Suele decirse que una imagen vale más que cien palabras, lo cual rige especialmente hoy para las noticias televisivas, donde antes nos informábamos en diferido hoy lo hacemos en tiempo real. Cabe preguntarse si este hecho asegura que lo que vemos corresponde fielmente a la realidad de un acontecimiento, convirtiéndonos en testigos de la historia. Régis Debray nos previene que la imagen no es la cosa, ni la noticia es el acontecimiento.
Debray continúa diciendo que ninguna mirada es virginal ni soberana. Ninguna percepción está a salvo de interpretación o de intervención. Ningún dato se presenta sin que haya cobrado forma. Toda visión supone un punto de vista. Todo montaje, una selección y un desecho. Todo encuadre, un fuera de cuadro. Toda manifestación de hechos brutos, una elaboración previa. En el registro más objetivote la realidad, se pone en funcionamiento una intensa actividad de confección y de formateado. El triunfo de lo inmediato no puso término, lejos de eso, a las mediaciones técnicas y culturales. Simplemente inauguró la era de la mediación enmascarada. El referente, en casa, en persona y al desnudo: tal es la gran ilusión de la era visual.
La imágenes de las chimeneas de los años 40 del siglo pasado no representan solamente el progreso industrial de su época, sino que también la barbarie de una sociedad, o la explicación de los sucesos del 11S en el cual nadie negaría los aviones chocando contra las Torres del World Trade Center, en este sentido es la historia una ciencia que nos permita una visión acabada de los acontecimientos históricos, los invito a que nos acerquemos a una respuesta.
Ya Aristóteles nos recordaba que la historia es un relato de aquellos hechos que han sufrido los individuos humanos, si partimos de esto para salvar el cuestionamiento de Descartes respecto a la seriedad de esta disciplina, en cuanto al rigor de sus principios y reglas para garantizar la validez científica de sus estudios, tendremos que lograr entender que la historia estudia hechos, aspecto que es ineluctable negar.
Por cierto también tenemos que considerar la división tradicional de las ciencias en inductivas y deductivas, donde la historia no tiene cabida, pues su objeto de estudio no cumple con los requisitos necesarios, ya que es dable reconocer la imposibilidad de realizar experimentos a gran escala con seres humanos, lo que obliga a que la base de sus conocimiento debe sustentarse en la observación.
He aquí un punto crucial en que el observador histórico podría deformar un hecho con fin de hacerlo encajar en su particular visión de la realidad. Pareciera sí evidente, que en los estudios históricos tendemos a dar mayor importancia a los hechos particulares, que a seguir hipótesis generales que se apegan a una teoría o modelo interpretativo de una realidad, lo cual nuevamente nos lleva a un distanciamiento entre los métodos de la historia y las ciencias denominadas naturales.
Me temo que desde una perspectiva lógica podría derivarse que para pensar en hechos particulares es menester considerar en proposiciones generales, que permitan sostener un razonamiento inductivo acerca de los hechos investigados. Cabe reconocer que todo lo que pensamos está traspasado por proposiciones generales, pero de ahí a asegurar la necesidad de que el razonamiento inductivo nos conducirá a validar un hecho investigado se convierte en una aseveración temeraria.
En lo anterior téngase presente, que los hechos históricos se sustentan en muchas ocasiones en la confiabilidad que le asignemos a un testimonio o documento en particular, a partir del cual emerge un juicio que sin duda encierra una generalidad. Es así como la mayoría de nuestras reflexiones se fundamentan en nuestros paradigmas, que sirven de estructura para fijar nuestras justificaciones, que no dependen de esquemas formales inductivos o deductivos, o a una combinación de ambos.
Necesitamos esa red de proposiciones generales de la experiencia pues estas constituyen el conocimiento, en que su generalidad no esta abierta a un cuestionamiento total, entendiendo que es posible poner en tela de juicio una proposición o un conjunto de ellas, mientras otras se mantienen, pero no es factible tirar al basurero todo mi paradigma de una sola vez.
En definitiva como opina Alain Finkielkraut la historia no es razonable ni tan siquiera racional, sino que la razón es histórica, pues las formas que la humanidad no cesa de engendrar poseen su existencia autónoma, su necesidad inmanente, su razón singular. Si interpretamos correctamente a Finkielkraut esta humanidad es la suma de los particularismos que pueblan la tierra, por tanto la historia de la humanidad debe declinarse en plural.