"Veritatis simplex oratio est"

Séneca

Tuesday, December 21, 2010

Navidad 2010

Pensando en el ambiente navideño que me rodea me acomodo en un rincón del Café, y leo el discurso de Margaret Thatcher dado el 10 de octubre de 1975, en los Winter Gardens de Blackpool, ocasión en que afirmó que: “todos somos desiguales. Nadie, gracias a Dios, es igual a otra persona por más que los socialistas pretendan que no es así. Creemos que toda persona tiene un derecho a la desigualdad, pero a la vez todo ser humano es igualmente importante para nosotros”.

Es evidente que no somos iguales; de hecho con sólo observar someramente las vestimentas de cada uno esto es evidente, lo cual siendo una afirmación humana no creo que sea necesario dar gracias a Dios, para luego utilizar esta para actuar políticamente acrecentando las oportunidades de riqueza de unos pocos.

Ciertamente que no somos iguales a la hora de que queremos hacer de nuestras vidas, y en ello es esencial dar la libertad de elegir. Pero ello, hace menesteroso que se de en un contexto en que seamos iguales ante las oportunidades y medios necesarios para alcanzar nuestras metas familiares, de aquí que no me cansaré de decir que la salud y la educación son una responsabilidad país, que no se puede dejar en manos exclusivas del sector privado.

Cuando nos detenemos en algún café a ver pasar a las personas uno tiende a pensar que cada uno de ellos busca algo, confiados en la esperanza de lograrlo. En palabras de Santo Tomás el objeto de la esperanza es un bien infinito que toca la felicidad eterna, quizás esto sea una vez más la que los mueve por estos días a recorrer los escaparates y grandes tiendas, buscando un producto que represente la esperanza de que aquel otro ante lo dado sienta el amor de quien da.

En general a esta altura del calendario nos embarga el sentimiento de la vertiginosidad del tiempo con que ya llegamos a la navidad, la que se da en el contexto de un siglo XXI en la cual la dinámica sistémica de ciencia, técnica y economía (expresión de Habermas), socavan los cimientos del significado cristiano de la navidad. Además se enfrenta en las sociedades modernas y democráticas actuales, ante la diversidad acerca de lo que es bueno y nos da felicidad.

Acaso preguntarse si en nuestra experiencia cotidiana resulta extraño encontrarse que las actuaciones humanas se nos revelen con un afán individualista, banal e incluso hedonista. Estimo que no, tanto así que en muchas ocasiones prescindimos de las preguntas últimas e ideales, por el sólo hecho de buscar el éxito inmediato sin compromiso ni responsabilidad por los otros.

En este mismo momento en el café opto por levantar la vista hacia el cielo azul por un instante, para cerciorarme que sigo aún extraviado en este universo, donde yo y el otro existen deslizándome intelectualmente por la aseveración cartesiana , sólo por ese instante ya que la pregunta que de verdad me ronda es más agustiniana: ¿qué hago aquí?

No me cuestionaré por ahora de lo que nuestros yo han llegado a ser mental y corporalmente en la actualidad, aceptando que ese yo ha tenido un camino histórico conocido y otro misterioso, lo que si deseo expresar que para mi está claro desde que me encuentro arrojado al mundo de los otros, que ello me impulsa a ser uno que va delante de sí en vista de sí mismo, siguiendo el sentir de Heidegger en el que somos seres que estamos siendo en la proyección del tiempo a través de estar-en-el-mundo.

La navidad puede ser en cada uno de nosotros una oportunidad para buscar una respuesta intima de por que estamos aquí y ahora, reflexionando más allá del yo soy, para encontrar el sentido de la pregunta de ¿qué hacemos aquí?

Para la civilización occidental la navidad es un punto de inflexión anual en el cual podemos revisar nuestros deseos, intereses y preferencias personales con los de los otros, teniendo como antecedente que somos seres que nos movemos por amor, adonde quiera que los quehaceres de la vida nos lleven, así la navidad más que un día de intercambio de regalos es una oportunidad para reencontrarnos entorno a la familia humana, con la esperanza de tocar la felicidad eterna.

2 comments:

Anonymous said...

Tengo la impresión que creer en la navidad es como hacerlo en el viejo pascuero, que ya no le cree ni los chicos ... en el fondo la navidad es un invento católico

Francisco de la Fuente Vásquez said...

Los seres humanos durante nuestra vida buscamos la verdad, y esto lo hacemos en el error probable o en el asentimiento de lo que tenemos por cierto.
Esto a mi entender tiene que ver con el sentido de la vida, tan así que si antepongo mi incapacidad para buscar la verdad, y acepto que sólo encuentro el error, ello deja sin sentido el preguntarse Quién soy? o Qué hago aquí? y Quién eres tu?
En palabras de San Agustín tenemos algunas certezas dialécticas como el las denomina, pues "si alguien cree que en el agua el remo se quiebra y al sacarlo de allí vuelve a su integridad, no tiene un mensajero malo, sino un mal juez".
La navidad desde mi mirada tiende a darnos la oportunidad para responder a algunas preguntas humanas sobre el sentido de su ser.
Prefiero no caer en la posición de no asentir en nada, como tampoco en el peligro de lo probable, ya que encuentro en esto una actitud cómoda del que nada asevera no tiene yerro, como si el propio no aseverar asegurará que no se yerra, al fin y al cabo la verdad es la que muestra lo que es, como lo dice San Agustín
Francisco