Comienzo por aclarar que lejos estoy de
tener un canon literario para criticar una obra poética, sabido es que incluso
para los críticos de la talla de un Harold Bloom esto no era una competencia
fácil de poseer, por la incompatibilidad entre el intento de conjugar la finitud
de la vida con la percepción de infinitud de la producción literaria que existe.
Teniendo en consideración lo anterior estuve releyendo el poema “Los Bueyes” de
Magallanes Moure, que describe de manera desarraigada el trabajo de estos animales,
como si los seres humanos no fueran parte de dicho entorno, preocupándose más
en derivar hacia la humillación sexual de dichas bestias.
No pretendo con lo anterior obviar el
principio de symploké mencionado por Platón en “El sofista”, en que la realidad
se explica como un conjunto de elementos que no pueden estar todos en relación
con todos, como si correspondieran a un monismo inmóvil. No se trata de esto, es que
me parece que al autor se le olvida que los bueyes no andan trabajando la
tierra por su propia voluntad.
Tampoco esta demás decir que tal discurso
poético de Magallanes no me causa ninguna extrañeza, teniendo presente que no
se puede desconocer su adhesión al círculo de poetas nacionales de los inicios
del siglo XX, que tenía a Pedro Prado como eje temático central de aquella
época.
Bueno, pero lo que hoy deseaba comentarles
era que lo anterior me ha llevado a recordar un texto de Luis Emilio
Recabarren; que citó en cierta oportunidad el Prof. Jaime Concha oriundo de
Concepción; en el que se describe de manera asertiva como se fue estructurando
la sociedad chilena por aquella fecha: “La clase media que se recluta entre los
obreros más preparados y los empleados ¿habrá hecho progresos? ¿Recorramos su
condición y convenzámonos! Esta Clase es hoy mucho más numerosa que lo que era
antes en proporción a cada época. Ha aumentado su número a expensas de los
extremos sociales. A ella llegan los ricos que se empobrecen y que no pueden
recuperar su condición y los que logran superar en la última clase.
Esta clase ha ganado un poco en su
aspecto social y es la que vive más esclavizada al qué dirán, a la vanidad y
con fervientes aspiraciones superfluas y al brillo falso. Debido a estas
circunstancias que le han servido de alimento, esta clase ha hecho progresos en
sus comodidades y vestuario, ha mejorado sus hábitos sociales, pero a costa de
mil sacrificios en algunos casos; de hecho delictuosos en otros y poco
delicados en la mayor parte de los casos”.
Más allá del concepto de clases y de la
connotación socioeconómica de las palabras ricos y pobres que nos señala
Recabarren, que a algunos puede hacernos bastante ruido ideológico, tengo la
percepción que la construcción de los estratos medios de la sociedad chilena,
aún está marcada por sus raíces de origen de fines del siglo XIX y comienzo del
siglo XX.
Por supuesto, en este análisis habría que
incluir un factor que ha sido muy influyente con el avance histórico, pues la
ganancia social ha sido determinada por el acceso incremental a la educación,
lo que ha promovido una mayor movilidad social, con una alta probabilidad de
haber mejorado en la sociedad chilena su intelectualidad y calidad de vida.
Finalmente advertir la necesidad de
hablar con una debida prudencia ante la afirmación de lo que denominamos
ganancia social, ante lo que quizás sea necesario concordar que el tema no se
agota aquí (ello nunca sucede), pues desde la perspectiva de nuestro siglo
actual debemos reconocer que tenemos grandes desafíos éticos en lo social.
Bibliografía
Platón. El Sofista. Alianza Editorial.
Colección: El libro de bolsillo, Bibliotecas temáticas, Biblioteca de clásicos
de Grecia y Roma. España. 1ª edición. Mayo 2010.
Recabarren, Luis E. Obras Escogidas: Ricos
y Pobres. Edit. Recabarren. 1965. Santiago. pp. 67-68.
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