Tengo la plena convicción de que hay temas que es mejor no opinar, porque
generan desencuentros más allá de lo previsible, más mi vida se ha
caracterizado por no seguir esta aconsejable directriz, y por tanto no rehuyó
el tema del fallo de la CIJ de La Haya en relación de la demanda del Presidente de
Bolivia Sr. Evo Morales.
Mi reflexión es
de una mirada de un ciudadano de este país que se siente avergonzado del
espectáculo que dan algunas autoridades nacionales y regionales, celebrando un
fallo jurídico, al cual le reconozco la ganancia de haber sido una instancia que
resguarda a ambos países de políticos y militares, que muestran su chauvinismo
desenfrenado que exacerba las diferencias de los pueblos, denostándolas como si
una fuera mejor que el otro.
Dejemos de
colocarnos la mano en el corazón para enarbolar símbolos y cánticos
patrioteros, y utilicemos nuestra razón para mesurar nuestras emociones en
respeto de otros ante la adversidad de sus argumentos, invitándolos a
encontrar espacios comunes en los cuales construir acuerdos que beneficien a ambos
pueblos.
A pesar de lo
anterior, hay un hecho concreto para ambos países, que si lo hubieran
considerado no habrían gastado altas sumas de sus erarios nacionales en algo
tan evidente: los tratados internacionales garantizan con su respeto la paz y
con ello la integración, que ha de construirse sobre tal base jurídica. Se
suma, que es incomprensible que algún país este obligado a negociar soberanía
por tener negociaciones previas, pensar de esta manera pone en peligro la
confianza de futuros espacios de diálogo.
Insisto en
preguntarme que celebran nuestros compatriotas si sabíamos de antemano que
nuestra soberanía no estaba en juego. Acaso se podría considerar que se nos
conminara a un diálogo con Bolivia era una derrota, no puedo imaginarme que en
los años que vengan luego de este fallo ambos países no busquen encuentros de
diálogos, me parece imposible y poco sensato que ello no ocurra.
Por cierto, el presidente
Sr. Evo Morales tiene que cambiar su actitud de seguir señalando como un
triunfo político, diplomático y moral del Estado Plurinacional de Bolivia el
hecho de haber llevado a Chile la CIJ de La Haya. Además, descalificar la
propia instancia que él validó ante sus compatriotas, como a su vez seguir un
camino de beligerancia con Chile, como es el de promover una investigación para
cuantificar los daños provocados por la falta de acceso al mar y así cobrar la
deuda generada por esta situación a Chile.
Más que celebrar
tengo la preocupación de que el Sr Evo Morales siga utilizando la accesibilidad
al mar como una plataforma política, y se aumenta mi desasosiego cuando observo
una estrategia comunicacional deliberada de negar la inapelable sentencia
judicial, considerando la mínimas y rigurosas excepcionalidades que puede
permitir la CIJ de La Haya.
Los chilenos en
mi opinión no hemos ganado ni siquiera tranquilidad futura por las aspiraciones
bolivianas de acceso al mar con soberanía, las que continuaran de manera
inmediata por la actitud política de un gobernante que no visualiza y desconoce
la realidad jurídica que tiene, mostrando una incapacidad de hacer
planteamiento entre dos países vecinos; que por este mismo hecho; no dejaran de
serlos con gran probabilidad en lo futuro.
Ante que se me
tilde de antipatriota debo decir que no he estado de acuerdo con la formalidad
y el fondo del planteamiento boliviano. De hecho, pienso que uno de los graves
efectos sobre el inevitable diálogo por venir, es el daño ocasionado a la
confianza entre ambos países, que necesitan seguir compartiendo sus fronteras.
Por cuanto en nada contribuye el continuar realizando manifestaciones de
algarabías y declaraciones de triunfos morales, pues aún no hemos ganado nada
ni tenemos nada que celebrar y es menester que si queremos celebrar primero logremos
un consenso por el bien de nuestros pueblos.
Como chileno declaro que ha habido un juicio jurídico
justo y será la prudencia y la mesura el avaluar con satisfacción, que la CIJ
no se haya inclinado por una sentencia salomónica y manifestar mi profundo
anhelo de concordia y desarrollo de nuestros países, reanudando las confianzas
para generar un diálogo que construya una integración concreta, que se haga
cargo de los intereses mutuos que contemplen la realidad jurídica, para que
ambos pueblos sigan asegurando la paz social.
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