"Veritatis simplex oratio est"

Séneca

Sunday, October 07, 2007


Valor de educar en Valores
Francisco de la Fuente V.

Cuando focalizamos como objetivo del proceso de enseñanza- aprendizaje, el lograr un lenguaje discursivo en nuestros alumnos, que les permita integrarse en la comunidad profesional en la cual desempeñaran sus roles y propósitos en la sociedad, me es unívoco considerar los aspectos éticos que implican sus expresiones habladas y escritas, de su quehacer en su contexto laboral.

La problemática inmediata es si podemos entregar, promover e incentivar la educación en valores. Estos son hitos que actúan como fuerzas interpelantes que funcionan como ideales atractivos, al señalar rumbos que iluminan y le confieren sentido a las acciones humanas.

Teniendo presente que la educación es un quehacer que busca como objetivo primordial el crecimiento humano, por lo cual no puede dejar de involucrar en el proceso de enseñanza-aprendizaje el educar en valores, de manera que el alumno pueda orientar su actuar presente y futuro. Por esto el proceso educativo está menesterosamente vinculado al quehacer axiológico.

La educación en valores apunta precisamente a hacer posible el encuentro de las personas con los valores, para que éstos vayan paulatinamente incorporándose a su modo de ser y le generen un estilo superior de vida.

La investigación en educación y valores se ha manifestado en una doble perspectiva como objeto de investigación, por un lado en la presencia de los valores en el proceso formativo de los alumnos y, por otro en la educación en valores propiamente tal.

Considerando que nuestro quehacer académico se encuentra en el contexto del humanismo cristiano, es que me parece importante recordar las palabras de Hugo Montes sobre la manera como el padre Alberto Hurtado; hoy San Alberto Hurtado, nos reiteraría su opinión la que es tan válida hoy como ayer, respecto al énfasis en la tarea ejemplificadota del profesor, invitándonos a tener una clara jerarquía de valores, instándonos a darnos con alegría a nuestros alumnos, sintiéndonos como en un eslabón de una cadena que empieza en Dios, pasando por la Iglesia y el Estado, siguiendo en la familia y rematando en la institución educativa.

La educación integral de nuestros alumnos en la Universidad Católica del Norte, no sólo debe tener por objetivo la adquisición de un conjunto de capacidades básicas de tipo cognitivo, sino que también debe considerarse los aspectos emocionales y éticos. Por ello el sistema educativo de la UCN debe hacerse cargo de crear las condiciones y espacios necesarios para que la comunidad universitaria entregue, incentive y promueva los aprendizajes que permitan a los estudiantes educarse para una vida de desarrollo profesional y familiar con sentido moral.

No es lo mismo la información, el conocimiento y la sabiduría, siendo hoy por hoy cada vez más necesario discernir sus rasgos diferenciales. Por ello nuestro magisterio debe marcar un signo distintivo de la profesión docente, exigiendo no solo eficiencia sino también ejemplaridad en su quehacer.

Gustave Thibon, parafraseando el famoso dictum de T. S. Eliot cuando decía que “la cultura es lo que queda cuando se ha olvidado todo”, Thibon agrega que “la cultura es lo que falta cuando se ha aprendido todo”. Tenemos así que Thibon apunta más a la sabiduría, considerando que la sabiduría es más cercana a una actitud culta que a una meramente instruida. Si entendemos la cultura, tal cual la definió Gustave Thibon, como “la participación vital del sujeto en aquello que conoce”. Lo que estaríamos sugiriendo al educar en valores a nuestros alumnos, es que no permanezcan al margen de lo que conocen sino que participen vitalmente de lo conocido o aprendido.

La educación es una actividad humana que se despliega en el ámbito de la cultura y que, por tanto, tiene una finalidad esencialmente humanizadora. El objetivo de toda educación genuina es la de humanizar y personalizar al hombre, sin desviarlo, antes bien, orientándolo eficazmente hacia su fin último que trasciende la finitud esencial del hombre. La educación resultará más humanizadora en la medida en que más se abra la trascendencia, es decir, a la verdad y al Sumo Bien.

La educación no sólo debe preocuparse de los valores culturales, sino que también debe educar en valores de vida. La educación humaniza y personaliza al hombre, lo cual le permite producir cultura, transformar la sociedad y construir la historia. En opinión del Obispo A. Goic la educación católica no debe sólo orientarse a las temáticas religiosas, sino que también debe favorecer los procesos de enseñanza-aprendizaje en los que la persona aprende a mirar la cotidianidad de su existencia, a comprenderla y actuar en ella desde la cercanía trascendente de Dios.. Es decir la educación de una institución católica no puede reducirse a un mero instrumento de capacitación laboral.

Para una educación sin exclusiones, esta debe dar mayor énfasis en las personas que en las estructuras y los insumos, pasando de una enseñanza enfocada a los contenidos a una educación integral, de la homogeneidad a la diversidad, para así cumplir con el “Ver más allá” de la sociedad universitaria.

Dentro de las estrategias que le permitan al docente iniciar una acción educativa en valores es que debe convertirse en líder y protagonista de los cambios, procurando adecuar los contenidos y las prácticas educacionales. La cultura universitaria debe sustentarse en comunidades de aprendizajes, que asuman la responsabilidad social que la educación tiene como valor irrenunciable de justicia y de solidaridad, generando los espacios para una universidad inclusiva que respete la diversidad, no renunciando a mostrar su identidad.

La universidad debe asumir el compromiso con el proceso de enseñanza-aprendizaje, promoviendo que los programas consideren estas estrategias, para abrir las posibilidades a la implementación de un currículum flexible, que permita las oportunidades y la reflexión continúa, incentivando el trabajo colaborativo de la comunidad universitaria.

Sin lugar a dudas que el educar en valores es una tarea que se nos aparece como contradictoria, considerando que en ocasiones estos se contradicen en el quehacer cotidiano, pero ello no debe implicar que renunciemos a hacer de nuestros alumnos ciudadanos de prestigio y de éxito, ni mucho menos orientar nuestros pasos hacia la educación de contravalores, ni que la institución educativa pretenda neutralizar el discurso a través de una cierta neutralidad. Es mi hipótesis que el pretender una neutralidad es un acto de engaño acomodaticio, si el centro educativo renuncia a la formación integral de sus alumnos.

Una institución educativa debe educar para entender que sucede en la sociedad, teniendo como objetivo que el alumno desarrolle un pensamiento crítico que le permita discernir sus opciones comprometidas con la acción, donde su modo de ser y estar en el mundo, se de en un contexto de fidelidad a si mismo y a los valores que le dan sentido a su vida comprometida con lo social.

En definitiva, parafraseando a San Alberto Hurtado, no basta con asegurarse de que la universidad eduque en valores; lo que hace falta es asegurarse de si todo el sistema esta encaminado a su sostenimiento y desarrollo . Si en nuestro quehacer académico viviésemos los valores, si estos estuvieran fuertemente arraigados en nuestras costumbres y fuesen la referencia básica de la actividad universitaria, no haría falta esa pretendida educación en valores.


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