"Veritatis simplex oratio est"

Séneca

Monday, September 20, 2010

John Henry Newman: Un asentimiento de fe

Realizar este comentario sobre el cardenal John Henry Newman es para mi una oportunidad de gozo espiritual, es que tanto él como Edith Stein son representantes de la Iglesia que han ejercido una importante influencia en mi vida y pensamiento. Es que este hombre en su drama de conversión me ha permitido examinar en muchas ocasiones mi vida, abrir mi mente a una perspectiva divina para la lectura y la búsqueda de la comprensión de los Libros Sagrados y de los Padres de la Iglesia.

Tomar contacto con la vida del Cardenal Newman es imitar su ejemplo para seguir un camino del hombre bueno, de tal manera que necesariamente esto me conlleva a reflexionar sobre su ejemplo de pasión de su experiencia religiosa e intelectual. Pues Newman, no parece empecinarse en la conversión de no creyentes, sino en dar fuerzas de argumentación a los creyentes contra los ataques del racionalismo y del paradigma científico de su época.

De hecho si nos atenemos a su obra “Grammar of Assent”; la cual es de mis lecturas de Newman la favorita, vemos un ensayo apologético de un hombre que lejos de ser filósofo fundado en algún sistema, nos invita a filosofar la fe religiosa a través de la racionalidad con el fin de que el creyente encuentre las certeza de sus verdades fundamentales. Es por ello que lo que he denominado antes su experiencia religiosa e intelectual, lo enfrenta a la Verdad de la Palabra inspirada en los Evangelios, los cuales son la fuente de la realidad de la revelación cristiana y que le permiten renovar su vida eclesial en asentimiento con la tradición apostólica.

No se puede dudar que Newman se empeña en demostrar que el cristiano obra racionalmente al prestar su pleno asentimiento a las verdades religiosas, aunque no pueda presentar en su apoyo pruebas estrictamente irrefutables desde el punto de vista de la lógica formal. Esto queda demostrado cuando en uno de sus escritos opina que: Si escribiera un libro, trataría sobre las pruebas populares, prácticas y personales a favor del cristianismo, en contraposición de las pruebas científicas. Su objeto sería demostrar que cualquier hombre, culto e inculto, tiene para su certeza los mismos derechos, las mismas razones racionales que puede tener un teólogo que domina las pruebas científicas.

La brillantez de Newman le permitió salir airoso de una controversia al afirmar que “el hombre no es un animal racional, sino que un animal que ve, que siente y contempla su obra”. Es así como en el plano epistemológico, él es conciente que esta inserto en una época en que las nuevas ideas de Newton son orientadoras en la búsqueda de la verdad, recordemos que por esos días todo lo que se consideraba científico era necesariamente matemático, y lo que no concordaba con esto no era ni ciencia ni racional. En este sentido Newman evita caer en el juego de combatir el racionalismo epocal con sus mismos instrumentos y desde un similar plano, como sí lo hace la apologética tradicional.

Muy por el contrario, lo que hace él es evitar colocarse en la incómoda posición de pretender partir de principios racionales, para deducir de éstos verdades religiosas. Su lógica parte de distinguir entre lo que el denomina el asentimiento y lo que corresponde a una inferencia racional, afirmando que la fe religiosa es esencialmente un asentimiento, no una inferencia la cual es una aceptación condicionada a la verdad y realidad de sus premisas, en cambio el asentimiento es la aceptación absoluta e incondicional de una proposición, de aquí que inferir no es asentir ni asentir es inferir.

En estos términos la fe no se fundamenta en razones inferenciales, aunque claramente un acto de fe será más asimilable en la perspectiva racional, cuanto más explícito estén en el pensar del creyente los motivos racionales en que dicho acto se funda, ya que la racionalidad no constituye por si misma la perfección de un acto de fe, ya que este esta dado por el asentimiento libre de la voluntad al objeto que se propone en el acto de fe. Dejemos que el mismo Newman nos hable de lo que debe hacer el hombre respecto a aceptar los hechos que se le presentan en la vida:
Vivimos en un mundo de hechos y hacemos uso de ellos, pues no podemos hacer uso de otra cosa. No discutimos los hechos, sino que los tomamos como son y procuramos aprovecharnos de ellos en lo que podemos. Sería cosa incongruente pedir que el fuego, el agua, la tierra y el aire nos presentaran sus credenciales para actuar, por así decirlo, sobre nosotros o para servirnos. Llamamos a estas cosas elementos, y los utilizamos, y sacamos de ellos el mejor partido posible. Especulamos sobre ellos a nuestro placer. Hay otra cosa que podemos menos anular o poner en duda, tanto a nuestro placer como contra él: es lo que constituye la contrapartida y el testigo de los elementos, nuestro propio yo….. A la manera cómo usamos de los elementos sin que critiquemos lo que no está bajo nuestra jurisdicción, así también tiene todavía menos sentido el que critiquemos o hallemos defectos en nuestra propia naturaleza; que no es otra cosa que nosotros mismos, en vez de usarla según los usos a que se presta ordinariamente. Nuestro ser con sus facultades, nuestra alma y nuestro cuerpo son hechos que no admiten duda; todas las cosas han de referirse a ellos necesariamente, y no ellos a las demás cosas.

He aquí la actitud existencial propia del Cardenal Newman, dándonos una lección que debemos aprender de su vida respecto de la aceptación de los hechos, su visión se ve actualizada en nuestros días, cuando un relativismo intelectual y moral amenaza las bases misma de nuestra sociedad, por ello Newman nos señala siguiendo la lectura de Juan 14,6 que estamos destinados a conocer a Jesús, porque Él es "el camino, y la verdad, y la vida", y que como seres a imagen y semejanza de Dios, fuimos concebidos para conocer la verdad, y encontrar en esta verdad nuestra libertad última y así dar cumplimiento al plan divino de la humanidad.

Para Newman la religión no es un mero sentimiento como nos propone el modernismo, pero a su vez advierte que el asentimiento religioso ha de ser real, es decir debe presentarse como un objeto verdadero, y cuidando razonar que el asentimiento no nos da en sí mismo la prueba de su realidad, pues no hay dudas que existen asentimientos que no son más que supersticiones y fanatismos que se apartan del mensaje de Jesús.

Permitidme finalizar recordando que Newman nos lego la pasión por la verdad y la honestidad intelectual, que tampoco esta demás decir que no habiendo sido un teólogo o un filósofo convencional fue un pensador profundo y asistemático, que tuvo la brillantez para adaptarse a la pluralidad existencial, caminando al encuentro de la vida con una curiosidad inagotable que le permitió adentrarse en la conditio humana, a la luz de su poderosa experiencia religiosa que lo llevo al final de su vida a afirmar, que el trabajo de su vida fue una lucha contra la creciente tendencia a percibir la religión como un asunto puramente privado y subjetivo.

No tengo dudas que el Papa Benedictus XVI de su experticia teológica conoce la vitalidad del mensaje del Cardenal John Henry Newman, ante una Iglesia que sufre una época dolorosa, y que más que nunca se hace menesterosa de una apologética más realista de la cual Newman es un vigoroso y digno representante, teniendo presente en él la máxima de San Ambrosio: “Non in dialectica complacuit Deo salvum facere populun suum”.