"Veritatis simplex oratio est"

Séneca

Saturday, September 09, 2006


Convivencia humana: Una perspectiva desde la cotidianidad

Francisco de la Fuente

Hace unos días atrás releía un libro de Papini, en el cual relataba la eterna tragedia del ser humano en su derrotero por la vida, tratando de indagar, explorar y conocer el universo. Lo trágico de ello es que pareciera que todo ese conocimiento no sólo termina acrecentando el desarrollo científico y el avance tecnológico, sino que esto contribuye también de manera importante en la hecatombe de la humanidad. De los afortunados que tuvieron la oportunidad de preguntarles a un Einstein, Oppenheimer y Lawrence sobre sus sentimientos posteriores al magnicidio de Hiroshima y Nagasaki, encontraron que el tenor de sus respuestas mostraban que había habido un uso político y militar de sus descubrimientos, de lo cual no podían hacerse cargo. No pretendo enjuiciarlos desde la perspectiva de este siglo, ni del pasado siglo XX en el cual se produjeron tales hechos, pero si quiero expresar mi opinión sobre como los seres humanos nos destrozamos diariamente.

Pudiésemos pensar que la mayor parte de los decesos humanos en el mundo se dan por las guerras, como es el caso del medio oriente, particularmente presiento que si hubiera algún ente que se dedicara a contabilizar las muertes que se derivan de los asesinatos, aplicación de la pena de muerte, accidentes de transporte, Naufragios en mares y ríos, accidentes laborales, intoxicaciones, suicidios y desastres naturales de los cuales no se toman las precauciones debidas, creo que éstas sumarían bastante más.

No implica lo anterior que el considerar cuantitativamente la muerte como indicador de la guerra esta se constituya en un mal menor, lo que quiero hacer ver que las apariencias pueden engañarnos, de que sea la guerra la que únicamente aporta a los decesos que se esparcen por la faz de la tierra. Específicamente deseo alejarme de hacer responsables a los físicos nucleares, industriales de los medios de transportes u otros relacionados con la generación de mortalidad humana. A quién realmente quiero hacer responsable es al ser humano, que con sus acciones en el diario vivir contribuye directamente a esta estadística, al no lograr orientar sus vidas hacia la paz social.

En su gran mayoría son los seres humanos que hacen mal uso de los instrumentos que la ciencia y la tecnología les entregan. Aquel conductor que atropella a un transeúnte o éste que por no respetar las ordenanzas del tránsito se ve involucrado o aquel que utiliza una arma blanca para asesinar a un semejante, no es el vehículo ni el cuchillo los culpables de tales hechos, sino que el actuar humano que se aleja del respeto por la vida de sus semejantes.

Ciertamente la muerte es el acto final con el cual culmina una mala convivencia social, es el extremo de un actuar humano que ve al otro como un enemigo. No obstante pienso que la alteración de la convivencia se da durante la cotidianidad humana, sin que en la mayoría de las veces se llegue al extremo de eliminar al prójimo, es más quizás sean las personas que mantienen discrepancias serias muy superior de la perspectiva cuantitativa a los que acaban con sus vidas, lo que hace derivar que la problemática de la convivencia ya está presente a nivel de las interrelaciones personales al interior de la sociedad.

Debemos reconocer que el ser humano equivoca su camino hacia una buena convivencia interpersonal, cuando acepta una sociedad competitiva que busca ganar espacios de poder en los cuales se privilegia el interés personal o grupal, que termina por exigir a sus propios miembros la incondicionalidad por sobre la lealtad. Así podemos observar con que facilidad rompemos la convivencia humana, ante un hecho inesperado e injustificado que puede generar la suspicacia, que entendida desde una perspectiva individual lleve al quiebre de la armonía social. Podría decirse que las relaciones humanas penden de una hebra doble, donde cada uno construye una de esas hebras, con la esperanza que resistirá los embates de los conflictos de intereses en el convivir humano. Más que estos hilos no se suelten y se corten dependen de esa esperanza cultivada y sustentada en el amor por el prójimo, en reconocerlo, respetarlo y aceptarlo como otro que piensa y actúa desde la perspectiva de sus experiencias y saber.

El quehacer de la sociedad se hace a partir de las relaciones sociales que cada uno de nosotros construye, ellas no nos permite ni nos da derecho ha controlar nuestro entorno, pero si nos posibilita ser parte importante en la contribución por una sociedad de sana convivencia humana, donde es imprescindible seguir un camino de honestidad, transparencia y tolerancia para salvar la verdad por sobre nuestras preferencias, tan así que es válido aquí recordar las palabras de Aristóteles cuando nos indica que “Se puede amar a los amigos y a la verdad; pero lo más honesto es dar preferencia a la verdad."

Considerando como una realidad la existencia de una mala convivencia en nuestros entornos, es que me permito lanzar un grito esperanzador, mediante el cual sea posible contribuir a la paz mundial desde nuestro propio quehacer cotidiano, reconociendo que la verdad no la poseemos ni nos pertenece, como tampoco podemos construirla individualmente, pues ella es menesterosa de la convivencia humana.

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