"Veritatis simplex oratio est"

Séneca

Friday, April 14, 2017

Semana Santa: Sentido de la vida


En estos días de Semana Santa es habitual iniciar una reflexión para descubrir su sentido, y más precisamente de la vida: ¿Por qué existo? ¿Para qué existo? ¿Para quién existo?,  al parecer algunos de nosotros estamos condenados a enfrentar esta pregunta sobre el sentido de la vida, aspecto que puede conducirnos a una situación absurda al mostrarnos una arista trágica si no logramos resolverla.

Por cierto para un creyente sólo Dios podría juzgar si nuestras vidas son absurdas, no los humanos, que no pueden ver sus vidas sin estar insertos en ellas mismas. Además, la realidad no podría ser absurda de la misma forma en que lo son algunas partes, porque no habría un trasfondo de sentido sobre el cual compararla.

Comprendemos que el sentido personal de la vida está forjado por deseos, emociones y valoraciones , los que de alguna manera orientan nuestra vida. Pareciera que además debemos mencionar que más allá de los sentimientos básicos, tenemos un sentido trascendental de la vida que depende de ciertos factores que nos son comunes a todos, los que están fuera de nuestros sentimientos básicos, en palabras de Budha el sufrimiento, el envejecimiento y la muerte son al menos tres aspectos que debemos considerar, ante la propuesta de un sentido trascendental de la vida humana. 

Seguramente estarán de acuerdo conmigo que esta es una mirada de factores negativos, por consiguiente debemos prever que hay aspectos no considerados que hacen necesario no sólo ver el problema de las mortificaciones(1); de las cuales por lo general se hacen cargo las religiones, sino que inferir el problema del sentido trascendental de la vida al cual no todos nos adherimos.

Quizás este sea el momento oportuno para preguntarnos, si nuestra percepción religiosa responde a la pregunta por el sentido de nuestras mortificaciones, de nuestro sentido personal y por consiguiente al sentido trascendental de la vida humana. Cabe señalar que quien no vaya más lejos de su sentido personal no será menesteroso de una justificación trascendental, siempre que se mantenga en él.

Además, puede que sea importante aclarar que cuando hablamos del sentido de la vida, no nos estamos refiriendo al valor personal o trascendental que le damos a la vida, lo cual nos puede llevar por derrotero bastante más complejo, lo que supera las expectativas reflexivas de este artículo, que no pretende resolver la pregunta de si puede tener valor una vida personal sin sentido trascendental, o así mismo puede tener sentido personal una vida sin valor trascendental.

Pero, podemos obviar las mortificaciones de situaciones como la de Siria. Acaso necesitamos saber quién tiene la razón, como justificación para tranquilizar nuestros espíritus, no lo pienso así: El valor de la vida debe estar por sobre estas justificaciones, ella es la verdad que debe imperar. Como nos señala Jorge Costadoat: “… Los cristianos son tales cuando su Cristo consiste en Jesús. Este Jesús que une y que divide, el Cristo del Viernes Santo, hoy más que nunca, convoca a creyentes y no creyentes a resistir la violencia de los codiciosos que se están apoderando del planeta y desplazan de sus tierras a pueblos enteros”.(2)

Desde mi experiencia personal; aunque pierda objetividad; el camino revelador de la iluminación necesaria para acercar respuestas a mis preguntas, tiene un carácter esencialmente vivencial, en donde mi racionalidad se enfrenta a un escenario inefable con el misterio de la vida y, aquí concuerdo con Wittgenstein de que el misterio no es lo mismo que el absurdo, donde el lenguaje religioso versa sobre imágenes y no sobre hechos, que incluye una forma de vida con un sentido profundo.

Ser creyente es una forma de vida; como lo puede ser del no creyente; lo que implica aceptar la validez de una verdad que da sentido y valor a nuestras vidas buscando ese sentido más profundo, pues la religiosidad esta sustentada en la convicción de que los principios de la religión son verdaderos, entendiéndose que ella no es únicamente un conjunto de normas para llevar una buena vida, sino que ella debe darnos respuestas al sentido de lo personal y trascendental.

Es aquí cuando los versos de Fakhr al-din `Iraqi fluyen cuando cantan que “ya no tengo leyes y reglamentos, no tengo corazón ni religión que me ate. Solo yo y tu permanecemos, sentados en la esquina de la riqueza en la pobreza. ¿Qué diferencia hay si termino rezando en una Iglesia o en La Mecca? Una vez que me he abandonado a mi mismo, ¿qué diferencia puede haber entre unión y separación?
Siento que el amor está muy presente en la respuesta sobre el sentido de la vida,  si caemos en la acedia del desamor y nos cobijamos en la melancolía no sólo podemos perder el sentido de nuestra vida, sino además llegar a la conclusión de que una vida sin sentido personal no vale la pena y considerar el suicidio. No tengo dudas, que amor es el camino para traspasar la frontera del Otro, para encontrarse con su alteridad irreductible, en actos de trascendencia vivencial que nos regalan un espacio compartido alejado de la soledad.

En el contexto de mi recuerdo del Atrio de los Gentiles propuesto por Benedicto XVI, hace unos días atrás el filósofo Ignacio Sepúlveda daba una conferencia en el Centro San Hipólito de Córdoba(3), cuyo tema se centraba en la fe y la sociedad, de cómo se manifiesta la religiosidad, y nos indicaba una serie de principio que no se contraponen a los Estados laicos, tales como: Libertad e igualdad, participación, bien común y solidaridad. Todos confluyen en la importancia de reconocer que la vida en sociedad se llena de sentido cuando nos reencontramos con el otro, abriendo nuestros corazones en el amor de una amistad verdadera.

Si la vida es una antesala a la muerte o como lo indicó Heidegger “somos seres para la muerte”, más es esta misma Muerte que Cristo nos invita a darle una oportunidad de trascendencia a través de su Resurrección. En estos días de Semana Santa con la debida humildad de un caminante que hace camino al andar, que entiende las palabras del Budha antes señaladas, es que me entregaré a la oración para encontrar una respuesta en el aporte que nos entrega la verdad de la Esperanza,  teniendo presente que “Cristo le gusta que prefiramos la verdad por encima de Él, porque siendo Cristo, Él es la verdad”(4)  lo cual se puede creer o dudar pues no son estos actos incompatibles.

Que estén Bien.

Referencias:
 1.- Uso la terminología de “Sentido de las mortificaciones” para las miserias humanas y de “Sentido Trascendental de la vida humana” que consiste en esclarecer la existencia humana en su totalidad, obtenido de la obra de: Hurtado, Guillermo. 2016. Dialéctica del naufragio. FCE, México.

2.- Jorge Costadoat, sj: http://jorgecostadoat.cl/wp/

3.- Ignacio Sepúlveda: Cómo cristianizar una sociedad

Descripción: https://mail.google.com/mail/u/0/images/cleardot.gif


4.- Simone Weil:  Cita en Hurtado, Guillermo. 2016. Dialéctica del naufragio. FCE, México. p.59