Hay una gran probabilidad que lo escribo y opino aquí no sea
leído por Felipe Berríos y Alberto Mayol, de quienes tuve la oportunidad de
escuchar sus conferencias el miércoles 20 recién pasado, en el marco del Seminario
“Desigualdad y Pobreza” realizado por la Pastoral de la Universidad Católica
del Norte en la ciudad de Antofagasta. Esta ocasión me referiré a un comentario del sr. Mayol dejando a nuestro sacerdote Berríos para unós días más.
Parto diciendo que tiene razón el Sr. Alberto Mayol cuando señala que hoy aquella persona que es
lector, está tipificado como un sujeto “anormal”, cuyas evidencias claras que
lo caracterizan está dado por un comportamiento limítrofe en lo cotidiano; más
cercano a lo insociable, debido a que su capacidad de diálogo está impedida y
en muchos casos acotada, lo que hace crisis si tiene la mala idea de intentar
iniciar una conversación, comentando el último libro que ha terminado de leer.
Un acto como este, que impone una temática que por lo
general no puede ser compartida por la gran mayoría de los chilenos, quienes
presentan un bajo nivel de lecturas,
de libros que no estén directamente relacionados con su actividad
laboral, y que en términos cuantitativos su indicador personal no llega a
superar la lectura de uno a dos libros por año.
Sin dudas impacto el ejemplo mediático dado por este
sociólogo cuando señala que antes los personajes de las películas que asumían
representar la maldad, eran personas que no tenían un desarrollo intelectual,
hoy por hoy son grandes lectores de ensayos o literatura universal, incluso
afines a las grandes obras de la música.
Confieso hidalgamente que yo soy uno de esos “desadaptados”
que camina por la ciudad de Antofagasta, paseando mi “docta ignorancia” de café
en café, mientras tomo un par de notas que pueden llegar a ser parte de un
artículo en este blog, como ustedes saben un medio asincrónico que permite
comunicarme y con ello abrir una ventana que me ayuda a superar mi
desadaptación temática.
A pesar de lo anterior he logrado generar espacios
participativos en día y horas determinados, principalmente en ciertos cafés
distribuidos en el plano de la ciudad. Además de aprovechar aquellos eventos de
conversación que ofrecen algunas instituciones educativas y culturales. En
definitiva he aprendido a vivir la
soledad, que he llenado con un ocio reflexivo, expuesto voluntariamente a ser
interrumpido por quién es ávido de
una buena tertulia.
Si Sr. Alberto Mayol, somos sujetos anómalos pero que
podemos al menos por algunos
momentos aspirar a ser normales…
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