"Veritatis simplex oratio est"

Séneca

Saturday, June 24, 2006


Perdida de la figura intelectual en el ámbito universitario

Francisco de la Fuente V.


¿Hay un desarrollo intelectual dentro del quehacer de nuestra universidad? Es una pregunta que hace mucho tiempo me la vengo haciendo, y ella cobro fuerza en mi a partir del último movimiento estudiantil dentro de nuestra casa de estudios. Particularmente me pareció interesante la reunión de reflexión compartida por académicos y estudiantes, aunque ello esta lejos del nivel que debiera alcanzar una discusión académica, la cual debe evitar proponerse el buscar aplausos efectistas y someros, en desmedro del trabajo intelectual serio de un cuerpo académico, del cual debe aflorar la conciencia crítica de una universidad pensante.

Esta claro que no estamos en la primavera del 68 francés, es pasado ver a los académicos participando en la vanguardia de las protestas, por una mejor educación, no hay un Sartre ni un Foucault que levanten sus voces para darle fuerza y vigor intelectual a las reclamaciones, imponiendo un debate público que paralelamente contribuya al liderazgo valórico, político y científico de la universidad.

Existe una apatía de participación académica que muestra un malísimo ejemplo a nuestros alumnos en su despertar como ciudadano. Privilegiamos un mundo académico parapetado en la lógica de la ciencia, que los lleva a un quehacer cada vez más especializado, que maneja un lenguaje técnico, que lo aleja de una orientación hacia lo social. Hagamos un esfuerzo mirando esto desde otra perspectiva, preguntándonos por las “prácticas de lecturas” de académicos y alumnos, acotando que un buen lector debe leer un promedio aproximado de 20 libros anuales. Es así, que una simple mirada investigativa a nuestro alrededor, nos muestra que hay muy pocos que alcanzan este indicador, para ser catalogados como buenos lectores.

Nótese que dicha categoría de lector no introduce variables sobre el tipo de libros que consumen, lo cual agravaría nuestro diagnóstico, porque una gran mayoría leerá libros técnicos, que le ayuden en la preparación de clases y de exámenes disciplinares troncales. Específicamente esto se manifiesta en la preocupante exigencia por parte de los alumnos de la entrega de las diapositivas de las clases presénciales, los cual determina que al tener libre disposición de ellas no asisten a clases y creen que el docente debe acotar su certamen a esta materias explicadas en clases.

Pienso que la universidad tiene una gran culpabilidad de esta situación, al tender hacia la proliferación de especialistas más que intelectuales, pues sus académicos han debido preocuparse prioritariamente de las formalidades por las cuales son jerarquizados, y en definitiva valorados al interior de estos centros educacionales, que tradicionalmente fueron el pasado exponentes del quehacer intelectual.

Lo anterior se ve plenamente reflejado cuando observamos las directrices que siguen las principales instituciones que otorgan fondos a los proyectos de investigación, como las universidades al valorar de manera exultante la publicación de un artículo en una revista de índice ISI, por sobre la publicación de un libro de alto impacto intelectual. Manifestar esta situación no busca privilegiar una de estas formalidades de evaluación académica y de lo fondos concúrsales, por el contrario se trata de encontrar la libertad de opción, que al no existir los obliga a enclaustrarse en el trabajo de laboratorio, sacándolos de la actividad sociocultural la cual es menospreciada como aporte al conocimiento humano.

Demás esta decir que la gran mayoría de nuestros académicos se encierran, en sus mundos disciplinarios desarrollando lenguajes propios que sólo son entendidos por unos cuantos pares, con absoluta displicencia de otros académicos de áreas diferentes, como de los propios alumnos, que toman por ejemplo el actuar de sus maestros.

Se puede percibir que esta forma en que se da la vida académica al interior de las universidades, no genera espacio alguno para que se incentive el desarrollo o la participación intelectual de los académicos. Lo más preocupantes es que actualmente la mayoría de los planes educativos universitarios, proponen desarrollar en sus alumnos los aspectos formativos en valores que se orientan y sustenten la entrega de conocimientos al momento de integrarse al quehacer intelectual en la sociedad.

El conocimiento científico por el conocimiento científico no implica por sí progreso, como tampoco asegura que incorpore inteligencia al proceso educativo. Cabe señalar, como opinión personal, que el trabajo rutinario de los laboratorios no puede impedir que exploremos nuestras capacidades de sentir y pensar intelectualmente, pues ineluctablemente la felicidad humana se encuentra alejada del trabajo rutinario. Más que academia las universidades tienen la obligación y responsabilidad de pensarse como ámbitos de actividad intelectual y cultural.

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