Aunque me encontraba en
Colombia tuve la necesidad interior de comenzar este relato en un Café en la
ciudad de Antofagasta (Chile), donde diariamente tomo asiento frente a una taza
de café mientras leo y de cuando vez observo el quehacer de la gente. Un par de
chicas colombianas atienden aquel lugar con una amabilidad y simpatía que he
percibido en el mismísimo territorio colombiano, es decir esta gente hermosa no es
así por una simple casualidad.
A su vez estimo que es
oportuno recordar a la escritora Cynthia
Rimsky, quién marca una diferencia sobre la mirada que debemos tener
como perspectiva útil al momento de adentrarnos en la senda de un viaje, por
rincones pleno de referencias urbanísticas con sus espacios públicos de
reencuentro para quienes los habitan y, aquellos otros que se abren a los
visitantes para dar testimonio de sus raíces y progreso histórico. Rimsky nos
propone alimentar nuestro asombro como viajeros saliendo al encuentro de tales
mundos, considerando que en su periferia nos recuerdan que no es distinto las
motivaciones con que otros en otras latitudes construyen sus entornos, con el
mismo fin de satisfacer las necesidades ciudadanas, quitándole un espacio a la
naturaleza con el objetivo de habitarlos humanamente.
Colombia es verde, es todo
verde, de hecho al iniciar estas palabras les pido que intenten reflexionar que
si para quienes viven esta cotidianidad le es difícil describir una geografía
que posee tal singularidad, cómo lo será para mi describir este verde de todos
los matices que os podéis imaginar, así es la "Gran Colombia". Ante
esto, para aportar una mirada distinta a nuestra visita he decidido elegir a la
poesía ; lo que no indica que ello siente antecedente para un juicio de
autoridad en lo que sigue, pues
ella como género literario me permitirá alcanzar con mayor asertividad una
descripción más cercana, de lo que es vivir una estadía en estás tierras desde
la perspectiva del corazón.
Como en su oportunidad
escribió Fabio Jurado: "que la poesía también narra, que debe decirnos algo,
porque la poesía no es un mero juego de palabras o un libre albedrío del
lenguaje", es esta reflexión la que me entrega un sentimiento de confianza
en que un verso, podrá captar en toda su magnitud esta naturaleza geográfica y
el sentir espiritual de sus habitantes, prolongando sus verdes vegetales como
una armoniosa red en la cual se abran la diversidad de botones de sus flores
multicolores, mientras los pajarillos entonan su música que nos recuerda lo
hermoso que es sentir que se vive.
“Te hablo también: entre
maderas, entre resinas, entre millares de hojas inquietas, de una sola hoja;
pequeña mancha verde, de lozanía, de gracia, hoja sola en la vibran los vientos
que corrieron por los bellos países donde el verde es de todos los colores, los
vientos que cantaron por los países de Colombia” (Aurelio Arturo).
Adentrarse por las calles de
Medellín en reencontrarse con su historia iniciada por indígenas, mucho antes
que un destacamento ibérico precisamente en un mes de agosto del año 1541 se
asentara en estas tierras en busca de Eldorado. Así hacia noviembre de 1675 se
establece como Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín.
Medellín es una ciudad
entretenidísima donde el café y la música son parte de su personalidad, con
transformaciones viales y arquitectónicas que demuestran su presente de plena
modernidad, aunque no por ello olvida sus raíces históricas. Esto queda en
evidencia al visitar el Cerro Nutibara donde se puede recrear un pasado
histórico en el Pueblito Paisa construido en su cima.
El Río Medellín es una señal
indeleble a la cual apegarse con objetivos de orientación en una ciudad de más
de 2 millones de habitantes, ya sea montado en el Metro que sigue su cauce o elevándose en una
pendiente de temer en el Metro Cable hacia el Parque Arví. Si el vértigo no es
tu opción puedes recorrer sus plazas, parques e iglesias y, si la oportunidad
es propicia entregarnos al asombro aurífero que nos regala la visual de los
guayacanes florecidos, para luego entrar al museo de Antioquía y salir hacia la
Plaza de las Esculturas del Maestro Fernando Botero, en las cuales lo “gordo”
no es sinónimo de obesidad mórbida.
A principio de agosto se
celebra en Medellín el Festival de Orquídeas Pájaros y Flores en el Jardín
Botánico; un espectáculo maravilloso, en el cual se muestran anualmente
trabajos florales que son evaluados por expertos internacionales. La feria
tiene como su invitada central a la Orquídea en su calidad de flor nacional, la
que es presentada en una gama de colores en que los expositores proponen una
experiencia visual que se puede vivir y gozar en Medellín la Ciudad de la
Eterna Primavera. Por un instante sentados en una banca frente a una apacible
laguna, fue oportuno recorrer los versos de Renata Durán: “De nube y verde y transparencia… La hierba es
agua. El aire su pura levedad, la luz su espejo, sus voces la lluvia y el croar
de infinidad de ranas. Sombras de seda en el atardecer….”
Al alejarnos de Medellín nos
quedo un sentimiento de desapego de un pueblo amable y sincero, reflejado en
una sonrisa siempre fraterna que invita a no olvidar que en este lugar del
mundo se puede gozar de la hospitalidad “paisa”. Nosotros continuamos viaje a
Cali que nos recibió en su ambiente caluroso de poca humedad, el que sólo se
hace asequible a medida que avanza el día, cuando aparece una brisa que
construye un viento que refresca la tarde, como nos recordaba el poeta Aurelio
Arturo: “He escrito un viento, un soplo vivo del viento entre fragancias, entre
hierbas mágicas; he narrado el viento; sólo un poco de viento”.
Santiago de Cali fue fundada
en julio de 1536 por el conquistador ibérico Sebastián de Belalcázar, ubicada
en el valle del río Lili desde donde podría haber tomado su nombre. Una
oportunidad para tomar contacto con sus raíces fundacionales se logra visitando
el Museo de Arte Colonial y
Religioso que se ubica en la Iglesia de La Merced.
La alegría y calidez de sus
gentes están presente en un ambiente primaveral en que la música y el baile son
eternos, pues no en vano la ciudad es llamada “la sucursal del cielo”, y como
atinadamente también lo expresa con la dulzura que proviene de la caña de
azúcar una de las estrofa de su himno citadino: “El paisaje se tiende a tus
plantas/ Y te rinde sus armas el sol, / Monta guardia la caña de azúcar/ Y es
el valle lección de verdor”.
La alegría Caleña ha sido
llevada al arte con una hermosa escultura de un gato ubicado en una de las
orillas del Río Cali; una obra del reconocido pintor y escultor Hernando
Tejada, lo interesante es que posteriormente se realizó un concurso para
encontrarle novia al “Gato del Río”, lo cual derivó que hoy se pueda admirar a
una decena de coquetas gatunas que buscan competir por el amor de este felino
sentado al borde del río.
Finalmente mis últimos días
colombianos se curvaron hacia la
capitalina ciudad de Bogotá, en un sentido de apego a las palabras del poeta Aurelio Arturo: “ Desde el
lecho por la mañana soñando despierto, a través de las horas del día, oro
niebla, errante por la ciudad o ante la mesa de trabajo, a dónde mis
pensamientos en reverente curva”.
Sentado en el
Café Juan Valdez mientras
saboreaba un Express de aroma muy
pronunciado, de buen cuerpo y acidez sutil del aquel café que se produce en la cuenca del amazona, recordé aquella
ocasión anterior en que estuve en Bogotá y tuve la oportunidad de admirar la
obra del pintor caldense Luciano Jaramillo Trujillo quién partió de este mundo en Diciembre de 1984, siendo una
de las figuras romántica y expresionista
que surgió allá por los años sesenta en la pintura colombiana, esta vez
tuve una oportunidad nueva al admirar las obras de Débora Arango en el Museo
Nacional de Colombia en el sector del Tequendama. Arango es una experiencia
social y política de una Colombia del siglo XX vista por la mirada de una artista que nos muestra a través
del arte su imaginario de la época que le tocó vivir, pintó cuerpos humanos
desnudos cuando aún eran tabú, y en sus óleos recreó a personajes marginados
del arte como prostitutas, obreros y mendigos lo cual la convirtió en una
transgresora para la sociedad de su tiempo. Aunque es sólo una coincidencia
también falleció en diciembre, pero del 2005.
Llegada
la hora de partir me acerco a la ventana de hotel para observar el cerro
Monserrat que se desvanece poco a poco entre la niebla y llegada del atardecer
y, evoco las palabras del poeta José Asunción Silva: "Magia adormecedora vierte
el río, en la calma monótona del viaje, cuando borra los lejos del paisaje, la
sombra que se extiende en el vacío….."
Sin
duda que volveré a Colombia para cobijarme en su manto de verdes bajo el oro y
la niebla.
3 comments:
Bellisimo texto, un abrazo
Lalo
Que buena experiencia, aunque nos has contado una cara de Colombia, y la otra cuando? Algo habrá de Pablo Escobar?
José
Gracias amigo, por los atisbos de un país que me está llamando hace un tiempo. Saludos, Vero.
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