En el contexto de la vorágine reflexiva
que vivimos en estos días me pregunto: ¿Qué esperamos de las humanidades en las
universidades del siglo XXI? Un primer acercamiento a una respuesta, quizás sea
vigorizar las redes entre las diversas disciplinas que se imparten en el
quehacer universitario, permitiendo con ello el desarrollo de un espacio tiempo
programado para el diálogo inclusivo intelectual.
Si realizamos un somero escalamiento
histórico de lo humano al enfrentarse ante el avance científico y tecnológico,
no dudamos en verificar su impacto al extender significativamente las
capacidades del ser humano, lo que ha modificado el paradigma desde cual
deconstruir lo que hoy definimos como lo humano.
De hecho, por estos días nos encontramos
en medio de una discusión pública de cuestionar el sistema simbólico que mueve
la inteligibilidad de género, de lo cual deviene lo humano; en mi opinión no al
revés; que determina lo importante que es la definición previa de la identidad
de género para la constitución de lo humano. Las humanidades deben aportar los
conocimientos necesarios para comprender la evolución del sistema simbólico de
la inteligibilidad de género, y con esto al menos pergeñar una matriz
epistemológica que conforme a partir de esta la identidad de lo que nos define
lo humano.(1)
Pero dejemos atrás este ejemplo
actualizado y adentrémonos en el escenario en que se desenvuelven las
humanidades en la actualidad, y para ello debemos explicitar antes dos grandes
escollos que ellas enfrentan. Por una parte la pérdida de espacios en el campo
de desarrollo de las denominadas ciencias duras, y por otra la idea de que en
un escenario económico especialmente neoliberal, no se visualiza lo que las
humanidades rentan.
Lo anterior son ideas de fuerza que
buscarían entender que las humanidades por si no se presentan como un quehacer
de utilidad práctica inmediata, lo que profundiza el prejuicio de inutilidad,
para modificar favorablemente los indicadores socioeconómicos que miden los impactos
cuantitativos inmediatos.(2) Claramente no corresponde deducir que las humanidades
se oponen al desarrollo de las ciencias, sino lo que se desea resaltar es que la problemática está en la rúbrica con
que se evalúa a las humanidades.
Por cuanto no parece una afirmación
temeraria expresar que la pérdida de las humanidades en la educación
disciplinaria universitaria, nos dejaría sin un espacio de formación de las
personas, lo que afectaría que los estudiantes egresaran sin el compromiso
profesional o técnico con la sociedad, la que demanda ciudadanos integrales que
en su acción social apliquen las competencias y habilidades obtenidas en su
paso por la educación superior, enmarcada en un sentido ético y de respeto de
lo humano.
Finalmente si abogamos por un cambio
cultural hacia lo inclusivo de las personas, me parece importante comenzar por
evaluar nuestra responsabilidad personal e institucional de lo que estamos
aportando en el quehacer académico, por las humanidades en el ámbito de la
educación superior.
Bibliografía
1.- Butler, J. Cuerpos que importan. Editorial Paidós. Buenos Aires, Argentina. 2008
2.- Nussbaum, M. Not for Profit: Why Democracy Needs the Humanities. Princeton University Press. 2012
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