Se ha ido el año 2016, por lo general
todos hemos participado de alguna manera en la vorágine de las celebraciones y
las correspondientes manifestaciones de buenos augurios para el año 2017. En
este contexto me enfrento a la hoja en blanco destinada a realizar un
comentario, cuyo objetivo no será otro que hacer una reflexión sobre este
año calendario que se ha desprendido de
la pared para iniciar uno nuevo, lo cual evidencia que este acto no implica un
olvido, aunque se tenga la intención de ello.
La reflexión la focalizaré en tres
lecturas realizadas en algún momento de este ciclo anual que termina.
Primeramente me referiré a la poeta polaca Wislawa Szymborska que conocí a
través de una antología de poesía que encontré en una olvidada librería de
libros usados en Centroamérica; como es sabido posteriormente en el año 1996 se le
otorgó el Premio Nobel de Literatura. Por qué recordar a esta poeta? Sólo
porque estimo que una de las palabras, que de alguna manera se aparece como un
indicador de lo ocurrido en este desprendido año es la “inspiración”, y para
ello nada mejor que recordar lo que ella dijo al respecto en su discurso en la
academia sueca:
… “ La inspiración no es un privilegio
exclusivo de los poetas o de los artistas en general. Existe, ha existido y siempre
existirá un cierto grupo de personas a quienes la inspiración visita. Está
integrado por todos aquellos que conscientemente han seguido su vocación y
hacen su trabajo con amor e imaginación; incluye a doctores, profesores,
jardineros y un centenar más de profesiones. Su labor se convierte en una
aventura continua siempre que sean capaces de seguir descubriendo retos. Las
dificultades y las adversidades nunca reprimen su curiosidad. Un enjambre de
nuevas preguntas emerge de cada problema que resuelven. Lo que la inspiración
sea, es algo que nace de un continuo decir “no sé”.
No hay muchas de estas personas. La
mayoría de los habitantes del planeta trabaja para sobrevivir; porque están
obligados. No eligen éste o aquel trabajo siguiendo una pasión; las circunstancias
de sus vidas eligen por ellos. Un trabajo hecho sin amor, aburrido, valorado
tan sólo porque hay otros que ni siquiera eso tienen, sin importar qué tan
despreciado o monótono sea: ésta es una de las más crueles miserias del hombre
y no hay señal visible de que los siglos venideros vayan a producir alguna
mejora en este campo”.(1)
He leído la poesía de Wislawa Szymborska,
especialmente porque luego de obtener el Nobel las traducciones a nuestro
idioma se multiplicaron, y sus palabras han sembrado nuestros corazones. Este
mismo texto provoca en mi un brote de reflexión sobre la importancia de hacer nuestras
actividades cotidianas con inspiración, a fin de romper cualquier barrera que
dificulté que nuestro trabajo lo hagamos con amor e imaginación.
De mi segunda lectura destacaré al
escritor Albert Camus; quien a su vez se le otorgó el Premio Nobel de
Literatura en 1957, en este caso mi atención esta centrada en la impecable
coherencia moral que se propuso Camus en su actuar público, lo cual le atrajo
las iras de conspicuos intelectuales de su época, como Sartre que por esos días
era un gurú de las hordas de vanguardia. Por cierto, no es este el espacio
pertinente para analizar sus obras; como “La peste”, “Los justos” y
especialmente “El hombre rebelde” aunque a pesar de que en el momento en que se
informó del premio de la academia sueca, se le cuestionó que se le hubiera
otorgado a un escritor con pasado pero sin futuro. En definitiva, la lectura de
Camus muestra la importancia de tomar el camino de la verdad, libertad y la
justicia, como aspectos esenciales de las decisiones en conciencia que nos
ocurren en la vida.
Por último me referiré a los mensajes del
Papa Francisco cuya lectura se ha convertido en una necesidad espiritual ante
los tiempos que vivimos de individualismo y consumismo. Dos palabras me dan
sentido al respecto: la primera la Misericordia lo cual el mismo destaca cuando
nos dice “Este es el tiempo de la misericordia. Cada día de nuestra vida está marcado por la presencia de
Dios, que guía nuestros pasos con el poder de la gracia que el Espíritu infunde
en el corazón para plasmarlo y hacerlo capaz de amar. Es el tiempo de la
misericordia para todos y cada uno, para que nadie piense que está fuera de
la cercanía de Dios y de la potencia de su ternura. Es el tiempo de la
misericordia, para que los débiles e indefensos, los que están lejos y
solos sientan la presencia de hermanos y hermanas que los sostienen en sus
necesidades. Es el tiempo de la misericordia, para que los pobres
sientan la mirada de respeto y atención de aquellos que, venciendo la
indiferencia, han descubierto lo que es fundamental en la vida. Es el tiempo
de la misericordia, para que cada pecador no deje de pedir perdón y de
sentir la mano del Padre que acoge y abraza siempre”.(2)
De una lectura de un mensaje atribuido al Papa
Francisco que me regalo un amigo mío; con el cual tuvimos oportunidad de
trabajar en el más acá en sus límites del más allá; sale mi segunda palabra: la
felicidad, que se traduce en la acción de ser feliz:
“Puedes tener defectos, estar ansioso y
vivir irritado algunas veces, pero no te olvides que tu vida es la mayor
empresa del mundo.
Sólo tu puedes evitar que ella vaya en
decadencia.
Hay muchos que te aprecian, admiran y te
quieren.
Me gustaría que recordaras que ser feliz,
no es tener un cielo sin tempestades, camino sin accidentes, trabajos sin
cansancio, relaciones sin decepciones.
Ser feliz es encontrar fuerza en el
perdón, esperanza en las batallas, seguridad en el palco del miedo, amor en los
desencuentros.
Ser feliz no es sólo valorizar la
sonrisa, sino también reflexionar sobre la tristeza.
No es apenas conmemorar el éxito, sino
aprender lecciones en los fracasos.
Ser feliz es reconocer que vale la pena
vivir la vida, a pesar de todos los desafíos, incomprensiones, y períodos de
crisis.
Ser feliz no es una fatalidad del
destino, sino una conquista para quien sabe viajar para adentro de su propio
ser.
Ser feliz es dejar de ser víctima de los
problemas y volverse actor de la propia historia.
Es atravesar desiertos fuera de si, mas
ser capaz de encontrar un oasis en lo recóndito de nuestra alma.
Es agradecer a Dios cada mañana por el
milagro de la vida.
Ser feliz es no tener miedo de los propios
sentimientos.
Es saber hablar de si mismo.
Es tener coraje para oír un “no”.
Es tener seguridad para recibir una
crítica, aunque sea injusta.
Es besar a los hijos, mimar a los padres,
tener momentos poéticos con los amigos, aunque ellos nos hieran.
Ser feliz es dejar vivir a la criatura
libre, alegre y simple, que vive dentro de cada uno de nosotros.
Es tener madurez para decir ‘me
equivoqué’.
Es tener la osadía para decir
‘perdóname’.
Es tener sensibilidad para expresar ‘te
necesito’.
Es tener capacidad de decir ‘te amo’.
Que tu vida se vuelva un jardín de
oportunidades para ser feliz…
Que en tus primaveras seas amante de la
alegría.
Que en tus inviernos seas amigo de la
sabiduría.
Y que cuando te equivoques en el camino,
comiences todo de nuevo.
Pues así serás más apasionado por la
vida.
Y descubrirás que ser feliz no es tener
una vida perfecta.
Sino usar las lágrimas para regar la
tolerancia.
Usar las pérdidas para refinar la
paciencia.
Usar las fallas para esculpir la
serenidad.
Usar el dolor para lapidar el placer.
Usar los obstáculos para abrir las
ventanas de la inteligencia.
Jamás desistas….
Jamás desistas de las personas que amas.
Jamás desistas de ser feliz, pues la vida
es un espectáculo imperdible!(3)
Quizás como en el Eclesiatés, lo que fue, eso será, y lo que se hizo, eso se hará ... nada nuevo bajo el sol, pero en el vivir más que en el sobrevivir...
(1).- Mensaje ante la Academia sueca de Wislawa Szymborska con motivo de la entrega del Premio Nobel de Literatura 1996.
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