Hacia fines de los años sesenta caminaba por la Alameda de
Talca casi a diario, por tanto no es una ficción pensar que pude haber meditado que en los
últimos días de la primavera del 69, existía en mi un sentimiento profundo de
que estaba viviendo una época que estaba en pleno proceso de cambio, del que yo
era parte con un optimismo que se completaba con la próxima llegada de las
vacaciones de verano que traía un cambio de folio de los 70.
Atrás quedaban los grandes gritos parisinos del 68, el
espectacular éxito de la ciencia espacial que había llevado al hombre a la luna
y para la juventud de la época que habían tenido sus tres días de Paz y Música
(bueno amor también) con el Festival de Woodstock.
Quizás en sintonía con ello el sociólogo de la Universidad
de Harvard Philip Slater opinaba que al menos en USA de los años 70 se
iniciaban con un conflicto generacional, que mostraba por un lado la cultura de
los adultos, que se sustentaba “en la escasez, en la producción y el consumo,
en la acumulación de riquezas, en la envidia, la competitividad y la búsqueda
de la distinción, la cultura del esfuerzo y la búsqueda de la movilidad social ascendente
y, en el otro polo, unas culturas juveniles centradas en los sentimientos, en
el cultivo de la experiencia íntima, en la entrega del presente inmediato, en
la búsqueda de la expresión estética y la creencia mágica en el poder del
amor.”[i]
Por cierto desde la posesión histórica actual vemos que ni
Slater y ni un simple mortal como yo podíamos imaginar lo que vendría unos años
más, donde se exacerbaría el individualismo de los adultos y el narcisismo de
los jóvenes, perdiéndose el límite
diferenciador entre la juventud y la adultez.
La voz de Joan Báez, de Joe Cocker y Carlos Santana entre
otros, se vería apagada por la letra de un tema pegajoso pero bien rebuscado,
por un humorista oportunista que lo cantaba a todo pulmón en el Festival de
Viña del Mar del verano del 74: ….. Libre, como el sol cuando amanece yo soy
libre, como el mar. Libre, como el ave que escapó de su PRISIÓN y puede al fin
volar. Libre, ….. [ii]
Desde mi mirada, lo ocurrido entre esos dos festivales
marcaron un giro inesperado en la vida de muchos de nosotros, de tal manera que
si volviera a caminar este fin de primavera 2014 por la Alameda talquina, mis
sentimientos serían muy distintos dado que los contextos históricos importan.
De hecho Marx señala, que los hombres hacen su propia historia, pero no la
hacen de una forma completamente autónoma en la circunstancias que ellos mismo
eligieron, sino que lo hacen en circunstancias que encuentran ya previamente
preestablecida, dadas y heredadas.[iii]
En esos tiempo de la primavera del 73 en adelante habría
sido un suicidio vital citar a Carlos Marx, tal irresponsabilidad habría tenido
sus consecuencias serias por decirlo suave, hoy lo hago con tranquilidad aunque
debo asumir que aún hay personas que mantienen un estigma intelectual sobre sus
pensamientos, al punto de creer que por el sólo hecho de nombrarlo implicaría
ser adepto del marxismo leninismo.
El tiempo aquel en que el “ave escapó de su prisión” fue
algo serio sin carcajadas; las cuales a decir de Nietzsche son necesarias para
no sospechar de se nos oculta la verdad, es así que vivimos alejados por un largo tiempo de la
alegría, luego nos prometieron que llegaría y aún la esperamos, con un rictus
de sonrisa esperanzadora que nos conduzca de verdad a una sociedad más
humanitaria, más habitable y más justa sin necesidad de festivales.
[i] Alvarez Uria
F y Varela J. Sociología de las instituciones. Ediciones Morata. 2009. Madrid.
p.10
[ii] Nino Bravo.
Canción Libre. Interpretación en el Festival de Viña del Mar 1974 por el
humorista chileno Bigote Arrocet
[iii] C. Marx y
F. Engels, Obras escogidas: El dieciocho
brumario de Luis Bonaparte, Editorial Progreso, Moscú 1981, Tomo I,
páginas 404 a 498.
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