"Veritatis simplex oratio est"

Séneca

Sunday, July 13, 2008

El mal desde la perspectiva de Kant

Francisco de la Fuente V.


En nuestros días no es un acto anacrónico el recurrir a Kant para encontrar una explicación a la llamada “problemática del mal”, pues es una afirmación que puede sustentarse en el comportamiento de filósofos y políticos a los cuales se les hace mucho más cómodo hablar de la violación de los derechos humanos o de la injusticia, de lo moral o no ético, que de referirse a la maldad humana. De hecho hasta los mismos teólogos que se ven obligados a referirse a la maldad lo hacen de manera específica señalándolo como el “problema del Mal”, tratando de reconciliar la aparición del mal con la fe en un Dios omnisciente, omnipotente y benévolo. Así el discurso se aleja de la experiencia cotidiana mostrando los horrores de la guerra, los actos de sadismo y asesinatos de inocentes, junto al tradicional catálogo de pecados cristianos como problemas que no lo son, generando en nuestra visión actual un acto de reconciliación con la maldad, apoyadas por las creencias y convicciones religiosas.

Kant nos afirma que los seres humanos no están predestinados a la maldad en su naturaleza humana, sino que la propensión de actuar bien o mal depende de un acto volitivo, en el cual hombre a partir de su libre albedrío elige seguir entre una máxima de bien o una máxima de mal. Es así como los seres humanos somos cabal y plenamente responsables en cumplir con el respeto de la ley moral o en su defecto entender que no somos capaces de actuar de acuerdo a dicha ley.

El hombre por sí mismo debe hacer o hace lo que sea en un sentido moral, ya sea bueno o malo, por acción de su voluntad, pues sino fuera de esta manera no se le podría considerar responsable moralmente. Una cosa es que digamos que el hombre ha sido creado para el bien y otra sí en su actuar adopta una máxima que incentive el bien y no el mal en el uso de su libertad. De aquí es que se puede afirmar que la naturaleza no es la que engendra el mal, sino que el uso del libre albedrío del ser humano es el que puede generarlo.

De tal modo Kant nos enfrenta al problema de decidir cuando una máxima es buena o mala, permitiéndonos identificar en ellas un incentivo para seguir la ley moral o seguir nuestras propias inclinaciones. Esto hace de suma importancia para nuestro actuar la priorización o subordinación que hagamos para ordenar tales incentivos, viendo cual se pone como condición del otro. Por ello tendremos un hombre malo cuando este invierte el orden moral de los incentivos dándole cabida a los de la ley de amor propio.

Kant nos advierte de la importancia de identificar adecuadamente estos incentivos que motivan la adopción de una buena máxima, cuando nos muestra la diferencia entre la persona empática para con los demás y aquella que es respetuosa del deber solidario con los otros, ambos pueden tener el propósito de ayudar, pero es claro que han adoptado tal propósito por razones distintas, donde el empático ve su acto de ayuda como algo placentero como finalidad para sí mismo, en cambio la otra persona su acto de ayuda es moralmente digno estando su finalidad en la necesidad del otro, es decir tiene mayor peso moral aquel que actúa a causa del deber en lugar de hacerlo por empatía.

Otro aspecto interesante de Kant es haber acuñado lo que denominó el “mal radical”, a decir de algunos autores quizás deseaba exponer y defender lo que él consideraba el núcleo moral y racional de la fe cristiana, aunque hay que señalar que para Kant los seres humanos son responsables de sus acciones y máximas, rechazando la idea que nacemos moralmente buenos y que nos corrompemos, como a su vez la idea de que somos intrínsicamente malos naciendo en el pecado. Tenemos así que la naturaleza humana no es ni buena ni mala aunque los humanos no puedan obviar la propensión al mal que es constitutiva de su especie. No obstante Kant estima que el hombre puede progresar moralmente e incluso los malvados convertirse en moralmente buenos.

El mal radical no se identifica como un tipo especial de mal que no podamos concebir, todo lo contrario podemos concebirlo cuando nos enfrentamos a la “propensión” a no hacer lo que el deber manda y por consiguiente a no obedecer la ley moral. Su radicalidad se inserta en las raíces que tiene esta propensión en la naturaleza humana, por la corrupción de la voluntad de no hacer lo que se debe para adoptar máximas buenas, debido a la debilidad y fragilidad del corazón humano, como por su propensión a mezclar las causa motivadoras amorales y morales. Además se agrega la propensión de la naturaleza humana a adoptar máximas malas.

En definitiva Kant se preocupa por el hombre como especie humana, sabiendo que sí la razón maliciosa y diabólica fuera constituyente de su naturaleza no permitiría la disyuntiva moral, pues como hemos dicho anteriormente la moralidad presupone el libre albedrío que da la posibilidad al hombre de actuar de otra manera, adoptando las máximas que elija libremente.

La sociedad moderna ha generado un maniqueísmo vulgar que ha sido asumido por grupos ideológicos y de fanáticos de todo tipo, quienes utilizan el lenguaje del mal para identificar aquello que desprecian y que desean destruir. De tal manera que al enfrentarnos con los acontecimientos del mal en estos últimos dos siglos, debemos evitar tal maniqueísmo ya que no podemos obviar la insistencia kantiana de nuestra responsabilidad personal y no colectiva, de la cual no debemos excusarnos ni eludirla a través de las explicaciones funcionales y acomodaticias, pues cada uno debe asumir la responsabilidad moral de sus actos considerando su posición en la sociedad.

Sunday, July 06, 2008

Visitando Bogotá y un encuentro con su cultura
Francisco de la Fuente V.

Estuve en Bogotá una ciudad que va en camino a cumplir 470 años de vida si se cuentan a partir de que Gonzalo Jiménez de Quesada la levantara un 6 de Agosto de 1538, en un remedo de caserío que se conoce como el Chorro de Quevedo. Tras visitar ese lugar he podido recrearme con una hermosa Iglesia que tenía sus puertas cerradas, lo cual no impidió quedarme unos instantes contemplando su espacio geográfico desde cual se inicio el largo periplo para los habitantes de esta comarca, que hoy nos regalan la oportunidad maravillosa de adentrarnos en una cosmopolita ciudad.

Su barrio de la Candelaria en cada ladrillo guarda el esfuerzo constructivo de hombres, que a imagen y semejanza de semblanza andaluza dieron paso a calles angostas; que nos viene a recordar a la lejana Sevilla, pues si no levantamos la mirada nos veremos avanzando en el viejo mundo, por la Calle Sierpes hasta la mismísima Iglesias de San Luis de los Franceses por allá en la Macarena.

Como es mi costumbre tomé un taxi conviniendo con su conductor que me hiciera un “city tour” por su ciudad, para mi nada es mejor que un habitante me regale su experiencia cotidiana de convivencia citadina. Así me dejo sorprender por estos improvisados y en ocasiones expertos guías turísticos de paciencia infinita por agradar al forastero. Avanzamos por las callejuelas angostas en busca de la Quinta de Bolívar primera parada importante acordada. Esta casa que fue habitada por el prócer Simón Bolívar por espacio de poco más de un año, conserva hoy una exquisitez de salones, dormitorios, cocinas y una alberca en el jardín que con el tiempo se ha ido convirtiendo en pozo de los deseos, por la gran cantidad de monedas que acumula en su fondo. Bueno y hablando de monedas raudamente me trasladé a la Casa de Moneda, con su interesante colección numismática que nos muestra los derroteros históricos de la Gran Colombia. De allí me dirigí a la Biblioteca Luis Ángel Arango, que es un centro de erupción cultural en cuya lava fluyen exposiciones, talleres y música con su programa de conciertos con interpretes internacionales y nacionales como la reconocida pianista Blanca Uribe. De aquí al Museo de Botero con sus gruesos cuerpos, para luego dirigirme al Teatro Colón, lo cual me lleva a preguntarme el por qué los teatros majestuosos les pondrán por nombre Colón, ya que recuerden que el mismo nombre lleva el del Gran Buenos Aires.

Luego a la Iglesia San Francisco con su hojilla de oro que sumado al balín de oro de la Casa de Moneda nos hace recordar un pasado lleno de historias y mitos sobre la ubicación de El Dorado, una de estas historias es la que nos cuenta nuestro conductor sobre la laguna de Guatavita , donde un Dios del Oro; para respetar el relato de mi guía pues algunas crónicas dicen que correspondía a un hombre que se cubría de oro en un ritual ceremonial, que al ver a los españoles prefirió desaparecer en las profundidades de la laguna llevándose consigo todo el oro acumulado por su pueblo.

Conocido esto por los españoles de inmediato se abocaron a la empresa para intentar desaguar la laguna de Guatavita con el fin de hacerse del oro, para transportarlo hasta la Torre del Oro en la ribera del Gualdalquivir, pero el oro no emergió de las profundidades, hasta siglos después en que buzos especializados rescataron algunas piezas que se muestran en el Museo de Oro de Bogotá … que maravillosa historia, como para cerrar los ojos y dormirse soñando que nos hundimos en la laguna para charlar de las raíces históricas con el Dios de oro y comunicarles que al menos por el momento no hay españoles a quienes temer para que se lleven el oro.

En camino nos encontramos por su colorido y belleza con la pintoresca Iglesia de Nuestra Señora del Carmen, para luego avanzar hacia el presente histórico ya que hoy se encuentra la república instalada con sus poderes en la Plaza Bolívar. Esto permite un momento para el discurso ciudadano de nuestro avezado guía, sobre la Presidencia de D. Alvaro Uribe y de pasadita de los altercados con el imponderable Hugo Chavéz y el doloroso tema de la guerrilla, que los desgarra como pueblo que desea vivir en paz, que abogan por un termino que busque que cada colombiano pueda enfrentar el futuro de la nación con confianza y respeto de sus instituciones ciudadanas.

Luego nos encaminamos al parque de la Independencia para empinarnos a la terraza de la Torre Colpatria, para admirar una vista panorámica de los confines de la ciudad. Continuamos hacia el parque Nacional y la Universidad Javeriana para recaer en el centro financiero de la ciudad de Bogotá. Avanzada la hora era el momento de cambiar unos cuantos dólares para encaminarse a ver que nos deparaban las librerías bogotanas; específicamente la Librería Nacional, lo que al fin fue un mal comienzo por precios que no mostraban ninguna ventaja, agregándose una atención que deja mucho que desear.

Sin embargo al otro día mi suerte mejoró ostensiblemente, pues gracias a la ayuda y recomendación de una mujer encantadora, quién me posibilitó acceder en el centro de Bogotá a la Librería Lerner, en la cual termine adquiriendo una cantidad no despreciable de libros con una excelente atención de su personal. Me refiero a Gloria Martínez Castillo pintora, historiadora del arte y académica de la Universidad de los Andes, quién me invito junto a mi esposa a almorzar en su casa departiendo unas horas muy placenteras y degustando las exquisiteces de la comida tradicional colombiana. Además tuve la oportunidad especialísima de admirar la obra de su esposo el pintor caldense Luciano Jaramillo Trujillo quién partió de este mundo un 31 de Diciembre de 1984, siendo una de las figuras romántica y expresionista que surgió allá por los años sesenta en la pintura colombiana.

Dos obras y un libro de Luciano Jaramillo comentaré por ahora, la primera “La Gitana” un óleo sobre lienzo que nos muestra toda la fuerza para extraer de la historia del arte una perspectiva personal de ver la célebre gitana dormida del aduanero de Rousseau (1897), imponiendo una actitud y voluntad para mostrar en su pintura el objeto o acto no visible, de una luna que por una lógica racional de un hilo casi invisible casi no se sostiene y por ende detiene en ese momento único el despertar, dando tiempo a la expresión irracional de un sueño que nos revela el lenguaje del inconciente. La otra obra es el “Retrato de Gloria” donde el uso de los colores de fondo y del vestido nos guían hacia el acto de amor de unas manos de madre, que pacientes esperan el lapso de tiempo humano de un nuevo ser. Por último Gloria Martínez me obsequió un libro de un valor incalculable que me ha permitido acercarme a los temas de la pintura de Luciano Jaramillo, que muestran un mundo de seres que emergen desde su particular visión con todos sus “sentires” y angustias.

Para finalizar sentado en el Café Juan Valdez sirviéndome un Express de aroma muy pronunciado, de buen cuerpo y acidez sutil del café que se produce en la cuenca del amazona, pensando en volver por estas tierras colombianas ojala muy pronto.