"Veritatis simplex oratio est"

Séneca

Sunday, April 01, 2007


Las Estancias Jesuitas en Córdoba
Francisco de la Fuente V.


A ninguna persona con cierto nivel de cultura le es extraña la Orden de los Jesuitas fundada por San Ignacio de Loyola, hacia fines de la primera mitad del siglo XVI con el lema “Por la mayor Gloria de Dios” . Quizás valga resaltar que este prestigio en gran parte lo han logrado por su extraordinario aporte misionero y educador resaltado por la actividad académica de sus colegios y universidades.

La historia de la ciudad de Córdoba esta fuertemente ligada a la presencia de los jesuitas, quienes hicieron de ella un centro geopolítico comercial de la otrora llamada Provincia Jesuítica del Paraguay. Esta Orden que tiene por vocación servir a sus semejantes sin mirar sus diferencias culturales y socioeconómicas, hicieron de la Córdoba colonial una red de servicios comunitarios que cubrían las áreas médicas, enfermería y farmacéuticas, la enseñanza de artes y oficios, agregasé las obras arquitectónicas que hoy están declaradas por la UNESCO como patrimonio de la humanidad.

Los primeros jesuitas llegaron a Córdoba hacia febrero de 1587 iniciando una fuerte actividad educativa y evangelizadora, la cual a medida que pasaban los años fueron haciendo surgir la necesidad de ir fortaleciendo el quehacer mediante la formación de entidades que llenaran el vacío organizativo. Así hacia marzo de 1599 comenzó a funcionar la Casa de Córdoba que con el tiempo llegó a ser el Colegio Máximo, conjunto con el funcionamiento del Noviciado, posteriormente hacia el año 1621 el colegio fue elevado a Universidad Jesuítica por el Papa Gregorio XV.

Todas esta actividades ocasionaban gastos que había que solventar, más aún que la carencia de rentas y la falta de fundador hacía difícil la obtención de ingresos, por ello los jesuitas se vieron obligados a fundar estancias que le permitieran promover los alimentos, vestidos y libros necesarios para todos sus estudiantes, de los cuales se preveía que irían en aumento.

Así fue como surgieron las estancias de Caroya, Jesús María, Santa Catalina, Alta Gracia, La Candelaria y San Ignacio de los Ejercicios, las cuales proveyeron las condiciones para que los establecimientos académicos fundados por los jesuitas pudieran subsistir.

La estancia de Alta Gracia

A comienzo de febrero de este año concurrí a la Estancia de Alta Gracia, la cual se conserva muy bien, siendo visitada por gran cantidad de turistas. Esta integrada por la residencia en el cual se ubica el actual museo, el Obraje que servía de herrería industrial, los molinos harineros, el Batán usado en la curtiembre, las rancherías y el Tajamar. Luego hay algunas construcciones de datas posteriores considerando que luego de la pérdida de la propiedad, esta fue adquirida por la familia Rodríguez, Santiago Liniers, luego por José Manuel Solares de quién la heredaron los Lozanos, quienes fueron los últimos propietarios hasta que la Nación Argentina la expropiará en el año 1969.

En esta estancia se criaba ganado vacuno, mular, equino, ovino, caprino y burros. Este ganado alimentaba una producción artesanal diversa: Cintos, Monturas, Boleadoras, Petacas y Lazos. Se llevaba un registro de todos los movimientos en uno Libros de Cuentas, lo cual permitían además conocer los inventarios. Se realizaba la siembra de maíz de manera muy rudimentaria tanto el proceso de la siembra como el de la cosecha.

Entre esa gran cantidad de turistas no son poco los que opinan sobre la cantidad de poder y riqueza que significaba para los jesuitas la tenencia de estas estancias. Ciertamente que ello no se puede negar, pero a mi manera de ver, lo cual no deja de ser una opinión personal, la historia de los jesuitas en Córdoba muestra que vivieron en pobreza y necesidades, lo cual justifica que usaran como recurso para resolver dichas necesidades establecer estas estancias, y ello no da razón para pensar en la debilidad humana de estos jesuitas afirmando que fueron movidos por una ambición de riqueza.

Sabemos que San Ignacio en esto fue muy claro imponiéndole la pobreza a los suyos, con el fin de asentar de manera sólida la vida religiosa, como a su vez prevenir la suerte de la Orden de los Templarios. Considerando esto los profesos vivían de la caridad, no siendo dueños de nada propio, ni siquiera de las casas en que habitaban ni iglesias en que ejercían sus ministerios.

Bibliografía:
  1. Ad Majorem Deus Gloriam (AMDG)
  2. Los Jesuitas en Córdoba. Joaquín Gracia sj. Tomo I capítulo XXI. Córdoba 2006.
  3. La compañía de Jesús. P.Pierre Joseph Bruchar sj.

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