Mientras recordaba un verso
de Alejandra Pizarnik: ”no abandone el vacío y el desierto, vivo en el peligro”...,
quien vivió en París como varios poetas latinoamericanos, surgió desde lo más
recóndito de mi memoria un grito de asombro reiterativo: ¡Malditos franceses!
Por cierto, exclamación con un hondo sentido de admiración por la poesía gala.
Tengase presente, la increíble cantidad de poetas alrededor del mundo, que
aprendieron a descubrir su propia voz poética; como lo sostiene T.S.
Eliot; a través de la inspiración de los vates franceses.
Además de Pizarnik una pléyade de poetas sudamericanos orientaron sus pasos hacia la ciudad de las luces, como Cesar Vallejos, Vicente Huidobro y Pablo Neruda. De Vallejo se dispararon hacia mi memoria una metralla de palabras: Ausente, mañana, Misterio, inevitable cementerio las cuales dieron blanco frente al edificio Dakota en Nueva York.
Fue un día cercano a la
navidad del 2015, caminaba junto a G por Central Park en la ciudad de Nueva
York, era una hermosa mañana con un sol esplendoroso, el que no impedía que un
viento frío penetrante calara nuestra estructura física, atravesando las
capas de ropas, que preventivamente habíamos decidido vestir y así capear los
grados bajo cero que nos mostraba el termómetro. Más de una vez hemos
comprobado que un sol radiante en estas circunstancias estivales no es garantía
de protección de las bajas temperaturas climáticas.
Nos encaminamos hacia el edifico Dakota dónde años antes en un aciago día del mismo diciembre, un maldito asesino terminó con la vida de Lennon . Nuestra intención más que hacer presencia turística era rendir un homenaje espiritual, en el lugar en que el alma de John se disipó para siempre de este mundo. No traíamos “Un guardián entre el centeno”, ni los sones de la música de Lennon, sólo nuestro silencio respetuoso y sagrado, ante la insensatez de una vida desgarrada por la violencia, como en tantas otras ocasiones ha sucedido y que lamentablemente seguirá ocurriendo, por más que John siga cantando: “Imagina a toda la gente / viviendo en paz”
Ahí frente al Dakota fue el
momento en que los casquillos de aquellas palabras del Cholo Vallejos cruzaron
mi mente, emulando los cinco disparos que sesgaron la vida de Lennon: Ausente!
La mañana en que me vaya / más lejos de lo lejos, al Misterio,/ como
siguiendo inevitable raya,/ tus pies resbalarán al cementerio.
Por cierto nuestra intención original era
acercarnos hacia el monumento de Cristobal Colón en Central South Park, pretendiendo
encontrar las huellas dejadas por Saint Exupéry hacia 1940, quien vivió y
escribió El Principito, en un edificio del sector en que pernoctó por poco más
de dos años antes de volver a Europa, para luego desaparecer aquel verano de
1944 en las aguas del mar mediterráneo.
Así tenemos que este aviador francés nos regaló
esta maravillosa obra que ha sido de entretención y meditación profunda para
millones de lectores alrededor del mundo. Aunque es difícil ubicar el lugar
exacto en que la inspiración literaria de Saint Exupéry fecundó El Principito,
el sólo hecho de detenerse en el sector y dejarse llevar por una de sus tantas
frases célebres : “No se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible
a los ojos”, no deja de ser una oportunidad para reencontrarnos con el misterio
de lo numinoso de las vivencias humanas.
De regreso al apartamento luego de satisfacer algunas necesidades consumistas en el Shoping de Columbus Circle, pasamos por algunos minutos a la librería Rizzoli Bookstore, en la cual adquirí una obra de Ezra Pound, quien tuvo la osadía de afirmar que la poesía inglesa era un plagio de la francesa. ¡Válgame Dios!
Seguiré leyendo a Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé: ¡Malditos poetas franceses!
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