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Séneca

Thursday, September 20, 2012

Voltaire: Cándido y el optimismo (lecturas)


Leer a Cándido y el Optimismo de Voltaire desde la mirada madura de su autor, nos transporta a su anticlericalismo, con un Dios aunque creador se nos muestra muchísimo más cercano a un Demiurgo. Con una sorna exacerbada en que el escritor acentúa su crítica a las autoridades de la Iglesia Católica Apostólica Romana, recordando las atrocidades y abusos de la Inquisición en época del Terremoto de Lisboa en el siglo XVIII.

Releí este cuento que tiene un acervo filosófico importante al relacionar las ideas de W. Leibniz, que inmersas en una  armonía de optimización calculada en la cual la vida estaría en “el mejor de todos los mundos posibles”.  Por cierto que la ironía está en que este mundo no tiene mucho que ver con el paraíso, donde el argumento del cuento se desarrolla  mostrando una serie de fatalidades, que se suceden unas a otras sin dar tregua.

La vida que el Dios optimizado de Leibniz nos depara esta determinada por minimizar  el mal y maximizar el bien. De aquí que la personificación de Pangloss en un filósofo que permanentemente le recuerda a Cándido que a pesar de sus desgracias: “Las cosas no pueden suceder de otro modo, porque estando todo hecho para un fin, todo lleva necesariamente hacia el fin mejor”. 

Queda claro que el argumento defiende la creencia de un mundo que es perfecto puesto por un Dios perfecto, idea que de paso sustenta las creencia en la Teodicea.
Tales ideas quedan en evidencia en el texto siguiente:
-Y, pues, amado Pangloss -le dijo Cándido- cuando se vio usted ahorcado, disecado, molido a palos y remando en galeras, ¿pensaba que todo iba perfectamente?
-Siempre me estoy en mis trece -respondió Pangloss-; que al fin soy filósofo, y un filósofo no se ha de desdecir, porque no se puede engañar Leibniz, aparte que la armonía preestablecida es la cosa más bella del mundo, no menos que el lleno y la materia sutil. (Cándido o el optimismo. Voltaire: Capítulo XXVIII De lo que sucedió a Cándido, Cunegunda, Pangloss, Martín, etc.)

Finalmente lo que queda como corolario de las vicisitudes es aceptar con resignación y un optimismo esperanzador, de que esta vida es la mejor posible:
-Tampoco ignoro yo -dijo Cándido- que es menester cultivar nuestra huerta.
-Razón tienes -dijo Pangloss-; porque cuando fue colocado el hombre en el paraíso del Edén, fue para labrarlo, ut operaretur eum, lo cual prueba que no nació para el sosiego.
-Trabajemos, pues, sin argumentar -dijo Martín- que es el único medio de que sea la vida tolerable. (Cándido o el optimismo. Voltaire: Capítulo XXX Conclusión)

Que estén bien…

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