"Veritatis simplex oratio est"

Séneca

Thursday, December 31, 2020

Una reflexión final del año 2020

  Finaliza un año 2020 que arrastró las consecuencias del llamado “estallido social¨, y que a mi parecer queda mejor definirlo como un ¨despertar¨ mayoritario de la sociedad chilena, y rechazar el insistente calificativo de quienes hacen mala política de caracterizarlo como una polarización de izquierda y derecha. Ha quedado demostrado posteriormente, que ello no representa la transversalidad de quienes el 25 de octubre pasado votaron a favor de una nueva constitución, la que debe ser elaborada por una convención constituyente integrada por miembros elegidos en su totalidad por la ciudadanía.

 

Aunque a medida que van pasando los días, se avizora una importante dificultad, respecto a la elección de los miembros constituyentes, para que reflejen con fidelidad el sentir de casi un 80% de los que votaron por una nueva constitución. La diáspora política no ha logrado hasta ahora responder a la unidad e importancia de promover la participación de independientes y pueblos originarios.

 

Este año que podemos identificarlo como de la pandemia del COVID19, nos hizo enfrentarnos a la vulnerabilidad de nuestra existencia, como a su vez puso a prueba a nuestras instituciones, en un análisis hecho con rapidez, no han salido muy bien evaluadas por la población. Cabe señalar que el actual gobierno no ha enfrentado del todo bien el manejo sanitario y económico ante el impacto que ha provocado en las familias los confinamientos decretados por el MINSAL, no se le pueden negar algunos aciertos, que ciertamente, no logran mejorar la escasa aprobación de quien conduce el gobierno, y aun más dado el presidencialismo que nos rige como Estado.

 

Cuando se intenta encontrar las causas que nos ha llevado a la situación actual, nos aparece un enfoque de las autoridades que ha exacerbado la racionalidad económica, en la que ha prevalecido el problema de la complejidad de la toma de decisiones racionales, dada estas en un escenario económico incierto, donde las decisiones por lo general se mueven entre dos atributos. Primero, que para que la elección de las personas sea racional es necesaria la existencia de una ¨consistencia interna”[1]. Segundo, que se de una persecución del “interés propio” o utilidad para las personas, lo cual éticamente es bastante discutible, sí tenemos que concebir un interés que no sea similar para los demás, lo que implicaría que éstos aparecerían cómo irracionales económicamente. Por consiguiente, de lo anterior se derivaría que la consistencia interna es un atributo muy permisivo, en cambio el interés propio sería muy restrictivo.

 

Teniendo a la vista, que la economía no es una ciencia exacta que pueda imponer modelos que se proyecten en condiciones de certidumbres, y muchísimo menos en época de incertidumbre, parece oportuno recordar qué en tiempos de Keynes, este afirmó, que los factores que determinan las expectativas a largo plazo son las que tienen mayor probabilidad de previsiones acertadas y mayor grado de confiabilidad.  Sin embargo, nuestros economistas de hoy hacen previsiones de corto plazo con un dudoso “estado de confianza”, lo que los lleva no sólo a un conocimiento impreciso de la realidad, sino que a decisiones no asertivas en tiempo y oportunidad.[2]

 

Por cierto, el aporte interesante de Keynes es su concepto “animal spirits”, en qué a diferencia de Adam Smith, considera que las decisiones racionales no están determinadas únicamente por intereses económicos de las personas, y aún más estas se dan cognitivamente en un plano intuitivo, que dependen muchas veces del optimismo de las expectativas, que de un modelo matemático y de una planilla Excel.

 

Evitando profundizar sobre los diferentes conceptos de tipos de expectativas, aportados por los economistas como Fisher (expectativas adaptativas) y Mezler (expectativas extrapolativas), nos quedamos con las expectativas racionales cuyas predicciones sobre el futuro, las que serían realizadas en condiciones de incertidumbre, a través de la mejor información disponible y con una mirada integral (full foresight) de los agentes económicos.

 

Por otro lado, en economía existe el concepto de “azar moral”, que está en términos simples relacionado con el problema de la información asimétrica que existe en el ámbito económico. Sin dudas, que lo azaroso es más cercano a la incertidumbre, pues en ella se parte de desconocer una base objetiva del cual se proyecta un futuro económico, a diferencia del riesgo, donde hay datos que pueden mejorar las probabilidades de ser asertivos sobre la proyección económica.

 

Quizás un buen ejemplo actualizado sea las proyecciones económicas que hicieron los creadores que implementaron el sistema de las AFP, que no consideraron lo azaroso, y al parecer tampoco los riesgos de asumir el valor de las pensiones a la incertidumbre económica. Además, sus seguidores, para salvar el modelo intentan proponer un “ajuste” de la ley de AFP, manteniendo un optimismo sobre el crecimiento económico mundial, cuando todo indica que este parámetro mantendrá una tendencia a la baja en los próximos decenios. En pocas palabras, me permito decirles que lo que necesitamos los chilenos es un sistema de pensiones, que puede incluir una instancia de capitalización individual, mas que asegure pensiones dignas. Por tanto, lo que se requiere es “reformar” el sistema de pensiones, y no hacer ajustes a la ley de las AFP.

 

 Se estima que los procesos de toma de decisiones se ejecutan de dos maneras; al menos, en un escenario de incertidumbre: un enfoque racional y un enfoque conductual, siendo este último el que considera asertivamente el comportamiento de las personas y que permite disminuir los riesgos de las malas decisiones. La pregunta es si nuestras autoridades consideran la situación real de los habitantes o siguen desconociendo sus condiciones socioeconómicas.

 

En democracia las personas pueden seguir opinando contrariamente que los chilenos hemos sufrido la ortodoxia neoliberal de sus modelos en economía, sin darse cuenta; o quizás lo hacen en beneficios de algunas élites; de las limitaciones y fragilidades de sus cálculos probabilísticos y estadísticos, sin responsabilidad ética a sus malas decisiones (Ejemplo: AFP). Como nos indica Colander (2009) quienes participan en el mercado y sus reguladores deben ser más sensibles a la debilidad potencial de sus modelos prospectivos en la gestión de riesgos. Pues no se conoce el “verdadero” modelo, la robustez ha de ser una preocupación capital[3]. Un modelo prospectivo para promover una política pública no debe basarse desde una perspectiva únicamente económica, dejando afuera su impacto social.

 

En este escenario externo a nuestras instituciones y a nosotros mismos, espero seguir pensando que las crisis son oportunidades para mejorar, utilizando sus obstáculos o superándolos para construir un mejor país. Mi optimismo es conservador, aunque reconozco que las cosas no se nos han dado fácil, y que mayormente hay otras personas que están sufriendo el impacto de la crisis social y sanitaria. Aun así, me es emocionalmente imprescindible desearles un próspero año 2021. Un abrazo.

 

Bibliografía:



[1] Gellner, E. 2005. Razón y cultura. Síntesis, Madrid. pp. 185-192

[2] Keynes, J.M. 1971. Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero. Fondo de Cultura Económica. México, p.136

[3] Colander et al. 2009. The financial crisis and the systemic failure of academic economics. Kiel working papers Nº 1489. Kiel, p.6

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