Dada la decisión
final de la Corte Suprema de nuestro país en relación a permitir que se
continué la construcción del
Galpón al interior del Puerto de Antofagasta, la ciudadanía ha asumido que por
el momento no hay mucho por hacer para impedir que dicho galpón se convierta en
un lugar de acopio de mineral. Por cierto que esto no incluye las posibilidades
de exigirles a sus propietarios que cumplan con las condiciones de transporte y
acopio del material. Cabe mencionar que en la discusión debe incluirse los
riesgos de la naturaleza inherentes a los territorios de bordes densamente
poblados[i].
Es cierto que el galpón en las actuales condiciones no
contamina el aire que respiramos los antofagastinos, si hay alguna
contaminación esta sería estética, pero este un tema del que no es responsable únicamente
los que construyeron ese recinto, si no que también compromete a una ciudadanía
que poco se ha preocupado de la
ciudad en la que desean vivir. De hecho como ha indicado el urbanista Emile
Ugarte[ii]
la ciudad de Antofagasta necesita tener un ordenamiento territorial, aspecto
que es esencial para asegurar la calidad de vida de los ciudadanos.
Hace unos días atrás se me preguntaba que pensaba de lo que
ha ocurrido con este tema de la construcción del galpón por la ATI: ¿ello es
bueno o malo? o ¿es Justo o injusto? Mi respuesta es que es difícil dar una
opinión definitiva sin que ello involucre tomar una definición por un bando
determinado, sin detenerse a buscar un entendimiento en un tema que no se puede
concluir por la ganancia total de un sector.
Pienso que a la ATI le faltó darse cuenta que la
mundialización esta creando una ética más cercana al quehacer humano y por ende
de lo socialmente aceptable, de tal manera que a los actores de la sociedad se
le está exigiendo una mayor responsabilidad en sus acciones o más precisamente
cuando actúan como agentes de desarrollo. La influencia de la ética en pleno
siglo XXI es un hecho que dichos agentes de desarrollo no pueden soslayar, y de
hacerlo se encontraran con situaciones sociales que pueden ser de muy difícil
manejo.
Sin dudas que la educación ha disminuido la ignorancia y ha
promovido la participación informada de la sociedad, pues los sujetos en sus
comunidades tienden a empoderarse de los temas económicos, sociales y
políticos. Reconozco si, que los ciudadanos de Antofagasta poseen esta
fortaleza pero como contrapartida mantienen una debilidad que se evidencia en
que no tienen definida la ciudad en la que quieren vivir, en otras palabras que
valores son los que mueven las decisiones que se tomen sobre el futuro de esta
ciudad portuaria.
Antofagasta es una ciudad de borde que se ha visto afectada
con lo que Meyer(1990)[iii] ha
denominado el paso de un concepto de puerto industrial a otro de puerto en red, donde este último
pasa ha responder a una actividad portuaria mundializada más que centrada en la
actividades propias de la ciudad. Es decir estamos frente a un divorcio entre
la actividad portuaria y la ciudad, pues ya no existen los grandes almacenes
que vivían del movimiento de cargas del puerto.
Además, los inversionista que administran un puerto han
caído en la “lógica tecnocrática productiva , esclareciendo la convivencia de
marcos normativos débiles, inexistentes o inoperantes para una
compatibilización de territorios de borde, que resultaron forzosamente
persistentes superficies monocultivos, con el predominio de una lógica de
inversiones que sin restricciones; y por tanto sin inclusiones, busco la máxima
rentabilidad con la menor inversión…” [iv]
Por otro lado, los manejos de bordes costeros que involucran a las ciudades
con puertos de larga data de funcionamiento, han realizado construcciones como
es el caso del Mall Antofagasta, imponiendo acuerdos copulares, que han excluidos
que la ciudad tenga la oportunidad de un debate urbanístico y planificador con el funcionamiento del
puerto. Cabe preguntarse con preocupación si una ampliación del puerto afectará
al Mall o a otros espacios públicos.
A si mismo los actores sociales no deben olvidar la
percepción negativa que tienen los ciudadanos de la clases política y administrativa, como empresarios y no
olvidar los signos de corrupción. Como tampoco los ciudadanos de Antofagasta deben tener tan baja
participación en la elección de sus autoridades, pues han de asumir que la
democracia no se hace con espectadores sino que con actores que hacen realidad
su ciudadanía.
En similar sentido considerando la influencias éticas
actuales los empresarios además de sus responsabilidades sociales, deben
reflexionar que desde la perspectiva de utilizar el desarrollo de un país como
un indicador de libertad[v], la
creciente desigualdad que generen sus decisiones de inversión como la
afectación que provoquen sus acciones productivas sobre el medio ambiente,
necesariamente nos pueden llevar a pensar que estamos ante una pérdida de
libertad de los ciudadanos.
En definitiva los habitantes de Antofagasta han dormido lo
suficiente como para despertar con la motivación de decidir la ciudad en
que desean vivir.
[i] Calvo
García-Tornel. Sociedades y territorios en riego. Ediciones Serbel. Barcelona,
España. 2001 p. 11-34
[ii] Ugarte
Emile. Opinión en Foro sobre el galpón del Puerto de Antofagasta en actividad
organizada por el Depto de Ciencias Farmacéuticas y Colegio Regional de Químico
Farmacéuticos y Bioquímicos de Antofagasta 06 septiembre 2014.
[iii] López M, F
y otros. Chile urbano hacia el siglo XXI. Investigaciones y reflexiones de
política urbana desde la Universidad de Chile: Territorios en disputa y
conveniencias de una definición. Editorial Universitaria-Estudios. Santiago
2013. P. 65-67
[iv] López M, F
y otros. Chile urbano hacia el siglo XXI. Investigaciones y reflexiones de
política urbana desde la Universidad de Chile: Territorios en disputa y
conveniencias de una definición. Editorial Universitaria-Estudios. Santiago
2013. P.66
[v] Sen,
Amartya. Concepto de desarrollo como libertad utilizado por este autor.
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