Es posible y no por ello censurable que algunas personas estén en desacuerdo que afirme que Estados Unidos es un Imperio, que actúa como policía del mundo sin apegarse a unas obligaciones internacionales. Sin ahondar demasiado es mi impresión que su historia como imperio hasta ahora se puede dividir en tres grandes ciclos, uno primero que va desde los padres fundadores hasta el ataque japonés a Pearl Harbor, que corresponde a su consolidación; uno segundo que abarca hasta el 11S y, siguiendo con un tercero que llega hastanuestros días.
Una de las acciones imperialista estadounidense fue la invasión a Irak, quienes ofrecieron sin preguntarles a los iraquíes una vida nueva, sin agravios a los derechos humanos universales; la historia demostraría lo contrario. Para dar una visión humana he traído a mi memoria un artículo de la escritora Alia Mamdouh, que nacida en esta nación árabe le tocó vivir el área cero de su patria, tanto así de que hoy esta palabra “patria” no representa el sentimiento que la une a la tierra de sus raíces, ella prefiere referirse a Irak como su país con ello se “ahorra el tener que pensar en esos hombres de Estado Iraquí, el viejo y el nuevo, encerrados detrás del hormigón armado y los tanques norteamericanos, y cercados por un Tigris sometido”.
Poco después que el innombrable presidente de Estados Unidos invadiera Irak justificándose ante las NU con antecedentes falsos, respecto a la presencia de armas de destrucción masivas de carácter biológico, lo cual había sido establecido por inspectores calificados internacionalmente, Bernard Williams (2002) escribió un libro que muestra una sociedad contemporánea aferrada a dos corrientes, por una parte la que refleja la desconfianza creciente de la sociedad en general respecto al progreso científico y, en este sentido a valores como la racionalidad y la verdad. Por otra parte, los ciudadanos del mundo se sienten muy desconfiados de quienes ejercen el poder, quienes no son vistos como garantes de la verdad, esto alcanza a los científicos pero muy especialmente a los políticos.
A propósito de los políticos en mi país, quizás sea necesario previamente reconocer que puedo estar de acuerdo con una Senadora chilena legalmente designada aunque no elegida por los ciudadanos, que los problemas planteados por los movimientos sociales del país no se resuelven en las calles, pero ella debiera reconocer que sí es necesario solicitar su solución en ellas, pues es evidente que la representatividad de las prioridades de la ciudadanía no están en Poder Legislativo y tampoco en el Gobierno actual.
Desde mis lecturas de las clases impartidas por Michel Foucault en el Collège de France casi al final de su vida y, que hoy podemos acceder gracias a la publicación de su libro “El coraje de la verdad”, en el cual Focoault mantiene su idea anterior de que la verdad no es otra cosa que un instrumento del poder, sólo que en tal afirmación tengo un desacuerdo con él, respecto a su posición de considerar que el poder es una expresión humana intrínsicamente maligna, lo cual es querer ver sólo una cara de la moneda.
Con ello dese afirmar que existen situaciones es que las personas deben actuar conforme a la parrhesía para defender su visión de la realidad, un ejemplo muy significativo ya que estamos en los tiempos históricos de Bush fue el que le ocurrió al periodista Ron Suskind quién fuera duramente reprendido por un asesor presidencial, para quien los periodistas viven en la comunidad oval basada en la realidad, creyendo erróneamente que su trabajo consiste en estudiar la realidad discernible, añadiendo textualmente que: “El mundo ya no funciona así. Ahora somos un imperio y, cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad. Y mientras ustedes estudian esa realidad, por muy juiciosamente que lo hagan, nosotros seguimos actuando, creando otras realidades nuevas, que pueden estudiar también, y así es como se esclarecen las cosas. Nosotros somos los actores de la historia…. Y usted, todos ustedes, se limitan a estudiar lo que hacemos”.
En palabras de Foucault tenemos cuatro modo de veridicción que implican personajes distintos y que hablan de manera diferente, uno de ellos es el profeta que dice la verdad al develar en nombre de otro y enigmáticamente el destino. Tenemos el Sabio que habla cuando quiere en nombre de la sabiduría sobre el ser y la naturaleza. También está el profesor, el hombre del saber hacer que habla en nombre de una tradición científica y técnica. Y agregamos el parresiastés que dice la verdad en nombre de sí mismo.
Debo seguramente concordar con ustedes de que quién tiene por principio decir la verdad, no es una persona que la vaya a pasar muy bien. Un parresiastés no es una persona que se prive de hablar, muy por el contrario su deber y responsabilidad es estar constantemente interpelando con la mayor claridad posible. El decir veraz de un parresiastés no se focaliza en decir a la persona lo que es o son las cosas sino que lo ayuda a reconocer lo que él es.
Finalmente comprendo que hoy la verdad tiene muchas dificultades para abordar los desafíos que le impone el quehacer en la sociedad actual y, por tanto soy consciente que he dejado fuera el análisis filosófico sobre la necesidad de la verdad en el contexto de mundo posmoderno, siendo una evidencia que la verdad no se nos aparece como única, sino que se muestra como una pluralidad de verdades, cada una asertiva a su ámbito, pero no por ello infalibles pues todas están sometidas a un continuo proceso de perfeccionamiento.
Aunque como dice H. Gardner no se trata de alcanzar “la Tierra Prometida de la Verdad Pura”, sino de avanzar a través de la historia en la dirección adecuada y, por ello mismo que concluiré con un pasaje relatado por Platón de la vida de Ciro el soberano persa, quien permitía en su corte que los inferiores gozaran de una parte de su libertad, lo que promovía en los soldados intrepidez y amistad hacia los superiores, pues Ciro autorizaba el hablar franco y honraba a quienes eran capaces de dar una opinión prudente y valiosa poniendo esta habilidad al servicio de la comunidad, esta actitud accesible a la parrhesía de Ciro permitió el crecimiento de los pueblos de su época, señalando que los imperios quizás no sean una organización sociopolítica inaceptable, claro está si es capaz de jugar en el marco de la parrhesía y con ello permitir a los seres humanos integrarse en la construcción de un camino hacia la verdad.