Este año se cumplieron 100 años del
nacimiento del poeta Pablo Neruda, quien nos dejó la invitación eterna de
caminar en la alegría de vivir; vivir eso que Don Pablo sabía hacer muy bien, no importando que las dificultades del entorno
mostraran un devenir poco favorable. Sus palabras solidarias resuenan en el
tiempo: … Voy a cumplir con todos/ porque debo/ a todos mi alegría./ No se
sorprenda nadie porque quiero/ entregar a los hombres/ los dones de la tierra,/
porque aprendí luchando/ que es mi deber terrestre/ propagar la alegría/ Y
cumplo mi destino / con mi canto.[i]
Releyendo el Canto General descubro el espíritu del hombre americano que se cobija en la naturaleza, de un continente rodeado de mares que llegan hasta el cielo, cielo que envuelve llanuras y montañas, donde Neruda encuentra el agua cristalina que baña las piedras, esas piedras que al poeta le hablaron: Sube conmigo/ amor americano/ besa conmigo las piedras secretas[ii].
Neruda vivió entre la gente, para la gente y para el mundo; su mejor libro lo escribió en la lejana Birmania, era un hombre que invitaba a su mesa poética a saciar su hambre perenne, un manto blanco extraído de la cordillera nevada resaltaba las recetas de versos, que colmaban a los comensales con exquisiteces diversas, que este poeta agradecido de las cosas de la vida, celebraba de manera lúdica todo aquello que para otros podía ser trivial.
Nuestro vate confiaba en que los hombres y mujeres de los pueblos del mundo llegarían a saciar su sed de justicia, y su poesía comprometida y alegre sería un himno que cantáramos con ardiente paciencia. A los poetas es más importante leerlos que tener la osadía de comentarlos, por ello me remito finalmente a un fragmento de su discurso pronunciado en Estocolmo con motivo de la entrega del Premio Nobel de Literatura de 1971:
“Hace hoy cien años exactos, un pobre y
espléndido poeta, el más atroz de los desesperados, escribió esta profecía: Al
amanecer, armados de una ardiente paciencia, entraremos a las espléndidas
ciudades. Yo creo en esa profecía de Rimbaud, el vidente. Yo vengo de una
oscura provincia, de un país separado de todos los otros por la tajante
geografía. Fui el más abandonado de los poetas y mi poesía fue regional,
dolorosa y lluviosa. Pero tuve siempre confianza en el hombre. No perdí jamás
la esperanza. Por eso tal vez he llegado hasta aquí con mi poesía y también con
mi bandera. En conclusión, debo decir a los hombres de buena voluntad, a los
trabajadores, a los poetas que el entero porvenir fue expresado en esa frase de
Rimbaud: sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad
que dará luz, justicia, dignidad a todos los hombres. Así la poesía no habrá
cantado en vano”[iii].
[i] Neruda, Pablo. Odas Elementales. Pehuén Editores. Santiago 2008.
p. 29
[ii] Neruda, Pablo. Canto General. Alturas de Macchu Picchu Editorial
Cátedra. Madrid. 2005 . VIII.
[iii] Discurso de Estocolmo. Pronunciado por Pablo Neruda con ocasión
de la entrega del Premio Nobel de Literatura. : http://www.neruda.uchile.cl/discursoestocolmo.htm
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