"Veritatis simplex oratio est"

Séneca

Tuesday, August 21, 2012

Colombia en su manto de verdes bajo el oro y la niebla.


Aunque me encontraba en Colombia tuve la necesidad interior de comenzar este relato en un Café en la ciudad de Antofagasta (Chile), donde diariamente tomo asiento frente a una taza de café mientras leo y de cuando vez observo el quehacer de la gente. Un par de chicas colombianas atienden aquel lugar con una amabilidad y simpatía que he percibido en el mismísimo territorio colombiano, es decir esta gente hermosa no es así por una simple casualidad.

A su vez estimo que es oportuno recordar a la escritora Cynthia  Rimsky, quién marca una diferencia sobre la mirada que debemos tener como perspectiva útil al momento de adentrarnos en la senda de un viaje, por rincones pleno de referencias urbanísticas con sus espacios públicos de reencuentro para quienes los habitan y, aquellos otros que se abren a los visitantes para dar testimonio de sus raíces y progreso histórico. Rimsky nos propone alimentar nuestro asombro como viajeros saliendo al encuentro de tales mundos, considerando que en su periferia nos recuerdan que no es distinto las motivaciones con que otros en otras latitudes construyen sus entornos, con el mismo fin de satisfacer las necesidades ciudadanas, quitándole un espacio a la naturaleza con el objetivo de habitarlos humanamente.
 
Colombia es verde, es todo verde, de hecho al iniciar estas palabras les pido que intenten reflexionar que si para quienes viven esta cotidianidad le es difícil describir una geografía que posee tal singularidad, cómo lo será para mi describir este verde de todos los matices que os podéis imaginar, así es la "Gran Colombia". Ante esto, para aportar una mirada distinta a nuestra visita he decidido elegir a la poesía ; lo que no indica que ello siente antecedente para un juicio de autoridad en lo que sigue,  pues ella como género literario me permitirá alcanzar con mayor asertividad una descripción más cercana, de lo que es vivir una estadía en estás tierras desde la perspectiva del corazón.

Como en su oportunidad escribió Fabio Jurado: "que la poesía también narra, que debe decirnos algo, porque la poesía no es un mero juego de palabras o un libre albedrío del lenguaje", es esta reflexión la que me entrega un sentimiento de confianza en que un verso, podrá captar en toda su magnitud esta naturaleza geográfica y el sentir espiritual de sus habitantes, prolongando sus verdes vegetales como una armoniosa red en la cual se abran la diversidad de botones de sus flores multicolores, mientras los pajarillos entonan su música que nos recuerda lo hermoso que es sentir que se vive.

“Te hablo también: entre maderas, entre resinas, entre millares de hojas inquietas, de una sola hoja; pequeña mancha verde, de lozanía, de gracia, hoja sola en la vibran los vientos que corrieron por los bellos países donde el verde es de todos los colores, los vientos que cantaron por los países de Colombia” (Aurelio Arturo).

Adentrarse por las calles de Medellín en reencontrarse con su historia iniciada por indígenas, mucho antes que un destacamento ibérico precisamente en un mes de agosto del año 1541 se asentara en estas tierras en busca de Eldorado. Así hacia noviembre de 1675 se establece como Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín.

Medellín es una ciudad entretenidísima donde el café y la música son parte de su personalidad, con transformaciones viales y arquitectónicas que demuestran su presente de plena modernidad, aunque no por ello olvida sus raíces históricas. Esto queda en evidencia al visitar el Cerro Nutibara donde se puede recrear un pasado histórico en el Pueblito Paisa construido en su cima.

El Río Medellín es una señal indeleble a la cual apegarse con objetivos de orientación en una ciudad de más de 2 millones de habitantes, ya sea montado en el Metro  que sigue su cauce o elevándose en una pendiente de temer en el Metro Cable hacia el Parque Arví. Si el vértigo no es tu opción puedes recorrer sus plazas, parques e iglesias y, si la oportunidad es propicia entregarnos al asombro aurífero que nos regala la visual de los guayacanes florecidos, para luego entrar al museo de Antioquía y salir hacia la Plaza de las Esculturas del Maestro Fernando Botero, en las cuales lo “gordo” no es sinónimo de obesidad mórbida.

A principio de agosto se celebra en Medellín el Festival de Orquídeas Pájaros y Flores en el Jardín Botánico; un espectáculo maravilloso, en el cual se muestran anualmente trabajos florales que son evaluados por expertos internacionales. La feria tiene como su invitada central a la Orquídea en su calidad de flor nacional, la que es presentada en una gama de colores en que los expositores proponen una experiencia visual que se puede vivir y gozar en Medellín la Ciudad de la Eterna Primavera. Por un instante sentados en una banca frente a una apacible laguna, fue oportuno recorrer los versos de Renata Durán: “De nube y verde y transparencia… La hierba es agua. El aire su pura levedad, la luz su espejo, sus voces la lluvia y el croar de infinidad de ranas. Sombras de seda en el atardecer….”
Al alejarnos de Medellín nos quedo un sentimiento de desapego de un pueblo amable y sincero, reflejado en una sonrisa siempre fraterna que invita a no olvidar que en este lugar del mundo se puede gozar de la hospitalidad “paisa”. Nosotros continuamos viaje a Cali que nos recibió en su ambiente caluroso de poca humedad, el que sólo se hace asequible a medida que avanza el día, cuando aparece una brisa que construye un viento que refresca la tarde, como nos recordaba el poeta Aurelio Arturo: “He escrito un viento, un soplo vivo del viento entre fragancias, entre hierbas mágicas; he narrado el viento; sólo un poco de viento”.

Santiago de Cali fue fundada en julio de 1536 por el conquistador ibérico Sebastián de Belalcázar, ubicada en el valle del río Lili desde donde podría haber tomado su nombre. Una oportunidad para tomar contacto con sus raíces fundacionales se logra visitando el Museo de Arte  Colonial y Religioso que se ubica en la Iglesia de La Merced.

La alegría y calidez de sus gentes están presente en un ambiente primaveral en que la música y el baile son eternos, pues no en vano la ciudad es llamada “la sucursal del cielo”, y como atinadamente también lo expresa con la dulzura que proviene de la caña de azúcar una de las estrofa de su himno citadino: “El paisaje se tiende a tus plantas/ Y te rinde sus armas el sol, / Monta guardia la caña de azúcar/ Y es el valle lección de verdor”.
La alegría Caleña ha sido llevada al arte con una hermosa escultura de un gato ubicado en una de las orillas del Río Cali; una obra del reconocido pintor y escultor Hernando Tejada, lo interesante es que posteriormente se realizó un concurso para encontrarle novia al “Gato del Río”, lo cual derivó que hoy se pueda admirar a una decena de coquetas gatunas que buscan competir por el amor de este felino sentado al borde del río.

Finalmente mis últimos días colombianos se curvaron hacia la  capitalina ciudad de Bogotá, en un sentido de apego a las palabras  del poeta Aurelio Arturo: “ Desde el lecho por la mañana soñando despierto, a través de las horas del día, oro niebla, errante por la ciudad o ante la mesa de trabajo, a dónde mis pensamientos en reverente curva”.

Sentado en el Café  Juan Valdez mientras saboreaba un Express de aroma  muy pronunciado, de buen cuerpo y acidez sutil del  aquel café que se produce en la cuenca del amazona, recordé aquella ocasión anterior en que estuve en Bogotá y tuve la oportunidad de admirar la obra del pintor caldense Luciano Jaramillo Trujillo  quién partió de este mundo en Diciembre de 1984, siendo una de las figuras romántica y expresionista  que surgió allá por los años sesenta en la pintura colombiana, esta vez tuve una oportunidad nueva al admirar las obras de Débora Arango en el Museo Nacional de Colombia en el sector del Tequendama. Arango es una experiencia social y política de una Colombia del siglo XX  vista por la mirada de una artista que nos muestra a través del arte su imaginario de la época que le tocó vivir, pintó cuerpos humanos desnudos cuando aún eran tabú, y en sus óleos recreó a personajes marginados del arte como prostitutas, obreros y mendigos lo cual la convirtió en una transgresora para la sociedad de su tiempo. Aunque es sólo una coincidencia también falleció en diciembre, pero del 2005.

Llegada la hora de partir me acerco a la ventana de hotel para observar el cerro Monserrat que se desvanece poco a poco entre la niebla y llegada del atardecer y, evoco las palabras del poeta José Asunción Silva: "Magia adormecedora vierte el río, en la calma monótona del viaje, cuando borra los lejos del paisaje, la sombra que se extiende en el vacío….."

Sin duda que volveré a Colombia para cobijarme en su manto de verdes bajo el oro y la niebla.