"Veritatis simplex oratio est"

Séneca

Sunday, September 04, 2011

La esperanza y el sentido de vivir

El día se inicia nublado con vientos de alrededor de 10 nudos, al mirar el cielo denso y oscuro se percibe que antes de que caiga la tarde habrán chubasco, indicio de un amenazante temporal nocturno. En otras circunstancias sería un día más casi al termino del verano, pero no es este el caso, hacia el mediodía junto a mis hermanos emprenderemos el regreso a clases hacia diferentes ciudades en la zona central del país.

La separación de sus hijos para nuestros padres era un sacrificio emocional que habían decidido con muchísima anticipación, hecho por el cual no volveríamos a convivir diariamente el calor del hogar paterno, que sólo disfrutaríamos en dos meses al año en periodo de vacaciones de verano, a decir de ellos es el precio que hubo que pagar por la búsqueda de una educación de calidad, que al fin y al cabo permitió asegurar nuestros futuros personales teniendo cada uno las oportunidades de ingresar a la universidad. De habernos quedado en esa zona extrema habríamos gozado del amor paternal confiscando nuestras posibilidades de obtener un título profesional.

Hacia el mediodía de ese día mirábamos con recogido silencio como nuestra casa quedaba atrás mientras avanzábamos hacia el aeródromo en la camioneta International conducida por papá, desde su techo el caño de la salamandra que había quedado encendida agitaba suavemente su humo como un pañuelo blanco de despedida, rodeando la cancha de aterrizaje fuimos a cobijarnos en el hangar de la base aérea en espera de nuestro embarque definitivo en el Twin otter de la FACh.

Hace un par de meses atrás, en el hangar de El Tepual esperaba ansioso una chance de encontrar una aeronave que me trasladará a casa de mis padres, había viajado toda la noche en el tren nocturno hasta Puerto Montt, sentado en mi maleta observé al comandante P que descendía de un beechcraft C-45 recién aterrizado. Avanzó hacia mi, luego de un corto diálogo me había convertido en un pasajero del vuelo de vuelta, sin duda ayudada mi suerte porque el era el jefe de mi padre. A poco de elevarnos sobre la bahía el comandante P hizo una maniobra prevista, conduciendo el avión directamente hacia la superficie del mar hasta alcanzar una altura que hoy no deseo recordar antes de levantar el vuelo, luego girar en círculo lo que nos permitió observar una embarcación con sus ocupantes que apuntaban sus manos hacia nosotros, aunque era obvio tampoco quise pensar en que gritaban.

Acomodado en uno de los asientos traseros sentía tronar el bimotor que avanzaba entre una que otra turbulencia y aunque sentía mucho hambre agradecía tener el estómago vacío, para no repetir como en otras ocasiones evacuaciones orales inesperadas o calculadas por culpa de este comandante travieso, del cual con preocupación recordaba aquella lejana convivencia en una estancia de Aysén en que había oído una historia contada por el propio estanciero, que estando en el trabajo de apiñar su ganado ovino había venido un pájaro de acero que había pasado muy cerca del suelo y había espantado el ganado en distintas direcciones, acabando con el trabajo de varias horas. Si esa vez no entendí, ahora tenía claro quien era el piloto de esa ave de acero…. Unas horas después estaba sentado pero esta vez en el comedor de la casa de mis progenitores en un ambiente maravillosamente temperado por la salamandra de siempre.

El twin otter carreteó por la loza hasta el cabezal de la pista para a los pocos instantes elevarnos dejando atrás nuestra raíces. Este tipo de avión no vuela a mucha altura, pero es sabido que la cordillera austral no se caracteriza por ser muy alta. Este hecho tenía como implicancia que voláramos bajo un techo de nubes que dejaban caer una suave lluvia, que nos impedía mirar a través de las reducidas ventanillas, tampoco era la primera vez que viajábamos en un twin otter por tanto conocíamos las subidas y bajadas periódicas debido a las corrientes ascendentes y descendentes a las que estaríamos enfrentados hasta llegar a destino.

Hicimos una escala proyectada en un lugar para recoger correspondencia y pasajeros, continuando nuestro viaje mientras la tarde lentamente iba tejiendo su manto oscuro, luego de unas horas de vuelo se inició una intranquilidad pues veíamos la vehemencia con que el copiloto y piloto consultaban un mapa, mostrando su contrariedad mientras apuntaban de manera diferente hacia sus ventanillas laterales discutiendo las concordancias externas con las señalada en la carta de navegación. Nuestra ansiedad fue creciendo cuando notamos que una y otra vez volábamos en una dirección para luego volver e intentar otra…. Evidentemente estábamos perdidos.

Quizás esta situación en la cabina de mando se ha vivido en más de una ocasión, siendo probablemente mejor desconocer las dificultades que en ella se viven, lamentablemente para todos nosotros que estábamos a bordo en este tipo de avión, era inevitable observar todas la maniobras que acontecían en ella. En el exterior la tempestad arreciaba, la lluvia y el viento golpeaban la estructura de la aeronave con ráfagas violentas que nos lanzaban al cielo, nuestros temores se acrecentaban al observar las nubes pasar por las ventanillas, dándonos la sensación que subíamos intentando superar las montañas entre las cuales navegamos hace horas.

¿Cuanto duraría esto? ¿qué autonomía de vuelo teníamos? Nuestros ruegos y oraciones se habían agotado cuando en la oscuridad de la noche escuchamos al copiloto que nos aproximábamos a El Tepual, la tempestad no amainaba mientras el fuselaje del avión crujía lastimosamente, parecía que en cualquier momento las enormes alas se desprenderían, el avión se posó en la pista que nos pareció rugosa y llena de baches hasta detenerse, no pudiendo avanzar hasta la loza lo que obligó a que fuera literalmente remolcado al hangar.

Cuando descendimos el personal de la FACh aplaudía de alegría por la odisea vivida, en el casino nos esperaban con una merienda caliente, una prueba más que nunca perdieron la esperanza que llegaríamos a destino. Con mi hermano no volveríamos a vivir al menos en El Tepual una situación similar, para mi hermana el destino le había deparado que un día 24 de Julio de 1977 en condiciones climáticas similares, se estrellará siendo pasajera de DC-6B de la FACh al aproximarse al aeropuerto de El Tepual falleciendo treinta y tres personas…ella sobrevivió.

Siempre he enfrentado la vida como una cuestión abierta, cualquiera de estos pasajes de la historia familiar pudieron haber tenido un derrotero con hitos distintos, pero lo que no me cabe duda es que existe una articulación que emerge de estos relatos, por un lado esta la esperanza que hemos derrochado en cada uno de ellos, y de otro está que tales relatos han dado sentido a nuestra vidas, al comprender que en cada una de estas situaciones se nos ha dado la gracia de una nueva oportunidad de nacer.