"Veritatis simplex oratio est"

Séneca

Saturday, August 03, 2019

Volviendo a casa para un nuevo renacer


Más temprano que tarde he iniciado ese camino inevitable de retirarme de la docencia universitaria de pregrado, para encontrar un nuevo comienzo. Por lo pronto en mi atiborrada oficina académica, entre papeles, libros y cosas que sólo me han interesado a mi, debo comenzar un desalojo físico y un inminente desapego intelectual.

No soy el primero como tampoco seré el último, de hecho en los últimos años algunos de mis colegas, se vieron enfrentados a similar situación emocional. Por ejemplo Miguel Guzmán o la tristeza de Hugo Alonso. Hubo otros que no terminaron de despedirse del todo, Ramón Correa, Francisco Hevia y no hace mucho Carlos Ruiz Tagle.

Ramón en lo personal fue un caso muy especial, pues fue mi profesor en mi Alma Mater en Concepción, para reencontrarnos a comienzo de este siglo cuando ejercía el cargo de Decano en la Facultad de Ciencias. Con el paso del tiempo pase a ser parte de uno de sus selectos grupos de tertulias filosóficas de los días miércoles. De esto, me embarga un sentimiento de frustración penosa por no haber tenido la capacidad de cultivar esta senda, a pesar que para ser justo conmigo mismo, he participado en varios intentos  para crear espacios de diálogos al interior de la comunidad universitaria, como la posibilidad de crear un centro de divulgación humanista para vincularnos con la sociedad de la región antofagastina. En fin sin resultados.

Destacable fueron los encuentros académicos entorno a la Pastoral Universitaria, donde con un mínimo de ellos nos esforzamos en hacer universidad en el marco del humanismo cristiano. No esta demás decir que así conocí a Pablo Reyes, quién no hace muchos días atrás, luego de más de cuatro décadas en la academia se despidió regalándonos una muestra intelectual y artística de su trayectoria, a la cual me sume agradeciendo su irrestricta amistad bloguera a través de las incontables contribuciones que enriquecieron ese espacio intelectual.

Bueno quizás pudimos haber hecho más, para lo que he defendido como un objetivo imprescindible para sentirse parte de una comunidad universitaria: hacer universidad. No obstante lo anterior, recupero la alegría ante la satisfacción de haber tenido la oportunidad de disfrutar de tales vivencias intelectuales. Este sentimiento me fortalece al mirar por el ventanal de mi oficina que la vida institucional continua; los seres humanos estamos de paso; aún así renace en mi una esperanza de genuina  resiliencia de que más allá habrá lugares, en que no hay todavía la clausura de una última lección, en el cual aún sea menester seguir dando lo que se ha almacenado en sí mismo, para la solidaridad y generosidad de nuevas generaciones.

Agradezco a la universidad haberme permitido el espacio y tiempo para darle a muchos proyectos de vida juveniles la oportunidad de convertirse en realidad, como también a cada uno de las personas que son o han sido parte de la comunidad universitaria a lo largo de estos años, pues sin un trabajo colaborativo no es posible construir instituciones sostenibles, como nos recuerda Tal Ben-Shahar: "La vida es difícil. Hay desafíos, perdidas, caídas. La pregunta es qué hacemos cuando esto sucede. Las personas más felices y exitosas son las que enfrentan los momentos complejos de mejor manera. También, las que son capaces de entender que en todo esto hay un aprendizaje y una lección que nos hará crecer".

Al regreso a casa me siento en el taburete ante el piano, con una mano propongo un acorde de emociones sostenidas y con la otra deslizo mis dedos con pretensión rítmica: do, re, mi, fa… para justificar la necesidad de pensar un nuevo comienzo en mi vida, o mejor dicho en la parte final de ella. Volver a casa, de eso se trata, con mi familia, amistades presentes y por sobre todo con mi amada mujer.  Sí, es que también en un rincón de este hogar entre anaqueles se encuentran mis amigos y maestros de toda una vida, ellos me han acompañado con sus luces y sus sombras, pero por sobre todo con sus voces silenciosa de palabras cristalinas.

Volver a casa, para dialogar con Hegel, Bergson, Stein, Heiddeger, Arendt, Jasper, Gadamer y Habermas. Tendré tiempo para atender a Foucault, Rawls, Elías, Schultz, Boltanski y Bourdieu. Y también Guardini, Tilich, Bultmann, Rahner, Kung, Kasper y Ratzinger o simplemente dejarme convencer por Jung y los versos de Rumi… habrá tiempo?

En palabras de Ortega y Gasset: “Cuando pedimos a la existencia cuentas claras de su sentido no hacemos sino exigirle que nos presente alguna cosa capaz de absorber nuestra actividad [...].¿Quién que se halle totalmente absorbido por una ocupación se siente infeliz?“ La respuesta a esta pregunta es una oportunidad personal que es recomendable hacerse, cada vez que nos ocurre una situación que da espacio a reflexionar.

He comprobado que esto es posible hace pocos días atrás, cuando uno de los académicos más jóvenes de mi entorno, nos leyó a varios de nosotros el poema “Desiderata”, en cuyos versos se recorre la experiencia de vivir y para qué vivir, los que a mi juicio quedan definido en una simple sentencia: encontrar la felicidad. Es así, leamos sus versos finales: “Conserva la paz con tu alma en la bulliciosa confusión de la vida, que aún con toda su farsa, penalidades y sueños fallidos, el mundo es todavía hermoso. Sé cauto. ¡Esfuérzate por ser feliz!”.

En definitiva, vivir las emociones con contención para así generar un sentimiento reconstructivo, que promueva un estado de ánimo estable para enfrentar un futuro que se agota en mi presente, sin dejar de acrecentar mi pasado, cuyos recuerdos alimentaran la plenitud de vivir mi comunidad fractal.

Bibliografía
 Tal Ben-Shahar. 2009. Even Happier: A Gratitude Journal for Daily Joy and Lasting Fulfillment. Ediciones McGraw Hill. New York.
Prólogo de José Ortega y Gasset al libro de Eduardo Figueroa Alonso-Martínez ( Conde de Yebes): Veinte años de caza mayor.
Ehrmann, Max. Desiderata, sabiduría para vivir. Vergara & Riba Editoras, 2003.