"Veritatis simplex oratio est"

Séneca

Saturday, March 22, 2008

¿Es que el signo de los tiempos no deja espacio para la esperanza?
Francisco de la Fuente V.

En estos días el mundo cristiano guarda respetuoso silencio ante la semana santa. Así, cada cristiano medita abriendo su mente para escuchar a su corazón anunciándole la superación de la muerte, a partir de la resurrección de Jesucristo, la vida nueva comienza en aceptar este hecho. Si recordamos a los griegos en su afán sistematizador distinguían entre la memoria que nos conectaba al pasado, la percepción con el presente y la espera con el futuro. Es interesante esta distinción del futuro con la espera, de sobre manera si recordamos las palabras de Gadamer cuando nos dice que “es determinante para el ser humano lo que se espera y la manera como se espera”.

Entonces, ¿qué esperamos? os aseguro que no tengo la respuesta, sólo atisbo de que de alguna manera esto tiene que ver con el sentido que tiene la vida humana. ¿Qué se puede esperar del más allá? A partir de una respuesta a ésto nos encontramos frente a una elección, para la cual el mundo cristiano nos tiene una respuesta: si seguís las enseñanzas de Jesucristo podrás compartir la vida eterna superando el paso de la muerte. Antes de avanzar debéis daros cuenta que he considerado a la muerte como un “paso”, ello demuestra que la vida no termina con la muerte, no se acaba el mundo sino que se llega al final de los días de la humanidad en el siglo correspondiente. Es decir el ir hacia la eternidad no implica un acabo de mundo, de aquí que los teólogos nos advierten que tengamos cuidado en lo que entendemos por eternidad, especialmente si la situamos en el ámbito de la inmanencia.

No me cabe duda que a muchos nos preocupa el más allá, a mi particularmente cada vez que leo este poema de Quevedo:

Cuando mi carne caiga en su desgano final
y el esqueleto que lleve dentro puje por salir
espero estar listo.
Generoso desconsuelo el de sobrevivir, sabiendo
Que al prolongarnos nos extinguimos.
No por eso nada vale la pena
o todo da lo mismo.

Ante esto me pregunto ¿qué puedo esperar? Es que puedo encontrar la respuesta en la religión, con la cual debo realizar un acto de apertura inesperada de mi horizonte en una felicidad no calculable, como me lo propone Kant o debo ir más allá de mi propia dimensión humana, para que mi ser esperanzado en la certeza de la existencia de Dios, me llene de esperanza y por este sólo hecho encuentre sentido a la vida o a la muerte.

Hace años atrás hice un ejercicio espiritual y escribí lo siguiente: “Para conocer la esperanza, me fue menester ir a los límites de la razón, al abismo, llenarme de duda y escepticismo, llegar a donde las respuesta necesitan la voluntad de creer”, en el camino me encontré con Averroes y con San Anselmo de Canterbury que me dijo “spes quaerrens intellectum spero et intelligam” ; luego vinieron otros y más otros que aún siguen llegando….

No hace mucho repasaba un diálogo de la película ¿Quién conoce a Joe Black?, para quienes no la han visto Joe es la muerte que viene a buscar a un empresario exitoso, que en un momento de preocupación le pregunta ¿debo tener miedo?, la respuesta de Joe no se deja esperar: Un hombre como tu, no. No me cabe duda que todo buen creyente sabe lo que ésto significa, pues si tiene su esperanza asumida en vivir su vida teniendo la seguridad que la fe en Dios, le mostrará el camino para estar preparado para enfrentar dicho paso sin miedo. ¿Estáis preparados?

La modernidad no nos ha ayudado mucho en motivarnos por cultivar la esperanza, ya que de alguna manera la ha atrapado en sus redes de la razón inmanente, de lo cual ha sido muy difícil desentrañarla, quizás los esfuerzos de Bloch en este sentido nos permitan trabajar esa espera utópica, considerando que razón y esperanza no tienen porque ser enfrentadas, sino que deben combinarse para conformar la “docta spes”, atendiendo a que “la razón no puede florecer sin esperanza, la esperanza no puede hablar sin la razón”, ya que tener fe no puede ser un acto constitutivo de perder la razón, muy por el contrario el hombre como creatura de Dios es un ser racional, que puede abrirse al sentido histórico de las promesas bíblicas.

El cristianismo nos entrega un Dios que promete, que es dador y que a pesar de todo nuestras faltas es perdonador. Para ello cumple con sus promesas ofreciendo el sacrificio de Jesús, aspecto que se hace presente en el ser cristiano a través del acontecimiento pascual de Jesús, con lo cual la esperanza cristiana en el más allá, no queda atrapada solamente al futuro sino que cumple con el pasado prometido y está presente en la transformación por la muerte y resurrección de Cristo.


La esperanza es actualizada por el Espíritu el que es actor central del esperar humano, cuando la esperanza flaquea es el Espíritu que la insufla de nuevos ánimos, en opinión de von Balthasar “Este Espíritu es aliento, no contorno, por eso, su función consiste en ser nuestro aliento, y no en objetivarse; no está en nosotros para ser visto, sino para que veamos en la perspectiva de la gracia; no quiere que le recemos, sino que aclamemos con él: Abba, Padre, como un suspiro indecible arrancado del fondo del alma”.

Es importante observar que este Dios creador que nos ofrece el cristianismo, entra en la historia humana a través del Hijo, el cual tiene en su ser el Espíritu Santo, sin perder por este acto su superioridad como Padre. No cabe duda que sólo un Dios trinitario (Deo trino) puede pensarse como posible de introducirse en la historia humana, este acontecimiento trinitario muestra el camino para la salvación, ilustrando la presencia de lo trascendente en lo inmanente en la realidad humana.

Quizás Hegel no estaba equivocado cuando definió la “verdadera infinitud”: no puede existir un dualismo que haga infranqueable la contraposición de finito e infinito; pues aparte de finitizarse de ese modo el infinito, se le atribuye a lo finito el mismo grado de independencia que al infinito; el ser de lo finito se convierte en un ser absoluto.

Finalmente dejare que las palabras de K. Ranher ilustren la real significación de Jesús crucificado: “Jesús hombre no sólo fue por una vez de decisiva importancia para nuestra salvación… , sino que es ahora y por toda la eternidad, como el hecho hombre y permanecido creatura, la permanente apertura de nuestra finitud al Dios vivo de vida eterna e infinita”

Sunday, March 02, 2008

Señales Incaicas
Francisco de la Fuente V.

Visitar el Perú es reencontrarse con un pasado histórico en el cual se desarrolló la civilización incaica, adentrarse en el museo del oro, lo que más llama la atención es que la interpretación de los adornos a partir de una sola pieza, permite acercarse a prácticamente toda la cosmovisión de una época de la historia americana, aunque ante esta afirmación es recomendable tomar los resguardos respecto a que la totalidad es más un concepto teórico que espejo de la realidad. Cualquiera de nosotros cuenta con los medios para acceder sin mayor dificultad a la información, que hasta hoy han podido los científicos aportar para lograr conocer lo más fidedigno posible la realidad de los pueblos incas, por cuanto en este artículo me alejaré de ello y sólo me dedicaré a resaltar algunos aspectos que me parecen interesantes.

Siguiendo las enseñanzas del escritor y ensayista John Berger en su obra “Mirar”, cuando uno se enfrenta a un objeto de arte no puede obviar al menos dos componentes: el que lo ha realizado, es decir el que ha trabajado los materiales para darle su presencia en nuestro sentir, y al mismo tiempo considerar al que observa activamente dicho objeto. El mirar perdería su participación en el proceso comunicativo sino consideráramos la importancia de la interrelación de estos componentes, lo que de paso nos muestra una característica del arte actual, al hacerse cada vez más comunitario.

Cuando uno ingresa al Museo del Oro ubicado en la ciudad de Lima en el Sector del LarcoMar (Centro Comercial), a poco de andar por sus salas se encuentra con la exposición de un Kero (vaso incaico) en su nave central. Para un visitante distraído sólo le demandará una detención de algunos segundos, lo necesario para reconocerlo como un utensilio antiguo cubierto de decoraciones con signos ininteligibles, y luego avanzará por las demás salas lo que le permitirá decir a su salida que ha visitado un museo, lo cual es cierto y comprobable, lo que no puede afirmar es que ha “mirado” el museo en la perspectiva de Berger, o quizás el lector prefiera en la perspectiva de Michel Foucault quién ha desarrollado también este tema en su obra “Ceci n’est pas une pipe”.

No me cabe duda que mirar es una actividad que es parte de un proceso de aprendizaje que permite desarrollar la capacidad de concentración necesario para prestar atención. En lo personal mi primer ejercicio de que no tenía esta capacidad la tuve hace algunos años al tropezarme con la obra de Foucault “Las palabras y las cosas”, específicamente en la lectura del capítulo referido a la pintura de Velásquez, conocida como “Las Meninas”. Esta pintura ubicada en uno de los salones del Museo del Prado en Madrid, me demostró por aquel tiempo mi falta de capacidad para mirar, la primera vez que estuve frente a ella, sólo estuve unos minutos, la segunda ya habiendo leído a Foucault me detuve más de una hora, y confieso que regresaría por más.

Otro aspecto que me interesa destacar es la formalidad y sentido de la educación incaica. Respecto a la primera esta se realizaba en la Casa del Saber (Yachayhuasi), en ella se educaban los jóvenes de la nobleza de la cual quedaban excluidos los plebeyos quienes no la necesitaban ya que sólo les bastaba obedecer, en cambio los nobles tenían la misión de mandar, lo cual debían aprender. Esta enseñanza era dada por sabios (Amautas) que entregaban sus lecciones las cuales eran aprendidas de memoria. La Yachayhuasi era una verdadera universidad en la cual se cultivó las ciencias por la masculinidad incaica, la educación femenina se realizaba a las mujeres escogidas a la edad de cuatro años en el Acllahuasi, luego de un largo proceso educativo podían al final consagrarse para ser Vírgenes del Sol o en su defecto casarse con quién el Inca eligiese.

La educación popular estaba en manos de los padres de familia, ancianos y maestros sustitutos los cuales enseñaban a los jóvenes a no ser sólo trabajadores sino que “ser buenos trabajadores”, las virtudes que se practicaban permitirían que el estado se beneficiara como usufructuario de esta educación moral, siguiendo el dictamen que el indio que no sabe gobernar su casa y familia, menos sabrá gobernar el pueblo.

De aquí que me parece interesante destacar la importancia que le daban los Incas a la educación en su aspecto formativo, para hacer que las nuevas generaciones tuvieran una línea de conducta apegada a los valores superiores, basados en “la verdad” que daba confianza y estabilidad social a sus actos, “la honradez” que entregaba la necesaria salud espiritual de su pueblo y “el trabajo” que se constituía en la fuente de vida de la sociedad incaica. En el mismo sentido moral era delito el homicidio, el aborto, el adulterio, la sodomía y afeminamiento, la perversión, la embriaguez, la violación de doncellas, la injuria, la ira y la envidia.

Así podemos reflexionar sobre estas señales incaicas que nos muestran que no hay necesidad de ir tan lejos, para concluir la importancia de la educación en valores en nuestros educando, siendo evidente que deben tener las competencias y habilidades para desempeñar un oficio, pero ello de nada sirve si dicho oficio se ejerce alejado de la ética y moral de su civilización.