"Veritatis simplex oratio est"

Séneca

Sunday, May 20, 2007

¿Son mis hijos más inteligentes?
Francisco de la Fuente Vázquez

Hace algunos días atrás leyendo un artículo me encontré preguntándome sobre si mis hijos son más inteligentes que yo. De aquí nace inmediatamente el preguntarse que entendemos por ser inteligente y la respuesta acelerada es pensar en como medir la inteligencia, lo cual nos lleva a los test que pueden mostrarnos el coeficiente intelectual acompañando por supuesto con los antecedentes de cultura general.

No puedo asegurarles que todos mis hijos pudieran pasar estas pruebas, más aunque lo hicieran ello no significaría para mi que ellos son en tal grado de inteligentes, porque particularmente no entiendo que la inteligencia sea una capacidad de acumular información, creo que ella nada tiene que ver con el enciclopedismo, personalmente pienso que una definición más cercana a lo que significa ser inteligente esta dada al menos por dos aspectos. El primero tiene que ver con la capacidad reflexiva que permite a un sujeto utilizar criteriosamente los datos que se provee a través del aprendizaje, y lo segundo es tener la competencia genérica de autoaprendizaje.

No me cabe duda que en una sociedad del conocimiento los aspectos señalados anteriormente son tremendamente importante para lograr la felicidad en nuestras vidas, en otras palabras quién no aprende hipoteca su felicidad a cambio de nada. Aquí aparece otra interrogante de si acaso me he preocupado de que mis hijos se hayan educado de tal manera que tuvieron la oportunidad de aprender a aprender desarrollando la capacidad de utilizar lo aprendido a través de hacerse las preguntas altamente asertivas y con ello darse las respuestas más adecuadas en la realidad que se originan.

En otra perspectiva debemos reconocer que aún existen educadores que tienden a creer que el objetivo del proceso de enseñanza se circunscribe a enseñar a través de la entrega de información que luego es verificada si se recuerda, y de aquí es que podemos explicarnos la contradicción que parece existir entre alumnos que han obtenido promedios bajos en sus calificaciones y que sin embargo en el mundo laboral tiene un éxito demostrable. Lo cierto que este éxito no es azaroso sino que se sustenta en que el proceso educativo le ha permitido lograr la capacidad de saber pensar.

La experiencia diaria demuestra sí, que la mayoría de nuestros alumnos no asume que la responsabilidad de aprender es de ellos; es personal, por tanto este proceso de aprendizaje es menesteroso de su esfuerzo y voluntad propia, no pueden esperar que sus profesores les entreguen información para ser memorizada, negándose a realizar un trabajo reflexivo sobre las materias entregadas, lo cual no es más que una burda actitud de pereza intelectual.

Pienso que a esta altura no es necesario preguntarnos a quién le importa que se sepa pensar, pero lo que no podemos obviar que en el mundo laboral se exigen preguntas y respuestas bien pensadas teniendo asociado como base de sustentación el uso de las tecnologías de información computacionales. Por tanto debemos estimular a nuestros hijos a que derrochen amor propio para aprender a pensar a lo largo de toda su vida, y así podremos tener la seguridad que tendremos hijos más inteligentes que nosotros.

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