"Veritatis simplex oratio est"

Séneca

Tuesday, September 26, 2006


Alma Nacional
Francisco de la Fuente V.

Hemos por estos días celebrado un año más nuestras festividades patrias, por las cuales me he permitido releer la conferencia dada por Cardenal Raúl Silva Henríquez, en la cual nos reseñó lo que representaba en su opinión el alma de Chile, y más señeramente nos hizo saber su visión de Pastor, señalándonos a juicio suyo lo que constituye la esencia espiritual de la nación chilena.

Para el Cardenal Raúl Silva Henríquez la patria corresponde al alma colectiva, cuya tradición es el sendero del cual una nación no puede sustraerse, so pena de derivar en la anarquía espiritual y moral, perdiendo su independencia ideológica, económica y política.

Ciertamente que el Cardenal no se equivocó en que la tradición nacional es un valor que nos permite identificar los rasgos característicos que configuran el espíritu de la Patria, cuando nos indica que un rasgo predominante de nuestro rostro espiritual es el de la libertad. Un bien que arranca en nuestros antepasados indígenas e hispanos, que como afirma Jaime Eyzaguirre son una realidad que no podemos obviar ni menos olvidar, porque esos pueblos que nos dieron origen nos enseñaron a no conculcar la libertad personal o la soberanía nacional.

Un segundo rasgo es el primado del orden jurídico, el cual da una especificidad a nuestra Alma Nacional, sí la comparamos con la de otras naciones latinoamericanas. Chile desde sus inicios los gobernantes son servidores públicos y no dominadores. Donde el estado se sustenta en la autoridad impersonal y aferrada a un derecho positivo estable y válido para todos los habitantes del territorio.

Un tercer rasgo reseñado por el Cardenal Silva fue la fe de los chilenos, el cual es un principio integrado del alma colectiva que prima por sobre todas las idolatrías, denunciando las falsías aunque ello nos cause dolor, del cual no ha estado ajena la historia de nuestra nación, tal es así que el mismo Eyzaguirre ha citado que Chile crece mejor en el dolor.

Estos importantes rasgos nos entregan una enseñanza sobre lo que representa el Alma Nacional, legado que los chilenos debemos asimilar y traspasar a nuestros descendientes, ya que ellos iluminaran el sendero del cual la Patria no debe extraviarse.

Friday, September 22, 2006


Fe
Francisco de la Fuente V.


Reconozco que es este un tema complejo al que busco en unas pocas líneas simplificar, para así lograr un mayor acercamiento a lo que significa la Fe, también es menester confesar que sólo pretendo dar a conocer mi particular visión sobre ella, por cuanto a la hora de evaluar vuestras opiniones deberéis considerar que en una posición optimista no alcanzo a ser ni aprendiz de teología. Más aún así es mi deseo hacerlo y voy a enfrentar este tema de la fe.

En primera instancia dividiré en dos perspectivas la Fe, por un lado la que nace a partir de la voluntad humana a la que denominaré como Fe Humana, y por otro lado que nace de una revelación que llamaré Fe Divina.

La ocurrencia de la Fe Humana esta en el hombre en el cual toma la forma de un sentimiento, el cual se desarrolla a partir de la utilización de la razón, no estando esta exenta de alcanzar la pasión, de aquí que esta fe este afecta al error humano producto de la búsqueda de una verdad lógica.

En cambio la Fe Divina ocurre en la necesidad humana de una inmortalidad que sea evidente o al menos posible para el hombre. Sólo a partir de esta fe el hombre puede vislumbrar y presentir la presencia de lo infinito en lo finito, aunque ella a diferencia de la anterior estará afecta a la mentira ante la búsqueda de una verdad moral.
La ciencia nos presenta una gran gama de problemas que podemos eludir, en cambio el tema de la fe nos lleva a una problemática que es ineludible para el ser humano, la inmortalidad del alma. Muchos filósofos se han prodigado en dar pruebas sobre la existencia y eternidad del Alma, quién podría olvidar el Fedón, este diálogo de Platón que lleva al mismísimo Sócrates; lo que no lo diferencia de sus emuladores en 2500 años, de tratar de dar prueba de ello, siendo enfrentados todos a sus limitaciones que los obliga ha utilizar sus mentes con poderosa imaginación, para traspasar estas limitaciones de manera de alcanzar una respuesta con lógica divina.

Cabe recordar a Spinoza cuando en su Ética nos dixit: “quaeque res, quatenus in se est, in suo esse perseverare conatur”, ello me hace pensar que no hay razón para impedirnos creer en nuestra inmortalidad personal, entiendo que los primeros Padres de la Iglesia expresaron que la inmortalidad del alma no era algo natural, es decir era un don de Dios. También tengo claro que la razón no me dará una respuesta definitiva a este anhelo de inmortalidad.

La cuestión Hamletiana vuelve en plantearse la pregunta de ¿Creer o no Creer?, teniendo en cuenta que lo que se cree siempre esta amenazado por la duda, por muy sólidos que parezcan sus cimientos. No obstante que lo que se sabe y es una necesidad de saberlo, se sustenta a mi parecer más que en lo creemos es en lo que esperamos. Necesitamos fervientemente que exista Dios para que nos garantice nuestro anhelo de inmortalidad.

De aquí que es la esperanza la que sustenta nuestra fe, sin ella la fe sería insustancial ya que la esperanza le da su forma, que nos lleva más allá de recordar el pasado y de conocer el presente, sino que nos transporta en la creencia de un porvenir con sentido. Advierto que no veo un Dios racional que se llegue por derroteros de la negación, eminencia y causalidad, ese Dios no puede darnos inmortalidad pues le falta sentimiento, carece de espiritualidad. Yo pienso que aquí las palabras del apóstol Pablo son esenciales para explicar la existencia de un Dios que sea inmortalizador, cuando nos dice “en Dios somos, en Dios vivimos”.

No cabe duda que mi preocupación no esta en buscar explicación del por qué existo, para ello no sería necesaria la esperanza, mi quehacer esta dirigido a encontrar un para qué existo, cual es el verdadero sentido de mi vida, por ello necesito a Dios y soy menesteroso de la esperanza de que el universo tenga un sentido. Por ello sostengo esa frase de Unamuno: “ La fe en Dios consiste en crear a Dios, y como es Dios el que nos da la fe en Él, es Dios el que se está creando a sí mismo de continuo en nosotros”.

En este mundo actual en que parece reinar más la desesperanza, os comprendo que mi acuséis de opinólogo, sin embargo debéis concederme que a diferencia de ellos yo opino sobre mi mismo, por cuanto soy inofensivo con los demás. Es más la experiencia de la fe ha sido expresada en diferentes culturas, con la presencia de Dios que muestra un camino hacia la espiritualidad, con sus Tótem, Mana, Ka y Temáuquel entre otras expresiones vivas, por tanto la mía es una más.

Saturday, September 09, 2006


Convivencia humana: Una perspectiva desde la cotidianidad

Francisco de la Fuente

Hace unos días atrás releía un libro de Papini, en el cual relataba la eterna tragedia del ser humano en su derrotero por la vida, tratando de indagar, explorar y conocer el universo. Lo trágico de ello es que pareciera que todo ese conocimiento no sólo termina acrecentando el desarrollo científico y el avance tecnológico, sino que esto contribuye también de manera importante en la hecatombe de la humanidad. De los afortunados que tuvieron la oportunidad de preguntarles a un Einstein, Oppenheimer y Lawrence sobre sus sentimientos posteriores al magnicidio de Hiroshima y Nagasaki, encontraron que el tenor de sus respuestas mostraban que había habido un uso político y militar de sus descubrimientos, de lo cual no podían hacerse cargo. No pretendo enjuiciarlos desde la perspectiva de este siglo, ni del pasado siglo XX en el cual se produjeron tales hechos, pero si quiero expresar mi opinión sobre como los seres humanos nos destrozamos diariamente.

Pudiésemos pensar que la mayor parte de los decesos humanos en el mundo se dan por las guerras, como es el caso del medio oriente, particularmente presiento que si hubiera algún ente que se dedicara a contabilizar las muertes que se derivan de los asesinatos, aplicación de la pena de muerte, accidentes de transporte, Naufragios en mares y ríos, accidentes laborales, intoxicaciones, suicidios y desastres naturales de los cuales no se toman las precauciones debidas, creo que éstas sumarían bastante más.

No implica lo anterior que el considerar cuantitativamente la muerte como indicador de la guerra esta se constituya en un mal menor, lo que quiero hacer ver que las apariencias pueden engañarnos, de que sea la guerra la que únicamente aporta a los decesos que se esparcen por la faz de la tierra. Específicamente deseo alejarme de hacer responsables a los físicos nucleares, industriales de los medios de transportes u otros relacionados con la generación de mortalidad humana. A quién realmente quiero hacer responsable es al ser humano, que con sus acciones en el diario vivir contribuye directamente a esta estadística, al no lograr orientar sus vidas hacia la paz social.

En su gran mayoría son los seres humanos que hacen mal uso de los instrumentos que la ciencia y la tecnología les entregan. Aquel conductor que atropella a un transeúnte o éste que por no respetar las ordenanzas del tránsito se ve involucrado o aquel que utiliza una arma blanca para asesinar a un semejante, no es el vehículo ni el cuchillo los culpables de tales hechos, sino que el actuar humano que se aleja del respeto por la vida de sus semejantes.

Ciertamente la muerte es el acto final con el cual culmina una mala convivencia social, es el extremo de un actuar humano que ve al otro como un enemigo. No obstante pienso que la alteración de la convivencia se da durante la cotidianidad humana, sin que en la mayoría de las veces se llegue al extremo de eliminar al prójimo, es más quizás sean las personas que mantienen discrepancias serias muy superior de la perspectiva cuantitativa a los que acaban con sus vidas, lo que hace derivar que la problemática de la convivencia ya está presente a nivel de las interrelaciones personales al interior de la sociedad.

Debemos reconocer que el ser humano equivoca su camino hacia una buena convivencia interpersonal, cuando acepta una sociedad competitiva que busca ganar espacios de poder en los cuales se privilegia el interés personal o grupal, que termina por exigir a sus propios miembros la incondicionalidad por sobre la lealtad. Así podemos observar con que facilidad rompemos la convivencia humana, ante un hecho inesperado e injustificado que puede generar la suspicacia, que entendida desde una perspectiva individual lleve al quiebre de la armonía social. Podría decirse que las relaciones humanas penden de una hebra doble, donde cada uno construye una de esas hebras, con la esperanza que resistirá los embates de los conflictos de intereses en el convivir humano. Más que estos hilos no se suelten y se corten dependen de esa esperanza cultivada y sustentada en el amor por el prójimo, en reconocerlo, respetarlo y aceptarlo como otro que piensa y actúa desde la perspectiva de sus experiencias y saber.

El quehacer de la sociedad se hace a partir de las relaciones sociales que cada uno de nosotros construye, ellas no nos permite ni nos da derecho ha controlar nuestro entorno, pero si nos posibilita ser parte importante en la contribución por una sociedad de sana convivencia humana, donde es imprescindible seguir un camino de honestidad, transparencia y tolerancia para salvar la verdad por sobre nuestras preferencias, tan así que es válido aquí recordar las palabras de Aristóteles cuando nos indica que “Se puede amar a los amigos y a la verdad; pero lo más honesto es dar preferencia a la verdad."

Considerando como una realidad la existencia de una mala convivencia en nuestros entornos, es que me permito lanzar un grito esperanzador, mediante el cual sea posible contribuir a la paz mundial desde nuestro propio quehacer cotidiano, reconociendo que la verdad no la poseemos ni nos pertenece, como tampoco podemos construirla individualmente, pues ella es menesterosa de la convivencia humana.