"Veritatis simplex oratio est"

Séneca

Sunday, October 14, 2018

Dar voz a la relidad, de los sin voz


Hace una semana concurrí a la conferencia dictada por el Dr. Diego Molina sj, especialista en eclesiología y académico de la Universidad de Granada, España, donde se reflexionó sobre la crisis que vive la iglesia católica, la que aseguró no estar causada únicamente por las repudiables acciones de connotación sexual de algunos religiosos. Con lo cual podemos estar de acuerdo en primera instancia, más no en la importancia mayor que tiene estas acciones frente a otras causas de la crisis eclesial.

Tengo la percepción de que de alguna manera el alejamiento de algunos creyentes de los templos no sólo ha sido afectado por  el pluralismo de las sociedades y la incapacidad de la Iglesia de conformarse como real comunidad, como lo mencionó el Dr. Diego Molina sj., y especialmente porque dicho distanciamiento no ha sido comparable estadísticamente con la disminución de la religiosidad de las personas. Aunque si concordamos que es bastante probable  que la baja concurrencia a los templos se deba a que los esfuerzos pastorales de los sacerdotes no hayan sido del todo fecundos.

Desde mi mirada de observador externo, aunque es aceptable la influencia que ha tenido el secularismo sobre dicho alejamiento; como lo señalo unos de los presentes; también lo ha sido el fideismo y clericalismo exacerbado al no seguir los caminos trazados por el Concilio Vaticano II, es evidente que las jerarquías de la iglesia han desoído el mensaje de los signos de los tiempos históricos pastorales, considerando que la crisis tiene que ver con la preocupación que han privilegiado por el funcionamiento del poder y la falta de promover mecanismos de participación de la comunidad.

 Más allá de lo reflexionado en esta conferencia, posteriormente me ha provocado una inquietud intelectual en dos aspectos. El primero nace de la necesidad que la iglesia tome con honradez real el camino de la opción por los pobres, pues este es el mensaje de un Jesús histórico que enfrento la ceguera culpable (Mt 7,3) y la hipocresía (Lc 11, 37-53), dada la relevancia que tiene para Dios Padre la verdad (Jn 1,14).

Un ejemplo es el camino de verdad y vida (Jn 14,6) que siguió hasta su asesinato el obispo Oscar Arnulfo Romero de El Salvador, quien defendió a los pobres y denunció ante el mundo las injusticias sociales de su pueblo, y que este último domingo  ha sido canonizado por el Papa Francisco. En este hecho cobran fuerza las palabras del teólogo Karl Rahner de que “la realidad quiere tomar la palabra[1], y que en el caso particular de San Oscar Romero, fue su misión pastoral de dar voz a la realidad, como lo señalo: “Estas homilías quieren ser voz de los que no tienen voz[2].

El segundo aspecto es responderse la pregunta de la necesidad de la existencia de Dios (teodicea), o en su defecto sostener el sentido de la vida en un humanismo (antropodicea). Por cierto, es un tema que no podré desarrollar en este breve comentario, donde hay al menos dos intereses contrapuestos entre los que no se cuestionan la existencia de Dios, quizás para no debilitar su creencia religiosa, y otros que niegan su existencia sin abordar una argumentación que la ciencia no le puede dar con certeza. Agrego sí, que una visión de fe no impide la duda, ni la necesidad de razonar una respuesta a la presencia de Dios.

Finalizo con un mensaje de Ignacio Ellacuría, en el cual nos muestra que en la academia deberíamos asumir la responsabilidad de dar la palabra a la realidad, pues “la universidad debe encarnarse entre los pobres intelectualmente para ser ciencia de los que no tienen voz, el respaldo intelectual de los que en su realidad misma tienen la verdad y la razón, aunque sea a veces a modo de despojo, pero que no cuentan con las razones académicas que justifiquen y legitimen su verdad y su razón[3], es decir debemos dar voz a sus realidades teniendo voluntad por la verdad.


Bibliografía:



[1] Rahner, Karl. 1962. Para una teología del símbolo. Escritos de teología. Editorial Taurus. Madrid, España. pp.283-321.

[2] Romero, Oscar. Homilía del 29 de julio de 1979


[3] Ellacuría, Ignacio. 1982. Discurso de graduación en la Universidad de Santa Clara. Carta a la Iglesia 22. pp.11-15

Wednesday, October 03, 2018

Bolivia y Chile no han ganado nada, aunque tengan la paz, sin tranquilidad

Tengo la plena convicción de que hay temas que es mejor no opinar, porque generan desencuentros más allá de lo previsible, más mi vida se ha caracterizado por no seguir esta aconsejable directriz, y por tanto no rehuyó el tema del fallo de la CIJ de La Haya en relación de la demanda del Presidente de Bolivia Sr. Evo Morales.

Mi reflexión es de una mirada de un ciudadano de este país que se siente avergonzado del espectáculo que dan algunas autoridades nacionales y regionales, celebrando un fallo jurídico, al cual le reconozco la ganancia de haber sido una instancia que resguarda a ambos países de políticos y militares, que muestran su chauvinismo desenfrenado que exacerba las diferencias de los pueblos, denostándolas como si una fuera mejor que el otro.

Dejemos de colocarnos la mano en el corazón para enarbolar símbolos y cánticos patrioteros, y utilicemos nuestra razón para mesurar nuestras emociones en respeto de otros ante la adversidad de sus argumentos, invitándolos a encontrar espacios comunes en los cuales construir acuerdos que beneficien a ambos pueblos.

A pesar de lo anterior, hay un hecho concreto para ambos países, que si lo hubieran considerado no habrían gastado altas sumas de sus erarios nacionales en algo tan evidente: los tratados internacionales garantizan con su respeto la paz y con ello la integración, que ha de construirse sobre tal base jurídica. Se suma, que es incomprensible que algún país este obligado a negociar soberanía por tener negociaciones previas, pensar de esta manera pone en peligro la confianza de futuros espacios de diálogo.

Insisto en preguntarme que celebran nuestros compatriotas si sabíamos de antemano que nuestra soberanía no estaba en juego. Acaso se podría considerar que se nos conminara a un diálogo con Bolivia era una derrota, no puedo imaginarme que en los años que vengan luego de este fallo ambos países no busquen encuentros de diálogos, me parece imposible y poco sensato que ello no ocurra.

Por cierto, el presidente Sr. Evo Morales tiene que cambiar su actitud de seguir señalando como un triunfo político, diplomático y moral del Estado Plurinacional de Bolivia el hecho de haber llevado a Chile la CIJ de La Haya. Además, descalificar la propia instancia que él validó ante sus compatriotas, como a su vez seguir un camino de beligerancia con Chile, como es el de promover una investigación para cuantificar los daños provocados por la falta de acceso al mar y así cobrar la deuda generada por esta situación a Chile.

Más que celebrar tengo la preocupación de que el Sr Evo Morales siga utilizando la accesibilidad al mar como una plataforma política, y se aumenta mi desasosiego cuando observo una estrategia comunicacional deliberada de negar la inapelable sentencia judicial, considerando la mínimas y rigurosas excepcionalidades que puede permitir la CIJ de La Haya.

Los chilenos en mi opinión no hemos ganado ni siquiera tranquilidad futura por las aspiraciones bolivianas de acceso al mar con soberanía, las que continuaran de manera inmediata por la actitud política de un gobernante que no visualiza y desconoce la realidad jurídica que tiene, mostrando una incapacidad de hacer planteamiento entre dos países vecinos; que por este mismo hecho; no dejaran de serlos con gran probabilidad en lo futuro.

Ante que se me tilde de antipatriota debo decir que no he estado de acuerdo con la formalidad y el fondo del planteamiento boliviano. De hecho, pienso que uno de los graves efectos sobre el inevitable diálogo por venir, es el daño ocasionado a la confianza entre ambos países, que necesitan seguir compartiendo sus fronteras. Por cuanto en nada contribuye el continuar realizando manifestaciones de algarabías y declaraciones de triunfos morales, pues aún no hemos ganado nada ni tenemos nada que celebrar y es menester que si queremos celebrar primero logremos un consenso por el bien de nuestros pueblos.

Como chileno declaro que ha habido un juicio jurídico justo y será la prudencia y la mesura el avaluar con satisfacción, que la CIJ no se haya inclinado por una sentencia salomónica y manifestar mi profundo anhelo de concordia y desarrollo de nuestros países, reanudando las confianzas para generar un diálogo que construya una integración concreta, que se haga cargo de los intereses mutuos que contemplen la realidad jurídica, para que ambos pueblos sigan asegurando la paz social.