"Veritatis simplex oratio est"

Séneca

Saturday, December 01, 2007


Volver a los 17, y un poco más
Francisco de la Fuente V.

El pasado sábado 24 de Noviembre he tenido esa oportunidad extraordinaria de reunirme con varios centenares de ex -alumnos del Liceo de Hombres de Talca (LHT), hoy mixto bajo el nombre de Liceo Abate Molina. Este es uno de los Liceos más antiguo de Chile; de hecho es el cuarto pues su fecha de fundación es del 5 de Julio de 1827, luego del Instituto Nacional de Santiago (1813), Instituto Literario de La Serena (1821) y el Liceo de Hombres de Concepción (1823). La base financiera que tuvo el Obispo José Ignacio Cienfuegos fueron los bienes aportado por el Sabio Naturalista Abate Juan Ignacio Molina.

Hubo una serie de actividades que permitieron acercarse emocionalmente a un pasado que quedo plenamente vocalizado en esos versos de la Violeta Parra cuando nos hacía volver a los 17 años después de vivir un siglo en la perspectiva de nuestras vidas. Que maravilloso ejercicio el recordar aquellos tiempos de juventud, en el cual el futuro se mostraba abierto a las ilusiones que estaban plenamente aceptadas como una realidad posible, más hoy sentado en el viejo y magullado teatro del LHT, nos damos cuenta que terminamos como en el tango pensando que la vida no es más que un soplo, donde 20 años no es nada para nuestras febriles miradas.

Junto a mi esposa tuve la ocasión de avanzar por las galerías del sector del internado, el que a mediodía y por la tarde quedaba firmemente aislado por sendos candados en sus dos puertas de acceso hacia el externado. Lo cual permitía usar el ingenio para poder superar tales barreras que nos separaban del placer de la aventura en el mundo exterior. Para ello el intercambiar el uniforme del internado por el de un compañero externo, era un beneficio para ambos, pues el que se quedaba podía degustar las exquisiteces preparadas por nuestro ecónomo y el otro podía por algunas horas emprender un crucero por las calles de Talca tras las pasiones que le dictaba su corazón. Ahora si ello no era posible quedaba la alternativa de juntarse con un grupo de compañeros deseosos de ver la noche talquina a la luz de la luna y de unas cuantas cervezas amenizadas por la música de Carlitos Santana, ello obligaba a unir las sabanas de tres a cuatro camas para convertirlas en un lazo que uniera la ventana del segundo piso del dormitorio con el patio del sector del economato, de ahí una muralla y con ello la libertad en la oscuridad de la noche.

Que tiempos aquellos, que no volverán ….. Hoy hay un gimnasio en el lugar donde estaban los estantes identificados por un número en que se guardaba nuestros enseres de estudio y las meriendas para el desayuno y la once, lo cual obligaba a quienes eran menesterosos a levantarse sigilosamente por la noche para abrir los estantes y pedir prestados sin permiso algunas mermeladas, mantequillas y quesos, para evitar una dieta baja en calorías. No se conservan los dormitorios, que hoy están convertidos en aulas, como tampoco esta la campana que ubicada en uno de los extremos del corredor en la cercanía de la inspectoría nos despertaba o anunciaba alguna hora establecida para cumplir con el quehacer diario. Quizás nuestro querido “Cara de Hacha” se la ha llevado definitivamente para que nadie la vuelva a sustraer en cada aniversario, para tocarse fugazmente para dar inicio al “Capote” en la noche previa al 5 de julio.

Al mirar por la ventana de unos de los ex dormitorios recuerdo el “Capote” esa fiesta de los almohadadazos, la cual como todo combate tenía su código de honor el cual era atentamente vigilado por los inspectores que eran comandados a la distancia por el “Sr. Cuervo” y sus secuaces entre el que estaba el odiado “Sr. Coyoyo” , el que más de un susto paso por la furia de los alumnos que se lo querían devorar a pedacitos al término de un capote. Debe haber sido impresionante presenciar la formación de los alumnos de cada pabellón; que correspondía a cuatro dormitorios cada uno, frente a frente a las doce de la noche a medio vestir teniendo como única arma nuestras almohadas en el centro del patio del internado, esto debe haber sido la razón que justificaba la presencia en este acto tradicional de algunos invitados especiales para observarlo.

Al reencontrarme con las aulas en las cuales nuestros profesores como el Sr. Willy Herrera (no me quería mucho y a decir verdad yo tampoco a él), nos contaba episodios históricos haciéndonos sentir cual si fuéramos el mismísimo Atila poseedor de hermosas princesas como trofeos de guerra. Recordar la belleza de nuestras profesoras, única oportunidad de ver y oler algo de sexo femenino en espera de la ansiada salida de fin de semana. Los laboratorios de física del Prof. Alfredo Meza o los de una química hipnotizante impartida por el Prof. Barros. Que tiempos aquellos en que para pasar las horas de internado me devoré como Atila los libros de la magnífica biblioteca del LHT, gracias al apoyo irrestricto de mi protector el Vicerrector Prof. Carlos Salazar Parra, que debo agradecerle que me salvó muchas veces de las garras del Sr. Coyoyo, sólo por mi capacidad de lectura.

Si que han pasado los años, han pasado muchos años, para después de vivir un siglo volver a sentarme a almorzar en el mismo comedor, con menú muy mejorado en un ambiente ruidoso que me recuerda que por una de las puertas no aparecerá el “Sr. Cuervo”, imponiendo automáticamente un silencio general mientras avanzaba por el comedor; con el fin de sentarse y dar por iniciado el almuerzo, no habrá silencio en esta oportunidad pues nuestro hoy recordado inspector se llevo el silencio al sepulcro, donde lo encontraremos nosotros en algún futuro no lejano. Así es la vida pues “lo nuestro es pasar, pasar haciendo camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca volveremos a pisar”


2 comments:

Claudia Pas said...

"Volver a los 17
después de vivir un siglo
es como descifrar signos
sin ser sabio competente
volver a ser de repente
tan frágil como un segundo
volver a sentir profundo
como un niño frente a Dios
eso es lo que siento yo
en este instante fecundo"

pensar que a cada paso que doy me acerco mas al aniversario de mi muerte, y me acerco mucho mas al conmemorativo de los pensamientos que me llevaran de regreso a mis 17.
creo que todos inevitablemente volvemos a nuestros 17 y decimos "eran tiempos mejores", cuando el mundo aun era ingenuo y cuando nosotros eramos los sembradores de la maldad, pero no de la maldad maligna, de la maldad traviesa. esa maldad que era nuestra y que nunca volvera.

saludos FdelaF, muy entrete tu blog

Francisco de la Fuente Vásquez said...

Gracias Claudia por tu comentario, por recordarme esa hermosa estrofa, ciertamente avanzamos cada día hacia la muerte, haciendo el camino con esa maldad traviesa como la llamas que no es más que expresar nuestra alegria de vivir nuestros instantes fecundos, ese día final nos encontraremos con la Verdad... saludos