosa y acogedora ciudad peruana de Arequipa. Testigo de ello son los umbrales de sus iglesias, especialmente cuando traspasamos el de la iglesia de San Francisco, que incrementa la reminiscencia geográfica al transportarnos a los templos de la madre patria. No cabe duda que Quito es otra ciudad que es digna representante del patrimonio arquitectónico de la época colonial.

Más hoy no deseo escribir sobre ese patrimonio arquitectónico, que acompañada a la belleza de sus gentes, parques y avenidas, que motivan al turista a caminar la ciudad en busca de otras miradas. Es así como me adentre en el Museo del Banco Central del Ecuador, llamándome primeramente la atención que sea un banco central el que tenga la responsabilidad de la conservación de piezas arqueológicas tan valiosas, para el conocimiento de las generaciones futuras de las raíces de su patria y de sus países hermanos a los cuales les une un pasado común.

Levantemos nuestros pechos con orgullo de que no toda la historia de esta América latina está derivada de la conquista española, y la mejor forma de comprobarlo es recorrer este museo ecuatoriano, con la misma disposición que lo hacemos en el Museo Antropológico de la Ciudad de México.

Avanzando por sus salones se nos evidencia como hace unos 14000 años ya existían habitantes en estas tierras, que se presume llegaron del Asia Central a través del Estrecho de Bering. La visita de las salas acompañado por una guía gratis; lo que no deja de llamar la atención en el mundo en que vivimos actualmente, se hace por un diseño cronológico que orienta didácticamente, permitiendo compenetrarse en el quehacer de estos aborígenes tanto en sus expresiones ritualísticas religiosas como en el desarrollo de su alfarería y metalurgia, en un periodo extenso que va desde el año 1200 AC al 1534 DC.

Antes de repetir el ceremonial de sentarse a degustar un apetitoso plato de camarones al ajillo, concurrí a la Casa Museo de Oswaldo Guayasamín la cual nos muestra la vida de este artista quiteño, que es un digno ejemplo del hombre luchador que vino de la pobreza socioeconómica para encumbrarse en el alma espiritual de los latinoamericanos. Amigo de Neruda como de otros tantos grandes que nos han mostrado un camino, pleno de responsabilidad social sin olvidarse de sus raíces. Hay tantas historias en Guayasamín como en Neruda que pueden entretener a nuestros hijos tanto como Harry Potter, pero que sino intentamos conocerla inicialmente, será imposible que ellos llegan siquiera a valorarlas.

Hay algo que siempre me ha atraído de estas casas de personajes como nuestro poeta Neruda, y debo confesar que mi concepto de hogar se sustenta en esa maraña de objetos que hemos ido encontrando en nuestros derroteros por la vida. Así cuando nos detenemos en casa ante uno de esos objetos saltan a la memoria silencios históricos y amistades, que nos llena de felicidad al recordar pasadas desventuras o aventuras, que solo los seres de especial sensibilidad pueden recocer, porque saben lo que es amar la vida.

Luego en Guayaquil, una ciudad moderna densamente poblada con una alta humedad, que da un elemento más en la aventura de subir caminando los 456 escalones numerados, mostrando al paso sus atractivos restaurantes, gentes e historia en el origen de la ciudad; cada paso hacia la cima es una oportunidad para tomar contacto con su ambiente y tener una visión desde lo alto de la magia del lugar. Luego su malecón que invita a un derrotero por las orillas del río guayas, para caer nuevamente el tentación de los restaurantes que ofrecen los camarones preparados de diversas formas. Dejaremos la gigantes tortugas de Galápagos para otra ocasión, pero antes de finalizar no puedo dejar de contarles lo asombroso que es contemplar en la plaza principal, las iguanas de todos los tamaños y vistosos colores que deambulan por ell; es un espectáculo que nos regala la naturaleza, el cual recomiendo no perderse si visitan la bella y acogedora Guayaquil.


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