Viena es una ciudad que encanta, es la ciudad de Freud y de
una pléyade de notables, acercarse al entorno en el que emergió la
interpretación de los sueños es una experiencia que domina a mi “inconsciente
yo”. Me pregunto: ¿Estoy despierto?, o es un sueño del que por el momento no
quisiera despertar. Es que
realmente estoy frente a Berggasse 19 dónde vivió y trabajó Sigmund Freud o
sueño que paso raudamente por el café que frecuentaba.
Pero Viena es también arte, recordé a Schiele pintor discípulo de Klimt por cuanto mi
destino era visitar el Albertina Museum, donde esperaba encontrar sus acuarelas
y gouaches de cuerpos desnudos contraídos e hirsutos, con sus colores fuertes
que buscan exponer su alma sobre
la piel desgarrada. Antes un pequeño alto en el camino para adentrarme en el
espíritu vienés, para ello nada mejor que detenerse por un expreso en el Café
Bräunerhof.
En el Café Bräunerhof es imposible no trasladarse al pasado,
todo su entorno nos conduce a una atmósfera, que bien podría haber vivido un
Arthur Schneitzler dramaturgo del cual Stanley Kubrick tomó el argumento para
la película “Ojos bien cerrados”,
la cual es probable necesitar un psicoanálisis para terminar de comprenderla.
Es posible que Georg Trakl , Robert Musil, Stefan Zweig, Wittgenstein, Arnold
Scönberg y el mismísimo Elias Canetti con su señora Veza Taubner no hayan
tenido la oportunidad de estar en el Bräunerhof, eso realmente importa poco
porque la ciudad del Danubio más allá de Mozart, del psicoanálisis, de los valses , de Sissi es la ciudad de
los cafés: Café Sacher ,
Café Sperl, Café Mozart, Café Central, Café Demel, Café Hofburg o el Café Landtmann preferido de la Sissi fílmica Romy Schneider entre tantos
otros, cualquiera de ellos pudo albergarlos.
El escritor
Carlos Franz confesaba no hace mucho en un artículo periodístico: “…me
gustan las placas conmemorativas. Me emociono cuando en París descubro que
estoy ante la casa de Víctor Hugo o en Nueva York me siento en la misma banca, del White Horse Tavern, donde
Dylan Thomas se tomó sus famosos y letales dieciocho whiskeys” , por cierto que
esto habría sido una ayuda para saber sí algunos famosos austríacos o no,
estuvieron sentados frente a una mesa de estos tradicionales cafés vieneses.
Al fin en Albertina Museum, admirando su colección permanente
de Claude Monet, Pablo Picasso, Amadeus Modigliane, Toulouse-Lautrec, Marc
Chagall, René Magritte y Joan Miró entre otros. Pero no encontré a Schiele
estaban de visita en el Guggenheim de Bilbao…. Aún así me conformo con las
emociones vividas en un día de la Viena imperial, y para no olvidarme del aire
vienés me compré un sombrero de tela típicamente austríaco.
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