Por estos días nuestra comunidad
universitaria vive una situación de conflicto, más allá de pensar que ello es
una ocasión para trabajar en la construcción
de logros que mejoren el proceso
de enseñanza y aprendizaje; en un contexto de inclusión estudiantil y
académico; lo que conlleva es a una
oportunidad para promover espacios asociativos de diálogos, sobre la
importancia del bienestar de la convivencia universitaria. Es una evidencia
empírica que sin conflictos las oportunidades de cambio disminuyen o no se
producen.
Sin dudas que la sociedad ha tenido un
cambio en los regímenes de ciudadanía, aspecto que alcanza a las universidades
con la responsabilidad ineludible de la formación de profesionales que sean
capaces de no sólo ejercer este derecho a ser ciudadano, sino que tengan
consciencia de que participar es un deber que incluye deberes.
En esta reflexión no pretendo analizar la
movilización estudiantil y sus motivaciones de base, pero me ha parecido
importante describir dicho contexto, porque en él se ha dado punto final al
Diplomado de Docencia Universitaria(DDU)1, al que un número reducido de
académicos accedió a trabajar voluntariamente; con las motivaciones de lograr
competencias, en el uso de metodologías activas y aplicación de herramientas
didácticas, para la entrega de una enseñanza de calidad.
Cabe destacar que el proceso de enseñanza
y aprendizaje tiene tres actores
principales, uno es el estudiante y otro es el profesor, es un espacio con
responsabilidades compartidas, que a veces se olvida por algunos de ellos, de
aquí que mi visión de enseñar y aprender este centrada en el proceso, pues los
compromisos de dichos actores se definen en los perfiles de egresos de cada
carrera. El tercer actor es la universidad que con su institucionalidad da el
soporte y la sustentabilidad para que dicho proceso se convierta en una
realidad social.
Por consiguiente, la disposición de la
universidad de apoyar a sus organismos interno; como es el caso del CIMET-UCN2;
para que desarrolle actividades de capacitación a los profesores y estudiantes,
es una oportunidad para inferir de manera prudente, que no me parece que ayude
al diálogo, cuando terminamos por tildar a los actores como buenos y malos
estudiantes, o como buenos y malos académicos, o como buena o mala universidad,
esto en nada ayuda a los objetivos superiores que persiguen nuestras
declaraciones que contribuyen al plan de desarrollo de nuestra comunidad
universitaria. Es necesario “ver más allá”, no necesitamos “ultrones”3.
Finalmente, con los años me he convencido
que las buenas relaciones son las que nos permiten ser más exitosos y felices,
es un factor muy importante para la salud corporal y espiritual, comprendiendo
que los conflictos son inherentes a una sociedad, más en la nuestra que debe
estar a la vanguardia de los cambios, hay que tener en consideración que ellos
deben evolucionar en el contexto de la cultura por la paz social, donde cumplir
y exigir los compromisos es primordial para tener buenas relaciones. En
palabras de Robert Waldinger: “La buena vida se construye con buenas
relaciones”4.
Bibliografía
1.- DDU: Diplomado de Docencia
Universitaria (2ª versión).
2.- CIMET_UCN: Centro de innovación
metodológica tecnológica, Universidad Católica del Norte.
3.- Parker, Carlos. Los ultrones. Rev. El
mostrador, 27 de junio 2013.
4.- Waldinger, Robert. 2015. Qué resulta
ser una buena vida? Director of the
Harvard Study of Adult Development, one of the most comprehensive longitudinal
studies in history. TED.com
4 comments:
Coincido con su visión estimado profesor. Agregaría destacar la necesidad de que quienes han absorbido las técnicas a través del diplomado del Cimet se transformen en agentes de apoyo al cambio en este proceso irreversible para la docencia universitaria.
Interesante reflexión amigo. Un saludo, Víctor.
Estimado, coincido plenamente con su reflexión, solo nos queda llevarlas a la acción. saludos
Estimado Acádemico:
¡ Gracias por compartir relaciones de amistad !
Un cordial saludo y mi permanente afecto.
Pablo
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