"Veritatis simplex oratio est"

Séneca

Sunday, June 08, 2008

Bergson y el tiempo creador
Francisco de la Fuente V.


Hay cosas a las cuales los seres humanos nos enfrentamos cotidianamente y podemos afirmar que creemos saber o sabemos, hasta el momento cuando nos encontramos con alguien que nos pregunte: ¿qué son? tales cosas. Ello se explica porque hay un saber que se nos muestra de forma implícita, así nos ocurre con el tiempo el cual manejamos continuamente a través de nociones temporales, es decir con un antes, un después y un ahora. Pero otra situación sería que nos preguntaran ¿qué es el tiempo?, para lo cual no nos sirve declarar que depende de si es tarde, temprano, ayer o mañana. Para dar una respuesta adecuada necesitamos explicitar lo que entendemos por tiempo, lo que nos coloca en la disyuntiva de contestar la pregunta “¿Quid est ergo tempus? a la cual San Agustín se permitió contestar “Si nemo ex me quaerat, scio; si quarenti explicare velim, nescio”.1

Nuestra experiencia en el mundo nos ofrece una realidad que cambia incesantemente y la percepción del cambio o de la duración de las cosas nos sugiere la idea del tiempo. A lo largo de la historia humana nos hemos atrevido a calcularlo mediante diversos procedimientos, una forma clásica es utilizar el sol, donde una distribución conveniente permitirá numerar y señalar el curso del sol, con esto el sol pierde su idolatría, para pasar al servicio del hombre. Claro está que en el reloj de Sol domina lo natural, donde éste manda.

Los filósofos griegos dieron al reloj de sol un nombre bien significativo: gnomo, palabra que tenía la misma raíz que gnosis, es decir conocimiento. Es indudable que el reloj de sol tenía limitaciones evidentes como es de depender de la luz solar, lo cual llevó a nuevas invenciones de artefactos que permitieran la medición del tiempo. Así nacieron la Clepsidra y el reloj de arena que dependían en este caso de la fuerza de gravitación, lo interesante es que estos relojes aunque dependen remotamente del sol, ya implican un avance al no depender de la presencia de luz solar, lo cual posibilita su ubicación hacia el interior de la casa.

Aristóteles es sin duda el mayor exponente señalando la vinculación del tiempo al movimiento continuo de las cosas, aunque deja claro que el tiempo no es el movimiento mismo, de hecho lo define como : " la medida del movimiento respecto a lo anterior y lo posterior". Este antes y un después permite medirlo, surgiendo el tiempo métrico del cual se derivan artefactos que buscan precisarlos como son los relojes.

Una genialidad que va más allá de su época es la concepción agustiniana del tiempo. San Agustín al concebir el tiempo como algo desligado del movimiento y estrechamente vinculado al alma, como nos los hace saber en el Libro II de Las Confesiones “inde mihi visum est nihil esse aliud tempus quam distensionem; sed cuius rei nescio; et mirum si non ipsius animi”2, con esto el santo de Hipona nos regala la teoría de la subjetividad del tiempo, lejos de la visión medieval y renacentista que seguían una interpretación objetiva y cósmica del tiempo.

Con el advenimiento de la modernidad y desarrollo de la física experimental de Newton que explicitará una nueva interpretación del tiempo como una realidad absoluta e independiente de las cosas, vacía de todo movimiento, lo cual Newton define como “El tiempo absoluto, verdadero y matemático, por sí mismo y por su propia naturaleza, fluye uniformemente sin relación con nada externo".

Muy diferente es la posesión de Kant, para quién el tiempo no existe como una realidad externa a nosotros, ni como algo que tienen las cosas en el movimiento, sino como una manera de percibir propia del hombre, en términos kantianos la contracción o dilatación del tiempo interior, del intracuerpo del tiempo, lo cual se acerca a la denominada distensión de ánimo, que nos legara San Agustín.

En la filosofía contemporánea la meditación sobre el tiempo nos lleva a identificar en el tiempo una especial contextura que tiende a relacionarlo nada menos que con el ser y con los modos del ser. Esto nos lleva a Heidegger, en su analítica existencial del Dasein, descubre al hombre como un ser incompleto e inacabado, que tiene que hacer y proyectar su propia vida, autotrascendiéndose y anticipándose a lo que va a ser, porque el futuro, entendido como posibilidad de existir, constituye una dimensión de su ser. Pero además el futuro se convierte en pasado, pues nuestra posibilidad de ser se da desde la perspectiva de lo ya ha sido. Por tanto, el pasado también se constituye en una dimensión del ser del hombre. Comprendemos así que en el ser humano se da una temporalidad que abarca tres dimensiones: pasado, presente y futuro.

Así Heidegger sostiene que el tiempo tiene horizonte, dicho de otra forma tiene límites naturales, lo que implica que no nos pueden pasar todas las cosas habidas y por haber, es más nuestro futuro se puede agotar, y que nuestro pasado se va llenando de cosas, por cuanto llegará a un límite que no admita más, de hecho nuestro tiempo tiene límites que nos son evidenciados a través del nacimiento y la muerte. Claro está que lo real se nos presenta en la dimensión presente, pues el futuro es posible y el pasado necesario, de aquí que el ser humano exista en el presente, ya que haber existido no es existir, como tampoco haber de existir, de aquí que el ser eterno es el tipo de ser más excelente porque esta presente en todas las dimensiones.

Heidegger no se aleja demasiado de San Agustín cuando sostiene que el ser de nuestra realidad de verdad, del Dasein, está constituido por la “distensio”, por la distensión del ánimo de que hablaba el santo de Hipona, para quién esta distensión es el tiempo mismo, nuestro Dasein que está constituido por el tiempo, extensible y movible como un resorte entre dos límites, uno de contracción y otro de mínima tensión: datas del nacimiento y la muerte.

Finalmente quiero concluir con Bergson, pues es uno de los filósofos que ha prestado una especial atención al estudio del tiempo, para lo cual distingue dos maneras diferentes de duración de los seres, es decir dos temporalidades diferentes: el tiempo numerado, que está mezclado con el espacio, y el tiempo puro, que es mera duración interna. El tiempo numerado esta referido a la duración exterior del mundo de las cosas, es un tiempo material que se encuentra en el espacio, es la paralización del movimiento al considerar el tiempo como una yuxtaposición de quietudes en el espacio.

En esta duración el tiempo aquí no es más que un simple espectador que no alcanza su realidad. En términos claros un ejemplo sería las verdades matemáticas, que al ser resueltas no deparan ninguna condición de porvenir diferente al que las reglas o principios preestablecidos nos determinarán una respuesta, la cual podremos repetir una u otra vez y no variarán el resultado, lo que estamos diciendo que este tipo de futuro se da sin un porvenir. La existencia de un sujeto que hace que estas operaciones se realicen como actos que de suyo ya están presentes, y que sólo dependen de que las hagamos presentes, de esto podemos deducir que en este futuro sin porvenir se nos muestra como una sucesión atemporal. En un ejemplo simple no hay futuro con porvenir en que mañana saldrá el sol por el oriente, pues los mismas razones que lo han hecho salir ayer lo harán salir mañana y los días venideros.

Otro aspecto muy diferente es el tiempo que acontece en la vida interior, en la duración que constituye nuestra vida, donde no es posible retornar a situaciones pasadas y por tanto nos encontramos en un futuro con porvenir. Bergson mismo nos dice que tales futuros originales, con creación y porvenir, no son posibles antes de ser reales, respecto de ellos lo real precede a lo posible, el presente al futuro. El avance temporal y el paso del presente al pasado es un hecho que es irreversible e imprevisible, en rigor nos muestra que nuestro futuro vital es un futuro con porvenir, o mejor dicho un futuro creador.

Para Bergson lo real mismo se hace a si mismo posible, y no sucede que lo posible llegue a ser real. La vida tiene para este filósofo una connotación esencialmente libre, donde la libertad no consiste en elegir una de las posibilidades, sino en crear la posibilidad misma, en inventar dicha posibilidad, ni siquiera la mente divina puede impedir esto, pues Dios inclusive tiene que hacerse de paciencia para aguardar, que los actos creadores de posibilidades se hagan presentes para poder enterarse, pues no hay presencia de ninguna clase en futuros con porvenir.
En mi opinión si Dios nos hace libre en la temporalidad de nuestras vidas es porque nos permite participar en la creación.

1.- "Si nadie me lo pregunta, lo sé, pero si trato de explicárselo a quien me lo pregunta, no lo sé"
2.- “por lo cual me ha parecido que el tiempo no es otra cosa sino una cierta distensión; distensión de no sé qué cosa; y no me extrañaría que lo fuera del alma misma”