Hace unos días atrás tuve por obligación
que ver la película Gattaca, la primera inquietud fue preguntarme si estaba
ante una obra de ciencia ficción, teniendo a la vista que los avances en las
técnicas de reproducción humana asistida, ya no son una ficción futura sino que
una realidad cercana. Es así, que debo reconocer que esta dramatización nos
enfrenta a un tema de fondo que nos demanda una reflexión responsable, en
cuanto a sí la dignidad humana o lo que se entiende por ella, está ha resguardo
de nuestro poder de manipulación tecnológica.
Hasta ahora hemos dejado que la
procreación sea un evento en el cual el azar sea la regla a respetar. Aunque
con certeza no podemos afirmar con ello, que tal formalidad azarosa de
reproducción ni la prohibición de intervenir el genoma humano nos asegure el
bienestar de la supervivencia humana, particularmente si consideramos como
imperativo moral alcanzar los mejores estándares de calidad de vida. En mi
opinión es esta una respuesta en desarrollo, especialmente si tenemos en cuenta
lo señalado por Habermas: “si es compatible con la dignidad de la vida humana
ser engendrado con reservas y sólo ser declarado digno de existir y
desarrollarse después de un examen genético”[1].
La trama de la película de Andrew Niccol
nos muestra una situación dicotómica de su protagonista (Vincent), por un lado su
cuerpo defectuoso y por otro un ser que ha sido concebido en una tradicional relación
amorosa reproductiva humana. De aquí que sea necesario preguntarse si la
sociedad debe hacerse cargo, de que habiendo las condiciones biotecnológicas
para evitar que un individuo enfrente su vida en condiciones físicas
disminuidas, se decida no intervenir en su derecho a la vida como sí mismo, por
el solo hecho de privilegiar un origen que ha sido fruto del azar y de un acto amoroso relacional de sus
progenitores.
Aún así queda pendiente otra preocupación
que es “determinar el genoma de un futuro ser
humano, para sujetarlo a los fines que pretenden los que le hacen llegar
a la existencia… constituiría la forma más extrema de negación de la dignidad humana e incluso, en ciertos
casos, de esclavitud, pues constitutivos esenciales de la identidad de personas
humanas estarían predeterminadas para ser puestos al servicio de fines que no
serían los suyos”[2].
Detrás de este párrafo pareciera que hablará el mismísimo Marqués de Sade que
despojó a la razón de todo fin ético, “no es sorprendente que los pensadores de
la Escuela de Francfort, con Adorno y Horkheimer a la cabeza, hayan visto en él
a uno de los precursores más brillante de la razón instrumentalizada…” [3].
Hoy se puede afirmar que las
manipulaciones genéticas están en condiciones de permitir cada vez más que los
padres instrumentalicen su razón, para engendrar
hijos con criterio predeterminados de selección y planificación, sin importar
ni preocuparse por la dignidad de un nuevo ser, donde el principal objetivo
válido es ver nacer hijos según deseos que pueden ser satisfechos utilizando un
laboratorio genético. En otras palabras los progenitores no se obligarían a
considerar que “el otro, con su dignidad de persona, pone un veto
incondicional, un “no” absoluto a mi libertad, un “no” que no puede ser
superado sino en el “sí” de la aceptación del otro en el valor que es él mismo,
en su ser-persona”[4].
Estas reflexiones me devolvieron al
placer de una antigua lectura de la obra “Un Mundo Feliz”[5]
de Aldous Huxley, en la cual nos anuncia que hacia el año 2500 nuestro mundo
tendrá un control social, en el que el azar estará excluido, donde, los seres
humanos serán moldeados clónicamente y producidos en series, primando un
criterio de estandarización, que asegure que cada uno cumpla un rol que
beneficie la armonía y estabilidad de la sociedad. Queda así de manifiesto que
la sociedad pone al servicio de sus integrantes el progreso científico, en el
convencimiento que con ello los ciudadanos tengan acceso a una felicidad
asegurada, aunque sea obligatoria.
La película Gattaca y el libro de Huxley
tienen aciertos en su desarrollo de su contenido argumental que motivan a una
reflexión, de tal manera que quedan en la retina preguntas que hoy ya no son
ciencia ficción, como la preocupación de que en la denominada época posmoderna,
hemos despojados lo absoluto del sentir
humano, donde la inteligencia se pone al servicio del poder, no para
vivir sino que para sobrevivir. De hecho “cuando el derecho a la vida y la
propia vida dejan de ser absoluto desde la concepción hasta la muerte natural, convierto
al otro en algo solo material y relativo, no trascendente, y menos espiritual y
sagrado, que puedo destruir o manipular a la luz de mis deseos u objetivos
personales, o de grupos, conocimientos e ideas fanáticas y sobrevaloradas”[6].
En estas tramas antiutópicas propuestas
tanto por el guión fílmico como en el argumento de Huxley, no aparece una
“Realidad Fundante, Trascendente, Personal”[7],
que nos dote de sentido por el cual vivir, interpelándonos hacia una respuesta
responsable en el uso de nuestra facultad de inteligencia, que ha obviado aquel
plus divino que configura nuestra subjetividad, al no considerar las categorías
dadas por Gracia, como son la conciencia y libertad, las cuales condicionan
nuestra humanidad como sujetos. Ante una cosmovisión exenta de dicha realidad
fundante la manipulación eugenésica aparece sin que se asuma la responsabilidad,
ni se considere un aspecto teleológico de la existencia humana, de tal manera
que el hombre opta por encerrarse en un fin evolutivo natural fatalista, en que
su conciencia y libertad no son responsable ante Otro; como si solo lo fueran
ante la naturaleza, un error que no considera que “no se puede ser responsable
ante una realidad impersonal como es la naturaleza, sino solamente ante un ser
personal”[8].
Sin dudas que vivimos en una
sociedad pluralista en la cual nos enfrentamos a dos procesos que buscan
construir un marco ético: “El primero es negativo, delineando los límites
críticos que deben respetarse para evitar la ulterior fragmentación de la
sociedad y recuperar la confianza básica constructora de la ciudadanía. El segundo es positivo, despertando el sueño
de ideales que yacen en el corazón humano resistente a todo discurso que se
limita tan sólo a lo pragmático”[9].
Lo anterior puede plantearse
desde las enseñanzas de la Enciclica Veritatis Splendor de Juan Pablo II, en
ella se propone un modelo ético de la Opción Fundamental, en que el hombre más
que elegir cosas se elige a sí mismo, orientando su vida de acuerdo a valores
que emergen del querer fundamental de realización, plenitud o felicidad que
habita en el fondo de todo ser humano, teniendo ante sí dos opciones
fundamentales: “la opción por la vida, por la apertura a los demás, a la fe,
por la aceptación del Otro o, por el contrario, el encerramiento, la clausura
en sí mismo, el egoísmo, que en definitiva es la opción por la muerte”[10].
Tanto “Un mundo feliz” como
el filme “Gattaca” nos alertan ante las consecuencias de una sociedad cuyo
protagonismo humano en su dimensión social, es agredido con la perdida de las relaciones
basadas en la confianza y solidariad, evidenciando un pluralismo que denota un
relativismo ético en que los seres humanos dejan de compartir un horizonte
valórico, mostrándose más preocupados de reducir al otro en su beneficio propio
en una total ausencia de un corazón solidario.
Finalmente en la historia de la
humanidad seguirán desarrollándose la ciencia y la tecnología, aunque no
podamos asegurar que ante ellas los seres humanos logremos proteger nuestra
propia dignidad, quizás sea atingente tener presente “la autocomprensión ética
de la especie de la que dependa si podemos continuar comprendiéndonos a
nosotros mismos como autores indivisos de nuestra biografía y reconociéndonos
los unos a los otros como personas que actúan autónomamente”[11],
es decir que mantengamos el derecho a conservar nuestra biografía genética sin
manipulación respetándonos ser nosotros mismos.
Bibliografía
[1] Habermas, Jürgen. El futuro de la
naturaleza humana ¿Hacia una eugenesia liberal?, Barcelona, Paidos Ibérica,
2002. p. 34
[2] Verspieren, Patrick. La clonación
humana y sus avatares. Revista Selecciones de Teología. Vol 40 Nº 159, 2001. p.
225-234
[3] Shayegan, Daryush. La luz viene de
occidente. Ed. Tusquets ensayos. España 2008. p. 317
[4] Sayés, José A. Principios filosóficos
del Cristianismo. C.B. Comercial Editora. España. 1990 p. 69
[5] Huxley, Aldous. Un mundo Feliz. Ediciones de Bolsillo. España,
2014.
[6] Canals, Sergio. Algo resuena en lo
profundo, Uqbar Edotores, Santiago, 2015. p. 32
[7] Abrigo, Carlos. El origen divino de la
subjetividad en la reflexión teológica de Juan Alfaro. Las repercusiones en el
hombre y las tensiones intelectuales del autor presentes en este proceso. Rev.
Teología y Vida,. Santiago 2015. 56/1. p. 105
[8] Ibid., p.109
[9] Mifsud, Tony. Sugerencias éticas para
un desarrollo humano. Universidad Alberto Hurtado. Clase Magistral, 22 de marzo
de 2001
[10] Martínez C.,Juan A. Libertad de Verdad.
San Pablo, Teología Siglo XXI. Madrid 1995.
p. 186
[11] Habermas, Jürgen. El futuro de la
naturaleza humana ¿Hacia una eugenesia liberal?, Barcelona, Paidos Ibérica,
2002. p. 41
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