"Veritatis simplex oratio est"

Séneca

Saturday, December 15, 2007


130 que asumen el desafío de cambiar la sociedad actual
Francisco de la Fuente V.

Hace unos días atrás tuve la oportunidad de presenciar por motivos familiares la actividad de Licenciatura del Colegio San Ignacio en Chile (disculpen en Santiago), un acto ritualístico y simbólico de alto grado emotivo, con el cual los docentes y directivos le dieron el adiós a 130 alumnos de la promoción del presente año. Lo interesante es que mientras el himno estudiantil se elevaba desde el patio central, ese coro vigoroso me daba la impresión de no estar realmente presente en una despedida, más aún todo indicaba de no serla.

Al escuchar el mensaje final de uno de sus alumnos en representación de dicha promoción, quedo claro que los lazos que los une a la comunidad ignaciana va más allá del contexto del colegio, pues cada uno de sus licenciados mostró una claridad de que ese día era sólo un punto de inflexión en sus vidas, y que a partir de ese punto se habría un nuevo camino para poner en práctica las enseñanzas de San Ignacio, resaltadas con el ejemplo del P. Alberto Hurtado en el siglo recién pasado. Las palabras del alumno a los asistentes mostraron una clara conciencia de que ellos tienen mucho que hacer, decir y aportar a esta sociedad, que de hecho no los va a recibir con los brazos abiertos, ya que asumen que deben cambiarla con el fin de que reencuentre el camino de la espiritualidad.

Esta promoción ignaciana siente que es en la sociedad actual donde pueden iniciar el necesario cambio social, llevando en el corazón la espiritualidad de San Ignacio guiados por huella dejada por el P. Alberto Hurtado, con el fin de alejarnos junto a nuestro prójimo de la pobreza, generando más espacios para la educación de todos los chilenos, y así encontrar la senda de la verdad para que en este rincón del universo llamado tierra, o más precisamente llamado Chile renazca la esperanza.

No me cabe duda que estos alumnos conocen y aman a Cristo. Por tanto, son el punto de partida y de permanente comienzo de experiencias para hacer de Cristo su camino de vida espiritual, lo cual les permitirá perseverar y alcanzar la madurez humana en la rectitud de sus acciones, haciendo de sus vidas por decisión propia una continua búsqueda de hacer la voluntad de Dios. En palabras de P. Peter-Hans Kolvenbach s.j. “Nosotros los ignacianos venimos de Cristo y somos suyos. Pero Cristo ha querido que a la vez vengamos de Ignacio, cuya vida reflejada en los Ejercicios Espirituales, nos ha marcado hasta muy adentro, para mejor conocer, amar y servir a nuestro señor en todo y en todos”.

El discurso de este representante de los alumnos fue lo bastante extenso e incómodo para varios de los asistentes, que sólo vienen a escuchar frases bonitas que luego quedan en el olvido aspecto que en su alocución nos recordó más de una vez, preguntándose donde estaban las anteriores generaciones, para unirse en el camino de Cristo haciéndolo parte de sus propias vidas y de las instituciones en que el futuro les depare participar, evitando rendirse ante una sociedad globalizada económicamente y mediática donde los referentes son el status socioeconómico.

Finalmente dejaré planteada una pregunta, pues no puedo dejar de pensar en si estamos preparados las instituciones universitarias y centros de formación técnica para acoger a estas promociones en las cuales ha renacido el espíritu de sacrificio, el sentido del esfuerzo y la responsabilidad solidaria. ¿Realmente los académicos estamos en condiciones de asumir este desafío espiritual?

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