"Veritatis simplex oratio est"

Séneca

Sunday, March 02, 2008

Señales Incaicas
Francisco de la Fuente V.

Visitar el Perú es reencontrarse con un pasado histórico en el cual se desarrolló la civilización incaica, adentrarse en el museo del oro, lo que más llama la atención es que la interpretación de los adornos a partir de una sola pieza, permite acercarse a prácticamente toda la cosmovisión de una época de la historia americana, aunque ante esta afirmación es recomendable tomar los resguardos respecto a que la totalidad es más un concepto teórico que espejo de la realidad. Cualquiera de nosotros cuenta con los medios para acceder sin mayor dificultad a la información, que hasta hoy han podido los científicos aportar para lograr conocer lo más fidedigno posible la realidad de los pueblos incas, por cuanto en este artículo me alejaré de ello y sólo me dedicaré a resaltar algunos aspectos que me parecen interesantes.

Siguiendo las enseñanzas del escritor y ensayista John Berger en su obra “Mirar”, cuando uno se enfrenta a un objeto de arte no puede obviar al menos dos componentes: el que lo ha realizado, es decir el que ha trabajado los materiales para darle su presencia en nuestro sentir, y al mismo tiempo considerar al que observa activamente dicho objeto. El mirar perdería su participación en el proceso comunicativo sino consideráramos la importancia de la interrelación de estos componentes, lo que de paso nos muestra una característica del arte actual, al hacerse cada vez más comunitario.

Cuando uno ingresa al Museo del Oro ubicado en la ciudad de Lima en el Sector del LarcoMar (Centro Comercial), a poco de andar por sus salas se encuentra con la exposición de un Kero (vaso incaico) en su nave central. Para un visitante distraído sólo le demandará una detención de algunos segundos, lo necesario para reconocerlo como un utensilio antiguo cubierto de decoraciones con signos ininteligibles, y luego avanzará por las demás salas lo que le permitirá decir a su salida que ha visitado un museo, lo cual es cierto y comprobable, lo que no puede afirmar es que ha “mirado” el museo en la perspectiva de Berger, o quizás el lector prefiera en la perspectiva de Michel Foucault quién ha desarrollado también este tema en su obra “Ceci n’est pas une pipe”.

No me cabe duda que mirar es una actividad que es parte de un proceso de aprendizaje que permite desarrollar la capacidad de concentración necesario para prestar atención. En lo personal mi primer ejercicio de que no tenía esta capacidad la tuve hace algunos años al tropezarme con la obra de Foucault “Las palabras y las cosas”, específicamente en la lectura del capítulo referido a la pintura de Velásquez, conocida como “Las Meninas”. Esta pintura ubicada en uno de los salones del Museo del Prado en Madrid, me demostró por aquel tiempo mi falta de capacidad para mirar, la primera vez que estuve frente a ella, sólo estuve unos minutos, la segunda ya habiendo leído a Foucault me detuve más de una hora, y confieso que regresaría por más.

Otro aspecto que me interesa destacar es la formalidad y sentido de la educación incaica. Respecto a la primera esta se realizaba en la Casa del Saber (Yachayhuasi), en ella se educaban los jóvenes de la nobleza de la cual quedaban excluidos los plebeyos quienes no la necesitaban ya que sólo les bastaba obedecer, en cambio los nobles tenían la misión de mandar, lo cual debían aprender. Esta enseñanza era dada por sabios (Amautas) que entregaban sus lecciones las cuales eran aprendidas de memoria. La Yachayhuasi era una verdadera universidad en la cual se cultivó las ciencias por la masculinidad incaica, la educación femenina se realizaba a las mujeres escogidas a la edad de cuatro años en el Acllahuasi, luego de un largo proceso educativo podían al final consagrarse para ser Vírgenes del Sol o en su defecto casarse con quién el Inca eligiese.

La educación popular estaba en manos de los padres de familia, ancianos y maestros sustitutos los cuales enseñaban a los jóvenes a no ser sólo trabajadores sino que “ser buenos trabajadores”, las virtudes que se practicaban permitirían que el estado se beneficiara como usufructuario de esta educación moral, siguiendo el dictamen que el indio que no sabe gobernar su casa y familia, menos sabrá gobernar el pueblo.

De aquí que me parece interesante destacar la importancia que le daban los Incas a la educación en su aspecto formativo, para hacer que las nuevas generaciones tuvieran una línea de conducta apegada a los valores superiores, basados en “la verdad” que daba confianza y estabilidad social a sus actos, “la honradez” que entregaba la necesaria salud espiritual de su pueblo y “el trabajo” que se constituía en la fuente de vida de la sociedad incaica. En el mismo sentido moral era delito el homicidio, el aborto, el adulterio, la sodomía y afeminamiento, la perversión, la embriaguez, la violación de doncellas, la injuria, la ira y la envidia.

Así podemos reflexionar sobre estas señales incaicas que nos muestran que no hay necesidad de ir tan lejos, para concluir la importancia de la educación en valores en nuestros educando, siendo evidente que deben tener las competencias y habilidades para desempeñar un oficio, pero ello de nada sirve si dicho oficio se ejerce alejado de la ética y moral de su civilización.

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