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Séneca

Friday, April 02, 2010

Benedicto XVI: Un pastor para tiempos difíciles

Francisco de la Fuente Vásquez

En estos días vivimos días de profunda meditación cristiana, especialmente si nos atenemos al sentido que San Pablo le legó pastoralmente a las generaciones seguidoras del mensaje de Jesús, al considerar como lo más relevante a Cristo Crucificado y su posterior Resurrección. En cierto modo San Pablo es quien da los cimientos de lo que ha sido históricamente el desarrollo de la Iglesia Católica Apostólica de Roma, esta Iglesia que hoy parece enfrentarse a una vorágine que ha obligado a sus autoridades eclesiásticas a olvidar la consabida actitud de acogerse a la estrategia vaticana, o en otras palabras a seguir el camino de lo que en el mundo cotidiano se llama la “diplomacia vaticana”.

La comunidad cristiana demanda una respuesta oportuna desde la perspectiva humana y de la fe, para situaciones tan graves en las cuales se han visto involucrados hombres que ejercen cargos religiosos en la Iglesia Católica. Antes de avanzar, estimo necesario señalar que en este tema de los abusos sexuales concuerdo con el Papa Benedicto XVI que no es una problemática específica de la Iglesia, lo que indudablemente no representa una justificación de la fragilidad humana en la perspectiva de la teología cristiana del pecado. Lo preocupante es que sean sacerdotes y religiosos que hayan abusado de niños y jóvenes indefensos, y que una vez descubiertos los hechos estos no hayan sido enfrentados adecuadamente por autoridades de la Iglesia.

Quizás en este momento uno debiera no darle la razón circunstancial a Hans Küng cuando planteó en momentos previos a la elección del actual Papa, la inconveniencia de que esta recayera en el Cardenal Joseph Ratzinger, considerando sus actuaciones en su cargo como Prefecto para la Doctrina de la Fe. Sin embargo, tengo la impresión que eso muy por el contrario hoy se ha convertido en una fortaleza que permite que la más alta autoridad de la Iglesia Católica tenga las condiciones para enfrentar con entereza y realismo histórico estos difíciles momentos.

Benedicto XVI es el Papa, lo cual representó desde el mismo instante de su elección una nueva vida para un hombre religioso como era hasta ese momento el Cardenal Ratzinger. De aquí que estimo que en la comunidad cristiana no debe caber duda que este teólogo tiene las condiciones para enfrentar y guiar pastoralmente en estos ingratos momentos al pueblo de Cristo. De hecho, la manera como se ha venido desarrollando las audiencias y cartas pastorales de Benedicto XVI uno puede identificar claramente las motivaciones y directrices del teólogo que hay en él.

Un aspecto de su entereza queda plenamente demostrado en la carta que dirige a los católicos de Irlanda, en la cual pone de manifiesto su capacidad intelectual para transparentar el proceso de reconciliación, manteniendo intacta su autoridad pastoral al atender y dar testimonio convincente de su preocupación desde la perspectiva de la fe, recordando el pasaje bíblico de la “Roca de la que fuisteis tallado” (Isaías 51,1) y los santos que han dado su ejemplo heroico a la Iglesia y a la humanidad.

Su entereza continua cuando señala su vergüenza y el remordimiento ante tales abusos, para lo cual no escatima en nombrarlos como actos pecaminosos y criminales, los cuales pueden haber llevado a algunos fieles a rehuir la entrada en una iglesia. Por ello exhorta a los sacerdotes a recordar la figura de San Juan María Vianney, quién comprendía la misión del sacerdote como aquel “que tiene la llave de los tesoros de los cielos: Es el que abre la puerta , es el mayordomo del Buen Dios, el administrador de sus bienes”. De aquí que en particular se dirija a los sacerdotes y religiosos que han abusado de menores, expresándole que han traicionado la confianza de la cual deberán responder ante Dios y los tribunales debidamente constituidos.

Además encontramos el realismo histórico con que el Papa Benedicto XVI enfrenta la insinuación lógica de cierta comunidad cristiana, que reclama una renovación del cristianismo apartado de las jerarquías y dogmas. Su Santidad ha respondido a esto con una lección de teología histórica, señalando que el secreto del buen gobierno “es sobre todo pensar y rezar”.

El Papa nos recuerda la vida de San Buenaventura y la contraposición que vivió en su tiempo con Giocchino da Fiore, en la cual encontramos una reacción semejante a la invocación de una purificación generacional y radical de la Iglesia, que promueva un cristianismo espiritual hecho de puro evangelio sin jerarquías ni dogmas. De aquí que Benedicto XVI implique que del espiritualismo a la anarquía el paso es breve, y San Buenaventura en su tiempo lo consideró de esta manera, lo que lo llevó a declarar que “gobernar no coincidía simplemente con hacer algo, sino que era sobre todo pensar y rezar”.

No me cabe duda que el Papa Benedicto XVI nos ha entregado una lección muy importante sobre como enfrentar las encrucijadas de una institución tan importante socialmente a nivel mundial, separando los actos de sus miembros y comunidades particulares que han olvidado por algún momento su misión.

A su vez esta lección ha continuado al mostrar la humildad necesaria para mantener la vigencia de la Iglesia y conservar su autoridad pastoral, reivindicando el ejemplo de San Buenaventura respecto a la necesidad práctica de la estructura y de inserción de la realidad de la iglesia jerárquica, teniendo en consideración que su fundamento debe encontrarse en las enseñanzas de Jesucristo.

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